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Lunes 19 de abril de 2010

Ecología política

Partamos de la base de considerar que hay algunas realidades que son tangibles y otras no lo son tanto


Partamos de la base de considerar que hay algunas realidades que son tangibles y otras no lo son tanto

Partamos de la base de considerar que hay algunas realidades que son tangibles y otras no lo son tanto, aunque los efectos de unas y de otras, esos si que los percibimos muy palpablemente.

Sobra decir que en el universo todo está sujeto a un proceso evolutivo, que nada es estático, antes bien todo se encamina hacia su plenitud, conforme vamos evolucionando como sociedad y como individuos nos vemos sujetos a esta dinámica y al ir superando etapas, adquirimos nuevas visiones tanto de lo que dejamos atrás, de lo que enfrentamos como presente y de lo que se nos plantea como futuro, es decir; nos vamos actualizando.

Visto desde esta óptica, resulta que ningún concepto está realmente completo, siempre habrá algún aspecto que revisar y alguna implicación por descubrir, lo cuál resulta apasionante para quienes buscamos la íntima relación que guardan entre si todas las verdades particulares que asombrosamente van resultando ser complementarias de esa grande y maravillosa verdad universal a la que conocemos genéricamente como “El Bien”.

Y como producto de esa evolución del pensamiento, Cada vez con mayor amplitud empieza a manifestarse un concepto al que antes no le hemos prestado especial atención, pues cuando hablamos de ecología, generalmente reducimos ese término a la acepción que menciona nuestra relación con el medio ambiente natural de nuestro planeta, cuando en realidad debiéramos entenderlo con mayor amplitud porque existen otros ambientes donde también nos desenvolvemos y que son igualmente importantes.

Tenemos muchas cosas por aprender, una de esas cosas es que aunque muchos de nosotros consideramos la política como asunto de unos cuantos y nos sentimos muy aparte de ese ambiente, en realidad la política la tenemos - como se dice comúnmente - “metida hasta la cocina”, porque cada uno de los víveres que ahí preparamos, el combustible que para ello usamos, el refrigerador en el que los guardamos y la energía que lo hace funcionar y hasta el lugar donde tiramos lo que desperdiciamos, está directamente afectado por las decisiones que se toman por las personas que actúan en la política.

Digámoslo lisa y llanamente, queramos o no, concientes o no, todos estamos metidos hasta el cuello en este asunto, que si no en la función de tomar decisiones, al menos ¡y mucho! en las consecuencias de esas decisiones.

Y si nuestra participación en política es inevitable, porque a fin de cuentas “política” – por definición, es “todo lo que el pueblo hace” - entonces es necesariamente un ambiente en el que todos tenemos que vivir y convivir sin tener otra opción más que estar insertados en esta interrelación, por ello tendremos entonces que ir pensando en hacerlo en mejor forma. Porque así como ya estamos tomando conciencia de que es necesario que preservemos de la depredación el medio ambiente natural, también es urgente que tomemos conciencia de que es necesario que tratemos al ámbito político con mayor cuidado y procuremos su conservación, pues como lo decían nuestros viejos: “Hasta los puercos saben que no deben ensuciar el agua que se han de beber”

No seríamos el primer pueblo que desatendiera este aspecto y que por ser descuidados luego tuviéramos que pagar caro las consecuencias, la historia está llena de ejemplos de ello, incluso en este momento, vemos como algunos países enfrentan las consecuencias de no haber tratado sus asuntos como se debe. Ese desaseo en el manejo de los asuntos de la política es aquello a lo que llamamos “corrupción” y que generalmente se la achacamos a los que de una u otra forma se desempeñan en cargos públicos, si analizamos a fondo el asunto resultaría que – parafraseando aquel lema del programa de gobierno en épocas Salinistas que rezaba “la solución somos todos” -, la cuál el mordaz ingenio popular lo convirtió cínicamente en una aceptación tácita de una culpa compartida por todos los mexicanos al transformarla en “la corrupción somos todos”.

Y está a la vista de todos nosotros que las consecuencias de esa realidad, empiezan a alcanzarnos. ¿Estaremos a tiempo de evitar que caiga sobre nosotros el alud del lodazal que hemos ido acumulando durante tanto tiempo?. Tenemos que estar perfectamente concientes de que cual si fuera un enfermo con heridas infectadas y ya malolientes, nuestro pueblo necesita una terapia intensiva que le permita recuperar la salud; nuestro país necesita que lo tratemos mejor, no sólo en la conservación de sus mares, ríos, campos, montañas y todos aquellos recursos naturales de los que nos ufanamos. Debemos darnos cuenta que ¡Los seres humanos y nuestras acciones son otro recurso natural de nuestro país!, pero no lo hemos entendido así y nos maltratamos tanto que parece que quisiéramos acabar unos con otros

El necesario buen trato y respeto que nos debemos los unos a los otros, no puede sin embargo degenerar en una actitud irresponsable de permisividad hacia las malas actuaciones que algunos de nosotros cometamos, las buenas intenciones solamente se demuestran mediante buenas acciones y para lograr cumplir con el compromiso que tenemos para lograr el saneamiento de este entorno político en el que medramos, nos es indispensable el establecimiento de reglas claras y de un enérgico ejercicio de la ética en todas nuestras acciones mediante el estricto cumplimiento de la ley haciendo a un lado las conveniencias particulares en la búsqueda de un bien común.

