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Miércoles 17 de agosto de 2011

¿De parte de quien?

“Mucho ayuda el que no estorba”


“Mucho ayuda el que no estorba”

Hay infinidad de anécdotas que sirven para ilustrar situaciones que de otra forma serían difíciles de definir, las anécdotas tienen la característica de ser una relación de hechos que ponen en evidencia las auténticas motivaciones de sus actores y dejan poco margen para las especulaciones teóricas y los pretextos ideológicos. Ya entrados en este ambiente de relatos recordemos una ocasión en la que fuimos convocados varios entusiastas de la ecología para realizar una exploración en una de las pocas zonas vírgenes que se conservan en nuestro país, nuestro viaje se organizó bajo la premisa de ser sumamente respetuosos con el entorno en el que íbamos a penetrar y nos había quedado bien claro que cualquier acción desordenada de parte nuestra era indeseable pues alteraría el equilibrio de aquel arcaico paraíso.

Hablando coloquialmente diremos que nuestro guía “nos leyó la cartilla” acerca de la importancia de la disciplina e inclusive nos hizo firmar un convenio en el que aceptábamos pagar onerosas multas por cada trasgresión ecocida que cometiéramos cuyo monto sería aplicado rigurosamente a remediar el daño que pudiéramos haber causado, quede pues aclarado que nos la estábamos tomando muy en serio acerca del cuidado que deberíamos mostrar durante nuestra incursión, quedaba por supuesto descartado el uso de cualquier tipo de arma porque de ninguna forma se trataba de una cacería, como todo convencido entusiasta, quien busca compartir y extender la validez de sus motivos con todo el que quede dentro de su área de influencia, en esa ocasión además de nuestro grupo el guía se hizo acompañar de sus dos hijos para indoctrinarlos en su causa, adolescente uno y el otro apenas un poco menor que su hermano, pero ambos dotados de la audacia a la que impele la curiosidad juvenil por conocer el mundo que se les presenta novedoso y enigmático, así que armados únicamente con cámaras fotográficas y de video iniciamos aquella cacería virtual para obtener las mejores imágenes y movidos por el propósito de sacarle todo el provecho posible a nuestra aventura, habíamos avanzado a marcha forzada completando ya una jornada y estábamos por completar la segunda, nuestro guía mostrando una loable congruencia en su desempeño con su ideología, constantemente vigilaba el cumplimiento de nuestro compromiso de respetar las reglas establecidas y nos advirtió que estábamos entrando en territorio peligroso porque era zona de linces, felinos peligrosos por ser poseedores de una ferocidad y una audacia que los lleva a atacar presas aún mayores que ellos.

Todo ocurrió tan inesperadamente que la mayoría de nosotros no tuvimos capacidad de respuesta, nuestro guía y tutor estaba precisamente abocado en cumplir con su papel educador al estar dándonos explicaciones y advertencias, cuando un grito y un rugido nos sobresaltaron, era el menor de los jovencitos que como lo recomiendan la decencia y la higiene se había apartado del grupo apenas unos pasos para aliviar la presión de su vejiga repleta sobre un arbusto cercano El lince relampagueó sobre el muchacho y le cayó encima con toda la ferocidad que su instinto le dictaba al ver dentro de su territorio a una presa pequeña y desprotegida, algunos nos quedamos pasmados, inmóviles ante la sorpresa y sin saber como reaccionar, luego los instintos se nos detonaron también solo que de diferente forma en cada uno de nosotros; el muchacho mayor corrió impulsivamente en auxilio de su hermano y pretendió con solo sus manos y sus gritos arrancarle de encima al enfurecido animal, más lo único que logró fue que el lince se arrojara también sobre él y lo atacara con igual saña. Ninguno de nosotros esperábamos el estruendo del disparo que certeramente derribó al felino impactándolo de lleno, aún antes de expirar se revolvía furioso tratando de causar más daño, un segundo disparo puso punto final a sus impulsos asesinos y el breve silencio que siguió fue luego interrumpido por los gritos de dolor de los muchachos y las exclamaciones de asombro que apenas entonces acertaron a brotar de nuestros crispados pechos.

