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Martes 30 de junio de 2009

El que no vota no cuenta

Seguimos gastando el dinero público en un sistema electoral basado en la mayor de las desconfianzas


Se acercan las elecciones, finalmente todos los preparativos de meses -incluso años- llegan a su fin. Aunque algunos le resten importancia porque es un proceso intermedio, hay muchas cosas en juego, el futuro del país se pone en manos de una nueva Cámara de Diputados, pero además –muy importante- no hay que olvidar el acomodo de piezas que este proceso electoral representa para elecciones subsecuentes, las que siguen, siempre pensando en las siguientes. Vendrán las locales, en Chihuahua se habla desde hace años de los posibles candidatos al Gobierno Estatal, luego otra vez federales y así seguimos, gastando el dinero público en un sistema electoral basado en la mayor de las desconfianzas. Con justa razón, no digo que no. El sistema electoral mexicano surgió a partir de una dictadura unipartidista en el cual los ciudadanos eran engañados con un supuesto panorama democrático, donde –casualmente- siempre ganaban los mismos, los organizadores de las elecciones, los que estaban gobernando.

El triunfo de Fox en el 2000 nos dio esperanzas, pensamos que México entraba en una transición democrática. El tiempo ha venido desmoronando estas esperanzas.

Hoy la opción más deseada por los ciudadanos es la nulidad del voto. Del alto porcentaje de abstencionismo ahora se promueve el voto en blanco. Me gustaría plantear unas reflexiones al respecto.

En primer lugar recordar las elecciones del 2006, en las que ya veíamos la amenaza del abstencionismo y nos propusimos desde los consejos distritales luchar para promover el voto. Desde el consejo local de Chihuahua ideamos un lema con el fin de motivar el voto: “El que no vota no cuenta”, decíamos. La reacción de algunos intelectuales partidarios del abstencionismo fue feroz, se enfadaron por el lema y se indignaron por el atrevimiento de la afirmación. Después de tres años, sigo considerando que era un lema acertado, al menos en un sistema electoral de partidos, donde los ciudadanos eligen a las autoridades a través del voto, el que no vota no cuenta, es verdad, se puede contar en muchos otros aspectos de la vida social, política y económica de un país, pero en el sistema electoral, el que no vota no cuenta, es mucho más que un lema, es una verdad incuestionable.

Valdría la pena llamar al abstencionismo si en algún apartado de la ley electoral se contemplara la posibilidad de anular las elecciones por alto porcentaje de abstencionismo. Desgraciadamente no es así. Y cuentan los votos que no son nulos, los que van y señalan un partido u otro. Es el juego denominado democracia. Muy cuestionable, por supuesto, pero es lo que hay y mientras así sea, mientras lo aceptemos, creo que debemos participar. También podemos quedarnos en casa y abstenernos o tomarnos la molestia de ir a la casilla a anular el voto pero no solucionaremos gran cosa, al contrario, ayudaremos al partido que tiene mejor infraestructura, el partido que por décadas ha ido conformando una excelente red de funcionarios incondicionales que irán a votar porque en ello les va el trabajo. Ayudaremos a ganar a los más fuertes.

En la novela de Saramago, Ensayo sobre la Lucidez, en una población ficticia, curiosamente los habitantes deciden manifestar su desacuerdo por el Sistema votando en blanco. Todos, absolutamente todos los votos en blanco. El Sistema se pone nervioso, se echa a temblar, busca culpables, se siente desorientado y decide repetir las elecciones. El resultado es el mismo, otra vez la mayoría absoluta de votos en blanco. Ante ello, el Sistema inventa culpables, acaba con ellos y sigue funcionando, como si nada hubiera pasado. Es lo terrible del sistema democrático, no tiene salida, domina suavemente, sin que se note, casi podemos creer que somos importantes y contamos al depositar el voto, tenemos una sensación de libertad muy grande porque podemos elegir entre hacer la compra en Soriana o en Alsuper y podemos elegir entre un partido político y otro, pero al final, todo es lo mismo, un sistema de dominio, donde somos prisioneros, con la ilusión de ser libres.

Con todo, sostengo la necesidad de participar en las elecciones, seguir jugando, si no vamos a tomar decisiones tajantes y hacer una desobediencia civil importante, si no estamos dispuestos a terminar con este sistema de raíz, entonces juguemos, El que no vota no cuenta, votemos.