Nuestra evidente realidad ya no soporta más el discurso demagógico, ninguno de nosotros como individuos o como grupo tenemos la razón absoluta, tenemos que escucharnos unos a otros, tenemos que ceder en nuestras posturas radicalizadas, tenemos que acceder a un nuevo orden social producto de la negociación y la concertación. TODOS TENEMOS QUE CAMBIAR, el viejo e intolerante discurso de la lucha de clases ha sido tan arbitrariamente manipulado que ya no es una lucha de “los de arriba” contra “los de abajo”; esto ya se ha convertido en una lucha de todos contra todos, la defensa a ultranza de los derechos individuales ha dado como resultado un individualismo exacerbado en el que cada uno de nosotros ya no nos sentimos parte de esta nación ni vemos a los demás como hermanos de raza sino como enemigos, nuestra patria está dividida hasta los cimientos y amenaza con derrumbarse. Si esto sucede no habrá ganadores ni vencidos, el desastre nos arrastrará a todos.

Afortunadamente esto aún no sucede, aunque parece ser que estamos ante la última oportunidad de remediarlo. La madeja tiene que empezar a desenredarse por la punta, por eso tenemos que irnos trabajar en el saneamiento de la más básica de las expresiones de la política: la acción electoral, en la que bajo el prejuicio de que “en el amor y en la guerra todo se vale”, todos los bandos se han auto-concedido la comisión de todos los recursos - éticos o no -, con tal de sacar adelante su propósito.

Por eso ¡URGE! rescatar al IFE y los IEE´ s de las manos de los actores partidizados de la política, es un principio básico de la aplicación de la justicia el que en un proceso no se puede ser juez y parte, el IFE y los IEE´ s tienen que ser ciudadanizados de nuevo sin excusa ni pretexto y una vez lograda esa depuración de principios democráticos, el organismo debe de convertirse en un juez severo de los procesos y campañas de todos los aspirantes, que como cirujano experto extirpe todos los tumores cancerosos que afectan al buen desempeño de la política en nuestro país cancelando el derecho a la participación a todo aquel que contamine los procesos - internos o externos – con el uso de recursos censurables.

La sociedad tiene que oír su propio clamor y darse cuenta de que en mucho, lo que estamos haciendo es quejarnos en contra de nosotros mismos, de nuestra apatía y de nuestra dejadez. Ha llegado la hora de asumir una actitud de madurez y reconocer que si nos han fregado es porque los hemos dejado, la única forma en la que nuestra protesta será reivindicada, es que atiborremos de votos la urnas en las próximas contiendas para que los que resulten ganadores entiendan que la sociedad en su conjunto estamos de pie, con una poderosa manifestación de presencia, no sólo para mandarlos, porque para eso los elegimos, no para que sean “autoridades” sino para que nos representen a los que somos la verdadera autoridad aceptable dentro de una verdadera democracia o sea el pueblo, más no sólo para mandarlos a cumplir con la función que les encomendemos y premiarlos por ello si lo hacen bien, sino para demandarlos inclusive jurídicamente en caso de que fallen a su encargo y para castigarlos según proceda el caso.

Pero para ello es indispensable que asumamos a nivel individual nuestra propia responsabilidad, que dejemos de manejarnos convenencieramente, que más allá de los colores partidistas – esto no es un juego de fútbol, ni una pelea de gallos - votemos valientemente por la opción que represente un verdadero beneficio para nuestra nación, que signifique un rompimiento con el estado de cosas tal y como están, este país enfermo, infectado de desconfianza y de “valemadrismo” resentido necesita antes que nada una limpieza en su alma colectiva y eso sólo lo podemos hacer nosotros limpiando a fondo nuestra alma personal y sobre todo, evitando contagiar de nuestros vicios a nuestros jóvenes, que siendo nuestros testigos, de nuestro ejemplo aprenden a vivir.

¿Te gustaría ver a tu hijo enfermo del espíritu?, ¿Tus acciones le están enseñando hoy a mantenerse limpios de toda corrupción?, o… ¿Acaso tú mismo estás metiendo en tu hogar la suciedad que lo corrompa? Vacúnalo, enséñale a ser ecológico… hasta en la política.