Azorados volvimos la vista hacia nuestro guía que rápidamente guardaba una pistola y se abalanzaba ansiosamente para atender a sus hijos heridos, obviamente la excursión se interrumpió, esa misma tarde desandamos el camino apresuradamente y apoyados por un equipo de rescate que salió a nuestro encuentro los chicos recibieron los auxilios médicos que les salvaron la vida y a los demás nos permitieron conservar la grata vivencia de haber sido testigos del afortunado desenlace de esa anécdota. Por supuesto que a agua pasada abundaron los comentarios y diferendos hubo, pues no faltó alguno de aquel grupo que señalara ácidamente la aparente incongruencia del guía quien antes y durante la expedición tanto nos insistiera en el respeto a todas las formas de vida con las que íbamos a tener contacto y luego mostró ser portador de un arma con la que de una forma tan drástica pusiera fin a la vida del fiero ejemplar que nos atacó.

Llegados esos comentarios a oídos de Gregorio el guía, nuestro ahora inolvidable amigo hizo uso de su derecho de réplica y en una forma por demás sencilla completó su función didáctica en provecho nuestro al decirnos; Llegan a nuestra vida algunos momentos decisivos en los que las teorías se ven confrontadas por la práctica, siempre salgo al monte con ánimo de respetar la vida que nos circunda pero sabiendo que con las fieras no se puede razonar por eso cargo la pistola y la uso para protegerme y defender a los que guío, se también que un lince que prueba sangre humana irremediablemente desarrolla una astucia que lo hace volver sobre estas presas por lo que lamentablemente hay que sacrificarlo. En medio de su sencillez nos dio toda una lección práctica pues percibe que una cosa es tener perfectamente definidas las ideologías y otra muy diferente llegar a convertirse en prisioneros de ellas, estas se pueden llegar a constituir en una trampa si por efecto de una tozuda necesidad de autoafirmación llegamos a esgrimirlas como posturas dogmáticas, inflexibles e imprácticas, que por bienintencionadas o acertadas que puedan parecer en algún momento, asimismo fácil e inadvertidamente las volvemos escleróticamente disfuncionales si las privamos de la flexibilidad de una continua adaptación a las circunstancias que es el secreto que ha permitido la actualización de nuestra especie a las exigencias de cada época. La práctica es la prueba de fuego que tamiza la validez de las ideas.

Javier Sicilia y los que hoy adoptan posturas intransigentes desde su olimpo intelectual no pueden asimilar ni comprender que sus apreciaciones responden más a elucubraciones ideológicas que a eventos concretos de esta realidad descarnada que experimentamos, omiten considerar que esta lucha no es la romántica confrontación de postulados doctrinales enarbolados por idealistas, el paradigma que vivimos está definido por la inmisericorde agresividad de una delincuencia aparentemente organizada pero internamente confrontada y sanguinariamente lanzada en ofensiva contra esta sociedad que pugna por ser organizada y justa haciendo uso de los recursos previstos por la ley para preservar un orden y una paz sustentados en el estado de derecho ejercido por los que democráticamente hemos elegido como nuestros gobernantes.

Los delincuentes ejercen una rebeldía inaceptable en tanto que no es con manifiestos ni con marchas sino con una violencia letal propia de la subespecie feroz en la que se han convertido, esa con la que depredan a todos los que no reconocemos la imposición de su ilegítima pretensión de crear un coto de caza expandible en el que quedamos reducidos a condición de presas quienes estamos dentro de este territorio nacional del que pretenden adueñarse en forma definitiva. Para quienes se autocalifican como intelectuales solo porque han hecho del indefinido mundo de las palabras y las ideas el limitado universo de sus vivencias y se convierten en pacifistas a ultranza pues han caído en una enfermiza desconexión con esta situación que no por desagradable pierde vigencia, sus apreciaciones rayan en la paranoia al no considerar la determinante y prosaica influencia que tienen LOS BRUTALES HECHOS PERPETRADOS Y NO TANTO LAS IDEAS REBUSCADAS que inciden determinantemente en la conformación de esta dura realidad que tanto ofende la delicada sensibilidad de los teóricos pero que en cambio motiva a la acción a los prácticos quienes sin tanto bla, bla, bla, simplemente asumen con determinada valentía su derecho de autodefensa y su responsabilidad de proteger hasta sus últimas consecuencias a quienes están representando por mandato de ellos mismos.

