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Martes 6 de enero de 2009

El juicio de Fidel

A la primera sesión fue conducido, en calidad de principal acusado, el joven abogado Fidel Castro Ruz


Uno de los momentos más recordados en el siglo XX, fue sin duda, el 1 de enero de 1959. En la madrugada de aquel día, las fuerzas revolucionarias entraron a La Habana, capital cubana. Al día siguiente llegaron las tropas comandadas por Camilo Cienfuegos y el Che Guevara, Ese mismo día, las tropas tomaron el palacio presidencial y así se consumó el triunfo de la Revolución Cubana cuya cabeza era Fidel Castro Ruz.

Pero previo a la consumación del triunfo de la Revolución Cubana, hubo una serie de claroscuros que marcaron para siempre la historia de la vecina isla del Caribe, uno de ellos fue el famoso 26 de julio de 1953, donde un grupo de jóvenes comandados por Fidel Castro, intentaron tomar el Cuartel Moncada ubicado en Santiago de Cuba. La acción fracasó y llevó a los participantes a un juicio público, del cual la figura fue el mismo Fidel.

El 21 de septiembre, de 1953, se inició el juicio por los sucesos del 26 de Julio de aquel año. A la primera sesión fue conducido, en calidad de principal acusado, el joven abogado Fidel Castro Ruz, jefe del movimiento revolucionario que luego sería denominado como de la “Generación del Centenario”, en alusión al año del centenario de José Martí.

Previo al juicio, setenta jóvenes cubanos fueron cruelmente torturados y asesinados.

Todos los acusados llegaron esposados a la sala del juicio. Fidel protestó enérgicamente por ello, “¡Señor presidente, señores magistrados, quiero llamarles la atención sobre un hecho insólito!... ¿Qué garantías puede haber en este juicio?, ni a los peores criminales se les mantiene en una sala que pretenda ser de justicia en estas condiciones, no se puede juzgar a nadie así esposado…”, exclamó enjundioso Castro, y dicho tribunal se vio obligado a ordenar que les retiraran las esposas a él y a sus compañeros. A Castro no le importó que aquella sala estuviera atestada de guardias armados.

Después Fidel se haría escuchar, vez más. Esta vez, para solicitar al tribunal que en su calidad de abogado se le permitiera asumir su defensa. Fidel se había convertido de acusado en acusador.

Dentro del juicio, se acusaba al ex presidente derrocado por Batista, Prío Socarrás de haber aportado un millón de pesos (cubanos) para las acciones bélicas en contra del régimen recién instaurado por un golpe de estado. Fidel demostraría exhaustivamente con cuánto sacrificio sus compañeros contribuyeron a reunir los fondos para la organización y compra de armas, sin ayuda de nadie ajeno a la causa. También le atribuían a Carlos Prío y a Ramiro Arango Alsina, involucrado en el juicio, la autoría intelectual del 26 de Julio. Fidel Castro, en su alegato, desmintió y aseguró que el único autor intelectual de los hechos “era José Martí”.

Castro Ruz, en pleno juicio, acusó al régimen de Batista de la eliminación física extrajudicial y tortura de detenidos, de manera contundente.

Fidel, al asumir su propia defensa y como abogado le correspondía interrogar a sus compañeros y a los propios acusadores. Eso hizo entre el 21 y el 22 de septiembre. Lo hizo vistiendo una toga prestada y así, sacó a luz horribles crímenes denunciados por sus compañeros revolucionarios, y del relato de estos pedía instruir causas a los autores en los juzgados correspondientes.

El acusado se volvió un acusador muy incómodo.

Resultaba verdaderamente desestabilizador para el régimen, que Fidel Castro continuara asistiendo al juicio en su doble condición de acusado y acusador.

Se llevó a cabo la tercera sesión del juicio. Fidel no fue presentado junto con los demás acusados, el tribunal había acatado la orden del régimen de Batista de juzgarlo a él sólo. Así, el 16 de octubre de 1953, una pequeña salita de la Escuela de Enfermeras del Hospital Civil, en Santiago de Cuba, sirvió de escenario para la continuación del juicio por los sucesos del 26 de julio, donde pronunció el ahora célebre discurso, “la historia me absolverá”.

“Quien está hablando aborrece con toda su alma la vanidad pueril y no están ni su ánimo ni su temperamento para poses de tribuno ni sensacionalismo de ninguna índole. Si he tenido que asumir mi propia defensa ante este tribunal se debe a dos motivos. Uno: porque prácticamente se me privó de ella por completo; otro: porque sólo quien haya sido herido tan hondo, y haya visto tan desamparada la patria y envilecida la justicia, puede hablar en una ocasión como ésta con palabras que sean sangre del corazón y entrañas de la verdad”, dijo ese día un iracundo Fidel cuyo alegato siguió, defiendo las acciones del 26 de julio.

“A medida que se desarrolló el juicio, los papeles se invirtieron: los que iban a acusar salieron acusados, y los acusados se convirtieron en acusadores. No se juzgó allí a los revolucionarios, se juzgó para siempre a un señor que se llama Batista...” acusaba un Castro que jugaba todas sus cartas, ese día.

