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Viernes 28 de febrero de 2014

Carta de Luis Villegas al Senador Javier Corral

Por esta vía, le manifiesto a usted y le reitero el reconocimiento indeclinable a su labor como legislador.


Por esta vía, le manifiesto a usted y le reitero el reconocimiento indeclinable a su labor como legislador.

SENADOR JAVIER CORRAL JURADO.
PRESENTE.

Estimado Javier:

Pensé mucho en si debía escribir esta carta o no. Empero, algunos párrafos de su proclama de fecha 23 de febrero de 2014 me decidieron. [1] Procedo a explicarme:

Su misiva me horroriza. Me horroriza el tono mesiánico y desmesurado. El subtítulo de su escrito es: “¡Un llamado a los Jóvenes sobre la Opción para Mejorar!”; y de veras me preocupa que pretenda darle a usted a esos jóvenes una visión tan escandalosamente distorsionada de la realidad a partir de un enfoque maniqueo que solo distingue entre “buenos” y “malos”; óptica que, por lo demás, en nada le abona ni a la unidad del Partido ni a la necesaria reconciliación después de la contienda en puerta.

Escribe Usted, entre otras cosas: “Llamo a todos los panistas del Estado a apoyarlo [a Ramón Galindo], a confiarle su voto; renunciemos al chantaje y la manipulación de que no podemos aspirar a reconstruir nuestro Partido, sino a conformarnos con lo que tenemos -que por cierto recurre a varias de las prácticas de lo anterior-“. Con ello, sin decirlo, Usted afirma que quienes no estemos con Ramón en la contienda interna, o somos víctimas (de un chantaje), o somos tontos (víctimas de la manipulación), o incapaces de concebir la reconstrucción del Partido a partir de un criterio ajeno al suyo propio; y lo cierto es que se equivoca. Esa visión arrasadora de “buenos” y “malos”, como queda dicho, no solo es contraria a la realidad de los hechos, sino que ignora el fundamento y la razón de la política, concebida como una acción eminentemente humana. Permítame una cita que con toda seguridad desconoce, visto el planteamiento de su carta: “La persona humana en lo que tiene de persona, sustancia individual de naturaleza racional, según la definición de Boecio, está dotada de múltiples perfecciones en el orden psicológico, en el metafísico y en el moral, pero en lo que tiene de humana participa en las imperfecciones, limitaciones y miserias de todo ser contingente. Y de aquí nace la permanente paradoja del ser humano y su íntima tragedia. De la coexistencia, en un mismo ente, de cualidades y de defectos aparentemente contradictorios”. [2]

No, Javier, la política es algo más que una historia de ángeles y demonios en donde unos se “salvan” y todos los demás se “pierden” o se “condenan”. Primero y antes que nada, la política es un llamado permanente para generar una forma de coexistencia, de convivencia, de organización social, humanamente deseable y posible. En otro libro que debería leer cuando tenga tiempo -y que por este medio pongo a su disposición con el aprecio de siempre (solo dígame el modo de hacérselo llegar)-, Política para Amador, el filósofo español Fernando Savater afirma: “Lo único indudable es que en todas las sociedades humanas (y en cada miembro individual de esas sociedades) se dan razones para la obediencia y razones para la rebelión. Tan sociables somos cuando obedecemos por las razones que nos parecen válidas como cuando desobedecemos y nos sublevamos por otras que se nos antojan de más peso. De modo que, para entender algo de la política, tendremos que plantearnos esas diversas razones. Porque la política no es más que el conjunto de las razones para obedecer y de las razones para sublevarse...”. [3] Las razones que usted esgrime, Javier, para apoyar a Ramón Galindo, son tan loables como las mías en mi decisión de apoyar a Mario Vázquez. Y fíjese cómo no hago referencia al pasado suyo o al de Ramón para negarles la posibilidad de una reconciliación -a la que usted, simpáticamente alude y le llama: “Un pacto de palabra en el que nos hemos dado la mano, después de varias diferencias”-, porque ambos están en su derecho de pelearse y reconciliarse cuantas veces lo deseen o lo consideren útil o necesario, en ese afán permanente de construir un PAN mejor o más fuerte.

