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Miércoles 16 de abril de 2008

Caso Paulina, aprendamos de su muerte

Nos queda esta trágica enseñanza como una advertencia para ser más resueltos a la hora de educar


30 días se tomó la PGJ para atrapar a los presuntos responsables del homicidio cometido en contra de la estudiante de bachilleres, Paulina Luján. Eso, no es poca cosa.
El asesinato que conmocionó a los chihuahuenses por su sadismo y por tratarse apenas de una jovencita, puso en evidencia la ausencia de controles más severos de los padres con sus hijos, demostró que las autoridades educativas aún se encuentran lejos de orientar con mayor eficacia sobre los peligros que acechan a nuestros jóvenes y exhibió las debilidades de las corporaciones policíacas para proveer mayor seguridad a las familias.

La presión que la opinión pública ejerció sobre la PGJ y sobre su titular, seguramente fue determinante para que se pusiera mayor énfasis en las indagatorias dentro de los tiempos que supone la Ley, pero esto, de ninguna manera resta méritos al trabajo realizado por los investigadores y la propia procuraduría, que de confirmar todos los supuestos en contra de los presuntos responsables, aliviará de cierta forma la pena que le provocaron a la familia de la victima, podrá dejar satisfecha a la Sociedad y más que nada, permitirá a Pau descansar en paz.

Existen, como suele suceder en este tipo de casos, algunas interrogantes que sin duda serán atendidas, eso esperamos por bien de la credibilidad en la procuración de justicia.

Sobresalen: ¿ cómo es que los presuntos asesinos, que a decir de la propia PGJ, a su corta edad resultaron ser unos hampones de alta escuela, acepten su horrendo crimen por misoginia y machismo, pero se defienden del delito de violación?; según los preliminares que dio a conocer la Lic. Patricia González, no existen evidencias de que la victima haya sido violentada sexualmente, sin embargo, surge la siguiente interrogante ¿qué sentido tendría entonces, que Pau haya anotado el número del engomado del vehículo en que fue RAPTADA, si conocía a sus victimarios, tan es así que se asegura relataron los asesinos, la joven accedió a copular con ambos sujetos?; ¿acaso la estudiante no habría tenido un mal presentimiento y por ese temor y presión psicológica y circunstancial, aceptó tener contacto sexual?; ¿los preservativos los adquirieron después del RAPTO o estos sujetos ya los llevaban?.

Resulta un tanto inverosímil que estos ladrones de automóviles y ahora feminicidas, que con todo el impacto social provocado y con todo el alboroto mediático generado en torno al crimen, hayan optado por quedarse en la ciudad y no hayan siquiera pensado en huir.

Resultaría absurdo entonces, que siendo unos pájaros de cuenta, en una verdadera demostración de arrogancia delictiva, continuaran cometiendo ilícitos sin temor a ser aprehendidos, y ya capturados, confiesen su despreciable asesinato pero nieguen haber cometido violación. ¿cuál es entonces el móvil del RAPTO, sostener relaciones sexuales con su victima o simplemente era pasar un rato agradable, asesinarla y abandonar su cuerpo en un lugar alejado de la ciudad?. En fin, éstas y muchas otras interrogantes serán desahogadas dentro del proceso que tendrán que enfrentar los responsables; por lo pronto, confiemos en que las cosas se hicieron bien y la PGJ realizó un buen trabajo.

A nosotros como padres de familia y miembros de una Sociedad que aspira a ser mejor cada día, nos queda esta trágica enseñanza como una advertencia para ser más resueltos a la hora de educar a nuestros hijos sobre los peligros a los que pueden enfrentarse; a las autoridades policíacas a intensificar sus rondines por las escuelas de todos los niveles educativos; a las autoridades educativas a proporcionar permanentemente talleres de autoprotección a los alumnos y a los legisladores locales que consideren las posibilidad de adecuar la Ley Estatal de Educación, para incluir en los libros de texto, al menos de nivel primaria hasta el medio superior, los tipos de delitos más comunes que se cometen en la entidad y las penas a las que se harían acreedores los delincuentes.