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Viernes 26 de marzo de 2010

Escuelita

"No tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre”


"No tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre”

Como el resto del hemisferio en el que se ubica nuestro país, este estado y nuestra ciudad se ven inundados por la primaveral inflorescencia de plantas y árboles cultivados en parques públicos y jardines particulares. Nos renace con ello la esperanza, ya que este milagro anual testifica que la vida, a fin de cuentas, es un ciclo dinámico y continuo, que al renovarse nos brinda una y otra vez la oportunidad de sembrar, cultivar y cosechar la tierra, más no sólo en lo que a la agricultura compete, pues lo mismo aplica a todos los aspectos de la existencia. Hay otros tipos de siembra, los hay también de cosecha y ese es el momento justo en el que no queda lugar a dudas de cual fue el especimen que se hubo plantado, ahí es donde el Olmo ya no puede seguir fingiendo ser Peral… porque ya antes lo dijo alguien por ahí,” Por sus frutos los conoceréis”

Recogemos lo que sembramos, no hay de otra, por mucho que queramos hacerle al alquimista y transformar la esencia de las cosas, lo que es de origen innoble, ni modo que se convierta en oro nomás para guardar las apariencias. Podemos en todo caso, dejarnos atrapar en la ilusión del oropel con el que los prestidigitadores nos engañan los sentidos, dejarnos seducir por un canto de sirenas que nos endulza el oído, halagando nuestra vanidad al repetirnos hipnóticamente que somos “raza de bronce”, para luego tener que despertar abruptamente ante la patética realidad, de que a las primeras de cambio fácilmente “enseñamos el cobre”.

¿No será tiempo ya de que nos dejemos de ilusiones?, de que aprendamos a llamar a las cosas por su nombre para hacer honor a la tradición de valentía que nos heredaron nuestros verdaderos antepasados revolucionarios y no le sigamos más el juego a esa burda parodia de patioterismo que insisten en representarnos estos a los que les vemos envueltos en los colores de nuestra bandera, pero comportándose como verdaderos traidores a la patria.

Digo esto porque hace tiempo recibí una lección de vida de parte de una mujer muy pobre y muy ignorante, poseedora sin embargo de la riqueza infalsificable de haber vivido en carne propia la experiencia esa etapa trascendente de nuestra historia como lo fue la lucha armada del movimiento revolucionario de 1910.

Esa mujer fue mi abuela, viuda de un modesto teniente revolucionario, de esos que de veras dieron sangre y vida por aquellos ideales y que al morir sólo le dejó a su familia una medalla de condecoración y el viejo sable militar que conservaba como único recuerdo de sus gestas. Porque a él como a muchísimos otros, no le llegó a tiempo la justicia que le debió hacer la revolución.

Muchos años después de haberse ganado la causa, - mismos en los que nadie se volvió a acordar de aquel teniente - , alguien tuvo la puntada de invitar a su viuda a una reunión de “Veteranos de la Revolución” , pero fue por única ocasión, porque digna abuela de este desbozalado nieto, no tuvo empacho en manifestarles sin ambages sus impresiones.

Contaban la anécdota en familia, que cuando le cedieron el uso de la palabra, empezó a decir: “…A mi me invitaron a una reunión de veteranos de la revolución, pero a ver a que horas llegan, porque de estos que veo aquí, a ninguno reconozco como revolucionario, a los que yo conocí, esos ya se murieron, se murieron en la bola, se murieron de pobres, se murieron de olvidados, se murieron de tristeza de ver que los que nada hicieron hoy son los que presumen de héroes y se portan igualito que los enemigos a los que los revolucionarios de a de veras derrotaron”.

Quizá la hubieran tolerado como figura pintoresca y anecdótica, de esas con las que les gusta adornar sus eventos, si se hubiera quedado hasta ahí su intervención, pero como luego empezó a hacer alusiones personales y a uno por uno les fue diciendo sus verdades, jamás volvieron a invitarla. No les gustó para nada que hubiera entre el público quien los evidenciara de que a la hora de la lucha, muchos de los supuestos veteranos habían sido del bando contrario, otros hubieran huido del país con todo y sus fortunas, para regresar una vez aplacadas las aguas. A uno hasta le echó en cara que para librarse del servicio militar, se pasó todo el tiempo disfrazado de mujer para que no se lo llevara la leva y entre risas burlonas le recordó como aquel jefe de alto rango de la tropa se “la” quiso robar para hacerlo “su vieja”.