Lo que no es posible, lo que no se vale, es la descalificación infundada en contra de quienes, dentro de este proceso de construcción permanente del Partido que anhelamos, hemos decidido no apoyarlo a usted o apoyar a otros. Esta afirmación no es gratuita, halla sustento en otro párrafo de su misiva: “El problema es que a veces gana el desánimo de los más que no participan, y las cosas terminan resolviéndose entre un universo menor que, además, se desgaja en intereses de grupo, necesidades personales, traiciones, miedos y mezquindades”; sin querer entender que las suyas, las de usted, Javier, no son las únicas razones válidas para apostarse en favor de alguno de los candidatos. Considere el caso de todos aquellos que, en su momento, lo apoyamos a usted en sus aspiraciones previas. Yo, por ejemplo, este que ha decidido apoyar a Mario Vázquez en 2014, es el mismo que lo defendió a usted en 2009, cuando se postuló a diputado federal; el mismo que trabajó en favor de la precandidatura de Pablo Cuarón en 2010, a ruego suyo; también el que coadyuvó en la campaña de Gabino Cué, en Oaxaca, a solicitud suya también; el que peleó por usted y fue pieza clave en su triunfo de 2012, para que accediera al cargo que ahora ostenta; y que en 2013, cuando usted decidió que no iba a impugnar la resolución que lo absolvía a usted junto con otros dos coacusados de los desmanes de aquel año, no cuestionó sus motivos ni lo llamó a cuentas, porque consideró que sus aspiraciones personales (o como les podría llamar usted: “Apetitos”, “sentimientos” o “pasiones”) por acceder a la Presidencia del CEN eran tan legítimas como las de cualquiera de los contendientes de esta fecha. Quisiera creer que la disposición, la entrega y el trabajo realizado en beneficio suyo desde 2009 y en todos los años subsecuentes, tienen un valor intrínseco, por lo menos el del agradecimiento, para reconocer que en esta hora, tengo todo el derecho de apoyar al candidato que considero con mejores cualidades o con mayores méritos. Entonces, Senador, cuide sus palabras, piénselas dos veces, porque muchas de esas personas a las que descalifica, en el pasado inmediato pelearon sus batallas con uñas y dientes. Y conste, Javier, que el apretado resumen previo obedece a una exigencia derivada de su propio texto, cuando afirma que “tenemos que hacer un esfuerzo honesto por llamar las cosas por su nombre sin escondernos en eufemismos verbales”.

En ese afán aclaratorio, le comento que hace poco, luego de la inocultable derrota que sufrió su candidato para el Consejo Nacional, le escribí a un allegado suyo:

“Yo creo que el aprecio y el respeto hacia [Javier] son innegables. Ahí están los hechos. En segundo lugar, no empecemos con calificativos personales porque esos sí distancian: No me pueden llamar, ni usted, ni nadie, ‘pragmático’, ‘desleal’, ni nada por el estilo. En su momento, fui y le he sido leal a mi palabra y a mis compromisos, empezando con la defensa de Javier Corral. Sin embargo, […], en política, la lealtad se alimenta y puedo decir, de mi parte, que llevo semanas, meses, intentando hablar con [Javier] sin ningún resultado. Y el motivo de la charla siempre fue el asunto del CDE, no solo asuntos personales míos; él […] decidió unilateralmente apoyar a quién él quiso y punto. ¿Acaso le llamó a alguien, a Camelo, a Arronte, a Cisneros, a Zubía, a Pepe, a mí, etc., para decidir cómo y a quién íbamos a apoyar? No. No lo hizo. […]¿Solamente porque es Javier Corral debíamos de apoyarlo? ¿Debía apoyar la decisión que su hermana tomó por mí y, para el caso, por todos, de apoyar a Galindo? ¿A quién le preguntaron? ¿Cuándo? ¿Cómo? […] no nos lastimemos con las palabras. Porque esto no se acaba hasta que se acaba. Lo que el Senador haga o deje de hacer es muy su asunto; y yo lo respeto en sus decisiones como lo he respetado en el pasado. Ahora solo pido que se respeten las mías y no se me descalifique gratuitamente porque no me lo merezco. Porque si empezamos con los recuentos, reproches o señalamientos, le digo, sería el cuento de nunca acabar, porque aquí nadie, […], nadie, puede arrojar la primera piedra”.

Hasta aquí la cita. Lo que escribí en esa breve nota, lo repito y lo reitero por esta vía: Lo que usted haga o deje de hacer es muy su asunto; y yo lo respeto en sus decisiones como lo he respetado en el pasado. Ahora solo reivindico mi derecho a que se respeten las mías y no se me descalifique porque no me lo merezco.

En otro orden de ideas, siento decirle que está usted muy lejos de ser esa especie de poseedor de la verdad absoluta que se barrunta tras sus líneas. Le reconozco, en todo lo que valen, su trayectoria y su mérito como legislador panista, sin embargo, ninguna de ellas lo salva a usted, en lo personal, en su carácter de individuo, de incurrir en yerros y equívocos en ocasiones rotundos e insalvables. Escribe usted:

“[Los dirigentes deben] delimitar con toda claridad la relación con los gobiernos del PRI, a partir del necesario contrapeso, equilibrio, escrutinio y denuncia que está llamada a ser la Oposición frente al Gobierno Estatal”.