Siguiendo el hilo lógico de las actitudes demostradas en estos casos y traspolando la vigencia de las situaciones al ejemplo de nuestra aventura ecológica, imaginemos el resultado que aquella hubiera tenido si en vez de aquel sencillo guía de nuestra historia, hubiera sido el sofisticado Javier Sicilia el que nos condujera… a estas alturas todos estaríamos ya digeridos y excretados porque sin lugar a dudas nos hubieran devorado el felino y sus congéneres mientras nuestro ideólogo estaría todavía buscándole tres pies al lince sabiendo que tiene cuatro, si se pudiera aún estaría regañándonos por nuestro atrevimiento de ir a molestar al gato y estaría enfrascado en una estéril discusión con la irracional bestia acerca de los motivos del lince, elaborando toda una currícula acerca de la necesidad de educar a todos los expedicionarios a fin de que ni siquiera se les ocurriera pisar el territorio de las fieras

El Señor Sicilia parece estar plenamente convencido de tener la absoluta razón y por ello autorizado para imponerle sus criterios al Comandante Supremo de nuestras fuerzas defensoras entre las cuales está él incluido, él por haber jurado bandera como conscripto, olvidando que si bien puede tener sus razones para desear la paz – como podemos tenerlas muchos otros – maneja torpemente la poca información que posee al respecto, lo que en este caso reduce su opinión a una mera y elemental percepción de estos complejos asuntos, obvia considerar que esa paz se obtendrá solo como consecuencia del triunfo en la lucha contra los que la destruyen cuando infringen el derecho ajeno, Javier simplonamente la exige como si fuera un postre ya preparado que se le estuviera escamoteando deliberadamente. Con todo y lo inteligente que crea ser y lo mucho que se lo haga creer la resonancia de esa cohorte de “simpatizantes” que tampoco alcanzan a ver más allá de sus ingenuas concepciones ideológicas. ¿No alcanzará a comprender? que no estamos lidiando con seres humanos íntegros sino con entes animalizados quienes a pesar de conservar formas humanas, se han privado a sí mismos de esa categoría al ser por voluntad propia las primeras víctimas cerebrales de haberse matado los millones de neuronas que permiten que el humano sea un animal racional y así han retrocedido al nivel de mera animalidad como consecuencia irreversible del abuso que hacen de esas mismas drogas con cuya distribución atacan a nuestros indefensos y desprevenidos jóvenes. ¿Quiénes son pues los idiotas y quienes los traidores?

Si desde su abstracta condición iluminada conserva la capacidad de escuchar, entérese Sicilia que otros quisiéramos verlo así de valiente con el discurso reivindicador de su innegable derecho a la justicia, pero plantado frente a los auténticos responsables de su tragedia, más no hemos visto que a ellos les reclame en el mismo tono enérgico que se recluyan en sus cuarteles y tampoco les ha exigido que pidan perdón por los sangrientos excesos de los que han hecho víctimas a tantos en este tema en el que Sicilia demostró interés solo hasta que la desgracia tocó a su familia, eso ante nuestros payos ojos demerita en mucho su supuesta valentía, usted escoge ¿le aplicamos el cínico dicho? “no hay loco que coma lumbre”, o disculpamos su falta de capacidad para captar el hecho de que son aquellos los que nos tienen sumidos en esta guerra surgida de la necesidad de defendernos. Muchos pensamos que Sicilia desde la comprensible enajenación de su dolor abusa de la obligada tolerancia que deben mostrarle los legítimos representantes de la autoridad y abusa de los foros públicos al pretender hablar a nombre de la sociedad como si esta se circunscribiera solo al bizarro grupo que lo acompaña muchos de los cuales son solo reconocidos oportunistas que ahora lo lanzan por delante en abono de sus soterradas intenciones y que todos juntos de ninguna manera representan al enorme resto de este México que, no de ahora que él ha asumido su protagonismo sino desde hace muchos años estamos exigiéndole al gobierno que nos defienda de nuestros sanguinarios verdugos.

Señores “Sicilianos” desde nuestra insignificante y nada refinada apreciación que dista mucho de tener los méritos con los que los se auto reconocen y se auto aplauden ustedes los “intelectuales” - que ahora demuestran tan poco intelecto al reaccionar más con las vísceras que con el razonamiento - permítanos recordarles desde nuestro elemental primitivismo que “mucho ayuda el que no estorba”, ¿no les parecen suficientes los frentes de lucha que enfrentan nuestros gobernantes como para que todavía ustedes les estén pasando la factura de lo que les hacen otros distrayéndolos de sus primordiales obligaciones para apaciguar la santa indignación de sus ideológicos berrinches? aparte de ustedes mismos, están en todo caso… ¿de parte de quien?.

Aurelio Antonio Tiscareño