Esa es nuestra descarnada y nada cómoda realidad; Que aunque siguen vivos los ideales de aquella lucha del pueblo mexicano, porque la necesidad insatisfecha los mantiene vigentes, en cambio la defensa de esos principios y el usufructo de esos logros, ha sido usurpado por arribistas y simuladores, que se han mimetizado con el auténtico pueblo y agazapados detrás de un Partido que se autoproclama Revolucionario, han infiltrado lo Institucional y se han convertido en el PRIncipal obstáculo para que lleguen hasta el pueblo los beneficios del esfuerzo que realizaron aquellos abuelos y abuelas que “se la partieron” de a de veras luchando para que sus familias tuvieran un mejor futuro.

A esos usurpadores a quienes hoy luchamos por sacudirnos de nuestras ignorantes espaldas, les falta esa experiencia de autenticidad y sabedores de ello, han tenido que fundar una “escuelita”, ¡hágame usted el “refabrón cavor”! para aprender a ser “Revolucionarios”.

Sólo que ya van mal nomás de entrada, pues para empezar: ¿Quien les va a enseñar?, si no tienen maestros calificados que sepan acerca del tema, porque sus “profes” también son producto “patito” del mismo “sistema educativo” estatista y corrupto con el que torcieron la historia para hacernos torcer el rumbo.

Tampoco tienen auténticos héroes a quienes imitar, porque así como una maestra priísta me decomisó arbitrariamente la medalla y el sable de mi abuelo para nutrir alguno de los museos con los que adornan y justifican lo hueco del régimen que crearon, hoy también roban medallas ajenas, más a falta de guerreros, se adjudican las de deportistas independientes a los que en nada apoyan y las presentan como logros de esa pantomima llamada Instituto Chihuahuense del Deporte, que a todo se dedica menos al fin para el que fue creado - incluyendo meterse en acarreos y desvíos de recursos para campañas políticas de sus candidatos. – O sea que la “escuelita” lo es sólo de malas mañas.

Digo, ¿para que tanta faramalla?, si de veras quieren ser auténticos revolucionarios, no hace falta que vayan a la escuelita que pusieron sus líderes allá por Averaquientzhingo Tlaxcaltetengo de Abajo. Nomás bájense del carro y éntrenle a pie, renuncien a sus PRIvilegios y prebendas auto concedidas, dejen de estorbarle al pueblo con el pretexto de defenderlo, vivan la misma realidad que vivimos los que dicen representar para que puedan entendernos y ¡verán que ímpetu revolucionarios los invade! como que les van a agarrar unas fervientes ganas de fusilar sumariamente a todos los traidores que se disfrazan de pueblo para traicionar al pueblo. ¡Ni lo mande San Ojalá!

Por lo pronto y volviendo al tema primaveral, ahora vemos florecer los postes de alumbrado de todas las calles y a la ciudad inundada con las sonrisas estudiadas por sus PRIcandidatos pá salir muy “simpáticos” en las fotos de campaña, pero que no se porqué “la raza” comenta que no se sabe si nos están sonriendo o nos están pelando los dientes… digo, lobos al fin.

A lo mejor la gente si los conoce de veras y por eso dicen lo que dicen, por lo cuál aquí le contabilizamos otra pifia al equipo de campaña de Narco Andan Pezada, que le recomendó la frasecita para sus spots; ¡mira que ponerse a invocar la opinión de quienes lo conocen ¡que si de veras lo conocen no tendrán tan buena impresión como él piensa, eso es lo que les sucede a quienes están rodeados de incondicionales y acaban por creerse el reflejo “barbeado” que les devuelve el espejo de los que piensan igual. Dicen que así le pasaba a Déspota, aquel tristemente célebre personaje que dejó para la historia su ahora peyorativo nombre.

Por todo eso, no le hace que nos reprueben, que despotriquen y descalifiquen nuestra postura de llamar a las cosas por su nombre y le otorguen el eufemístico nombre de “guerra sucia”, (ahora así le nombran a “la neta”), dejémoslos, que a fin de cuentas estos que todavía sacan suficiente cinismo de su pasado para atreverse a hablar de los pecados ajenos, tendrían la misma autoridad moral que tendría una prostituta al criticar el desliz de una joven que resultara madre soltera.

Y repito y refriego, “no tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre” ¡Síganle nomás, votando por ellos!, nomás después no se quejen de C omo D ejaron J odido…durante otros laaaaaaaargos seis años.