Es una pena que, para variar, en la última conversación que sostuvimos usted y yo meses ha sobre el particular, me haya oído sin escucharme; porque en aquella ocasión insistí en que, de tiempo atrás, se venía perfilando una corriente hacia el interior de la actual Legislatura, en la que el GPPAN había adelantado una firme oposición a los tejes y manejes del Gobierno del Estado, no solo con la anuencia del Presidente del CDE, Mario Vázquez, sino además con su apoyo irrestricto. Quien insinúe que la dirigencia del PAN en el Estado no ha delimitado con toda claridad su relación con los gobiernos del PRI (del Estado, de Chihuahua o de Juárez), a partir del necesario contrapeso, equilibrio, escrutinio y denuncia, no solo falta a la verdad sino que se viste de ridículo pues no otro ha sido el eje sobre el que ha gravitado el quehacer de la representación panista en el seno del Congreso local durante la actual Legislatura. Pregunte a alguno de los diputados locales que apoya a Ramón Galindo y podrán confirmar mi dicho.

Párrafos después, usted apunta:

“El dilema [respecto a que los “grupos” ya se pusieron de acuerdo] es absolutamente falso, porque ahora, todos los miembros del Partido, mediante el voto directo que conseguimos en nuestra Asamblea Nacional de reforma de estatutos podremos votar en cada uno de nuestros municipios, mermando la acción de los grupos, y lo haremos en dos rondas de votación que se realizará de manera simultánea el mismo día, por lo cual nos entregarán dos boletas electorales, en una boleta marcaremos nuestra primera opción, y en la otra, nuestra segunda opción”.

Y es falso. El artículo 33 de la convocatoria, textualmente reza en lo conducente: “En caso que ninguno de las planillas obtenga la mayoría y diferencia establecidas en el artículo 62, párrafo 2, inciso c), de los Estatutos del Partido, se deberá convocar de inmediato a una segunda ronda en la que solamente contenderán las dos planillas que hayan obtenido el mayor porcentaje de votos. Dicha ronda deberá celebrarse a más tardar siete días después de la primera ronda (4 de mayo de 2014). Para dicha ronda quedarán habilitados, los mismos horarios, centros de votación, funcionarios y representantes, salvo casos excepcionales”. [4]

Las anteriores, son claras muestras no solo de que es posible mentir de modo involuntario (pues quiero pensar que sus yerros son fruto de la ignorancia y no de la mala fe), sino de que erigirse en una especie de “Guardián de la Verdad” es una tarea excesivamente onerosa e ingrata, una carga inhumana e inalcanzable para nosotros, pobres mortales.

Sin embargo, ya para concluir, permítame manifestarle que el verdadero motivo de estos párrafos no lo inspira el temor de que pueda usted arrastrar a nuestros jóvenes a una “Cruzada” equívoca; ni tampoco el malestar que pueda yo sentir por la festiva descalificación a la que me han sometido, entusiastas, sus mermadas huestes en la querida Ciudad Juárez; ni mucho menos, a que sus fallos de percepción le brinden una visión torcida y retorcida de la realidad (allá usted); en lo absoluto. El auténtico trasfondo de estas líneas, es el miedo, ese sí atroz, a que en su ímpetu tropiece usted de nuevo con la misma piedra y en su afán de revancha teja usted una alianza estratégica (o táctica, lo mismo da) con nuestro adversario común.

Esa debilidad, Senador, sí resultaría del todo imperdonable y lo haría reo a usted de todos aquellos defectos y fallos morales que condena en su carta. Hago votos, Javier, sinceramente, porque en el camino de la contienda que recién está por comenzar, haya cabida para el diálogo, la aproximación y el acuerdo; indispensables para generar el bien común, tan caro para nuestro Partido.

Por último, tome en cuenta que no empleo palabras groseras ni recurro a ofensas veladas o explícitas; son sus dichos, sus hechos, sus omisiones, Senador, enfrentándolo. Por esta vía, le manifiesto a usted y le reitero el reconocimiento indeclinable a su labor como legislador de Acción Nacional, que lo hacen merecedor de toda mi consideración y aprecio. Sin embargo, en aras de la verdad, elusiva por naturaleza, creí mi deber impostergable el hacerle saber las inquietudes que han quedado plasmadas en los párrafos precedentes; quedo de usted a sus apreciables órdenes, como siempre: