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Lunes 8 de diciembre de 2008

Dos años de Calderón, ocho del PAN

Calderón ha sido y parecido mejor presidente que Fox, sin duda


Ayer se cumplieron dos años de la administración del presidente Felipe Calderón. Es la tercera parte de su mandato; no es tiempo suficiente para proyectar en perspectiva un balance de gestión, pero se puede ir sacando el tiempo que resta. No se atisba en el horizonte que las condiciones económicas venideras le serán más propicias, lo que debiera obligar a un análisis retrospectivo no sólo de este gobierno, sino del PAN en el gobierno.

Hasta el momento Calderón ha sido y parecido mejor presidente que Fox, sin duda, y quizá esto le conforme a él, pero no a quienes creemos que puede ser mucho mejor gobernante; no a quienes sostuvimos que, dada su formación panista y la experiencia de su batalla por la democracia, podríamos tener un Presidente demócrata y reformador, capaz de retribuir a la gente su esperanza de cambio en la transición política. A él se le depositó esa doble tarea por lo que no pudo o no quiso hacer su predecesor y por la responsabilidad de su propio momento.

Calderón reconstituyó, por lo menos formalmente, la figura presidencial. No fue un paso menor; de inmediato tomó la decisión de enfrentar al crimen organizado. Es valiente y patriótica su definición de Estado: el narcotráfico es un cáncer que lacera la vida de miles de familias mexicanas. A veces parece una guerra interminable a la luz de la debilidad de las armas con que combate e infiltradas las estructuras de gobierno. Pero tomó una apuesta de largo plazo en un asunto que no podía eludirse más y justifica por ello la posposición de otros pendientes estatales.

Al igual que en el gobierno de Fox se han operado cambios en diversos órdenes. En los dos gobiernos hay transformaciones por la acción de hombres y mujeres ligadas al pensamiento y la lucha del PAN. Sería mezquino negar los datos que ponderan prestigiados organismos internacionales e incluso voces análiticas como las de Jorge Castañeda G. y Manuel Rodríguez W., que en Y México por qué no (FCE), consideran: “Los últimos 13 años, es decir, los cinco del sexenio de Ernesto Zedillo, los seis de Vicente Fox y los dos de Felipe Calderón, siendo insuficientes, insatisfactorios y decepcionantes, son los mejores que ha vivido el país desde principios del decenio de los 60, hace ya casi medio siglo”.

En mi caso, sostengo que son los años de gobierno del PAN mejores a los de varios gobiernos priístas, y en no pocos rubros podrían superar a varios de ellos juntos. Pero no está ahí la insatisfacción y el desencanto de quienes hemos ejercido la crítica, incluso desde adentro del PAN, sino en las oportunidades perdidas de democratizar a fondo la sociedad, propiciar un verdadero cambio de régimen, poner fin a los privilegios indebidos de actores públicos y privados, detener la creciente sustitución de los poderes formales del Estado por los poderes fácticos, y poner en práctica una de las banderas más caras del panismo: su definición antimonopólica, en lo político y lo económico. Nos encontramos, tanto en el caso de Fox como ahora con Calderón, con omisiones esenciales en el campo que ha sido nuestra principal promesa: la democratización del país.

Los pilares del régimen autoritario en que se fincó la hegemonía priísta están intocados a ocho años de que el PAN tomó el poder federal, y en algunos casos se han visto fortalecidos. El entramado de complicidades corporativas —con insospechado cinismo en ciertos líderes sindicales— y sectores monopólicos —con abusos documentados en tv y telecomunicaciones— está vigente, y no sirve a la ética del PAN, sino a la lógica del PRI. Quizá por eso hemos visto la recuperación asombrosa del PRI en algunos estados este 2008 y por ello escuchamos que se anuncie para 2009 su vuelta a la Cámara de Diputados como primera fuerza, pues tampoco creo que les dé para una mayoría.

No es que el PRI se esté recuperando como un partido o que le inspire una conversión paulina por la decencia y la honestidad; más bien pienso que el que se está perdiendo es el PAN y por segunda ocasión estamos a punto de posponer reformas sustanciales que generen calidad de vida democrática, en la que los valores deformados y la cultura de la simulación no prosperarían con la eficacia hasta hoy sostenida.

Profesor de la FCPyS de la UNAM