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Lunes 22 de octubre de 2007

Bon jour mon cherie

Impresionante la tumba de los inválidos, donde reposan los restos de Napoleón


Paris es a Roma como Roma es a Paris, una conocida frase que dicen los que tienen mucho mundo y que comparan las milenarias ciudades. Francia es algo así como el glamour encarnado en el Sena, en sus plazas, calles, monumentos, rincones, pueblitos, jardínes, cafés, tienditas, canteras, piedras, rincones, etc.

Muchos débiles de espíritu hasta se afrancesan y reniegan de su cultura y hasta de sus orígenes. Sobre todo esto le ocurre a muchos artistas y escritores que encuentran en la ciudad mágica de Paris tanta inspiración, que ya no buscan otros aires para que les acaricie la cara. La realidad es que en la magia de Paris, según mi particular sensibilidad poética, nace, si uno se lo propone, una legión de espíritus benignos que nos comunican con delicadeza y espíritu celestial porque en cierto momento de la historia Francia fue considerada la hija predilecta de la iglesia.

Acabo de llegar con mi esposa de la bella ciudad de Paris y me resulta grato participarles a mis lectores algunos momentos de esa experiencia.

Imposible retener tanta información histórica proporcionada a los turistas, pero es importante decir que tres siglos antes de nuestra era unas islitas que están sobre el río Sena albergaban y protegían a los parisi, pueblo Celta, quienes fueron los primeros fundadores. Su isla es una cuna, un navío, como la nave que orna el escudo de Paris. Muchas maravillas al alcance de todo el mundo como el Puente Mirabeau sobre el cual el poeta Guillaume apollinaire evocaba: "Bajo el puente Mirabeau corre el Sena, y nuestros amores, hace falta que me recuerde, la alegría venía después de la pena..."

Impresionante la tumba de los inválidos, donde reposan los restos de Napoleón. En 1671 Luis XIV decide construir este hospital, que se convirtió en el hogar de los soldados que regresaban de la guerra y que su destino era mendigar, pero cuando menos tenían un techo donde guarecerse del frío y de la soledad. La Torre Eiffel, popular y signo de Paris por excelencia.

El Museo de Louvre que alberga a la Monalisa, que embelesa a muchos. Para mi gusto son mas impresionantes los miles de cuadros sobre la pasión de Cristo, sobre las revoluciones, la muerte, la vida, la alegría, la angustia, lo misterioso, lo histórico. En los pasillos se percibe suavemente el perfume de la raza humana que circula de un lado para el otro y que cruzan miles de veces las miradas con la natural cortesía que inspira el museo. En fin, el jardín de las tullerías, la plaza de la concordia, Notre Damme, la Saint Chapelle, la Isla de la Cite, la Bastilla...etc etc. En unos cuantos días no solo se vé esta ciudad sino se puede sentirla, vivirla y con un poco de magia trasportarse como en un tunel del tiempo por sus capítulos gloriosos y ominosos de su historia.

El último día en Paris la mejor experiencia fue la visita al Templo del Sagrado Corazón, para mi gusto particular mas imponente y trasmisora de vida celestial que la propia Notre Damme. Llegamos y me pose frente al altísimo. Codo a codo con la raza humana que miraban como yo fijamente la cara de Cristo en la hostia sagrada que se exhibía. Fueron varias horas. El silencio majestuoso, el perfume de la cantera, el embeleso de lo sacro, la oración contemplativa nos atrapa con todas nuestras miserias, como un caluroso abrazo de Cristo a sus hijos imperfectos, que no obstante vuelven para admirar a su creador que en un día quiso hacerse como ellos, de la misma naturaleza, en un acto de magnífica humildad, acto por el que protestarían muchos ángeles que hoy engrosan las comunidades del infierno.

Uno evoca: Quiero vivir en ese corazón de Cristo. Recordé a mi abuela que me ingresó en la fé cristiana en el Sagrado Corazón de Jesús de mi tierra natal.

Al salir de esa majestuosidad la luz leve del sol, porque era día nublado y bello, lastima poco los ojos. Pero la música de varios jóvenes, con sus estilos y gustos para todos y la improvisación bailarina de muchos nos recuerdan las fiestas de nuestro pueblo, de México. Descender por los vericuetos donde la frescura de la tierra y los árboles rodean el cuerpo con un suave frío. Lugar ideal para llenar los pulmones y descansar un rato. Los pies piden descanso pero la vida que se vé no permite ese pequeño lujo. Hay que seguir abrevando. Llegan ese trece de octubre varias procesiones con sus trajes típicos y sus cantos. Mucha espiritualidad y también mucha belleza en mujeres hechas de una pasta fina y quizá tocadas por la mano de Dios para verse mas bellas en cuanto posan sus pies en los escalones de aquel templo.

Luego viene la internación en los barrios que rodean ese lugar, el chocolate caliente y la tarta, el vaso de agua fresca servida en unos tarroncitos que conservan lo helado. Las tiendas de Souvenirs, los quesos, los aromas, los colores de las fruterías, los vinos...En fin.

Previo a un nuevo libro que estaré presentando en unas semanas en la comunidad Chihuahuense, sobre la Etica Política, la experiencia de este breve viaje me inspira. No será un libro aburrido, será versátil, divertido, con sentido del humor, con las verdades sencillas que nos regala nuestra cultura occidental, como los colores que regala Francia.

Pasa ese día. Hora de volver a México. Una voz cotorra e inspiradora me ayuda a despertar : BON JOUR MON CHERI.