La censura del régimen de Batista jugó un papel fundamental en el juicio de los hechos del 26 de julio. A grado tal que ni los libros de José Martí le eran permitidos en su celda a Castro, “se prohibió que llegaran a mis manos los libros de Martí; parece que la censura de la prisión los consideró demasiado subversivos. ¿O será porque yo dije que Martí era el autor intelectual del 26 de Julio? Se impidió, además, que trajese a este juicio ninguna obra de consulta sobre cualquier otra materia. ¡No importa en absoluto! Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro (Martí) y en el pensamiento las nobles ideas de todos los hombres que han defendido la libertad de los pueblos…”

A su vez, el régimen de Batista buscaba refutar cada una de las acusaciones de Fidel, entre ellas, que era un movimiento armado aislado, mismo que el pueblo no secundó, Castro entonces fue enfático, “Se ha repetido con mucho énfasis por el gobierno que l pueblo no secundó el movimiento. Nunca había oído una afirmación tan ingenua y, al propio tiempo, tan llena de mala fe. Pretenden evidenciar con ello la sumisión y cobardía del pueblo; poco falta para que digan que respalda a la dictadura, y no saben cuánto ofenden con ello a los bravos orientales. Santiago de Cuba creyó que era una lucha entre soldados, y no tuvo conocimiento de lo que ocurría hasta muchas horas después. ¿Quién duda del valor, el civismo y el coraje sin límites del rebelde y patriótico pueblo de Santiago de Cuba? Si el Moncada hubiera caído en nuestras manos, ¡hasta las mujeres de Santiago de Cuba habrían empuñado las armas!”

Y su ira siguió teniendo como blanco a Fulgencio Batista, “Batista dijo que los atacantes habíamos tenido treinta y dos muertos; al finalizar la semana los muertos ascendían a más de ochenta. ¿En qué batallas, en qué lugares, en qué combates murieron esos jóvenes? Antes de hablar Batista se habían asesinado más de veinticinco prisioneros; después que habló Batista se asesinaron cincuenta…”

Fidel acusó con lujo de detalles esos feroces actos. Afirmó que por las madrugadas eran sacados del campamento grupos de hombres y trasladados en automóviles a Siboney, La Maya, Songo y otros lugares, donde se les bajaba atados y amordazados, ya deformados por las torturas, para matarlos en parajes solitarios. Después los hacían constar como muertos en combate con el Ejército. Esto lo hicieron durante varios días y muy pocos prisioneros de los que iban siendo detenidos sobrevivieron. A muchos los obligaron antes a cavar su propia sepultura. Según el relato de Castro, a uno de los jóvenes, cuando realizaba aquella operación, se volvió y e hirió en el rostro a uno de los asesinos. A otros, inclusive, los enterraron vivos con las manos atadas a la espalda, según lo contado por Fidel.

Castro calificó al régimen de Batista como “ un retroceso en todos los órdenes un de veinte años para Cuba. Todo el mundo ha tenido que pagar bien caro su regreso, pero principalmente las clases humildes que están pasando hambre y miseria mientras la dictadura que ha arruinado al país con la conmoción, la ineptitud y la zozobra, se dedica a la más repugnante politiquería..” (¿Dónde habremos escuchado esto antes?)

Ya para terminar su alegato, Castro hizo referencia a Martí, apóstol de la independencia cubana, “Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo su fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la patria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!”

Castro agradeció a los magistrados por haberle permitido expresarse con libertad, durante su intenso y largo alegato. A sabiendas que el destino que le deparaba, no tenía antecedente reciente en la historia de la isla, “en cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como no la ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta hermanos míos. Condenadme, no importa, la historia me absolverá.”, pronunció un Fidel para terminar con el famoso alegato que, en vez de debilitar a Castro lo convirtió en una figura nacional…tras las rejas.

La presión local y nacional para liberar a todos los participantes en los hechos del 26 de julio, crecía cada vez más. A grado tal que comenzó a existir presión internacional sobre Fulgencio Batista para liberarlos. Batista intentó destruir a sus enemigos de la manera más ruin y, para su desgracia, los fortaleció y los convirtió en mártires, en héroes.

Sin el famoso juicio, quizás la revolución cubana no hubiera tomado la fuerza que tomó y que la hizo triunfar. El gran impulso que la misma tomó después del juicio, fue de magnitud muy amplia que hizo mirar a todo el mundo hacia la isla y el régimen de Batista.

Así, tras 22 meses de prisión en la Isla de Pinos, ante la creciente presión Castro y sus compañeros fueron amnistiados por Batista en 1955. Días después, a los jóvenes de la “Generación del Centenario” los transformó en miembros del Movimiento 26 de julio, que a la postre formaría el ejército rebelde, que con ayuda de diversas fuerzas, lograron su objetivo: derrocar a Batista el 1 de enero de 1959.

El juicio de Fidel fue el parte aguas. El momento que catapultó a la revolución cubana. Batista, en vez de eliminar al enemigo, lo hizo más fuerte, lo hizo más grande y a la postre, lo vencieron. Todo porque no conocía bien a su enemigo, pero sobre todo, porque lo subestimó. Hay que agregarle este último punto a la “lección de Fox”: no subestimar nunca a ningún enemigo, por más pequeño que parezca, esto le costó a Batista su mandato y para Fidel significó su llegada al poder.

ULTIMALETRA
En este 2009 que se avecina, nuestra querida ciudad capital, celebrará su cumpleaños número 300. Hemos pues de celebrar jubilosos esta fiesta, con unidad, alegría y orgullo. Nuestra tierra, desértica y fría, se las ha ingeniado para ser fértil, en especial con su gente. Intelectuales, artistas, toreros, escultores, cantantes, actores, cineastas, arquitectos, empresarios, entre otros muchos rubros en donde Chihuahua ha dado muchos frutos. Hay tantas historias en 300 años permanecen ocultas. Sugieran, queridos lectores, esas historias que en su hogar guardan y le agradaría que todo Chihuahua conociera, las pueden hacer llegar al blog: http://fruslero.blogspot.com