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Martes 20 de mayo de 2008

Filantropía en aprietos

Nada resulta más reprochable que la filantropía con cargo al erario público, porque se hace caravana con sombrero ajeno


Si recuperamos el origen del término filantropía, encontraremos que al emperador romano Flavio Claudio Juliano se le ocurrió para imitar la virtud cristiana de la caridad, con la que se concreta en los hechos el amor a la humanidad. Tanto en la estrategia imitadora como en la más original visión paulina de la caridad, el amor tiene rostro de ayuda a los demás sin que necesariamente se requiera de un intercambio o interés alguno en una respuesta.

Llámese filantropía o caridad, sea virtud social o cristiana, cualquier acción de ese tipo es encomiable y digna de reconocimiento; más aún cuando esa ayuda se traduce en verdaderos desprendimientos no sólo en términos del patrimonio económico, sino en el tiempo, la profesionalización, la convicción que se otorga a las causas que ayuda.

Pero nada resulta a veces más reprochable que la filantropía con cargo al erario público, porque se hace caravana con sombrero ajeno. Detestable la filantropía como medio de publicidad o mercadotecnia, imposible de expiar culpas aquella que se realiza con base en abusos o ilícitos. Ningún agua bendita lava de su pecado las limosnas del narcotráfico. La ayuda ha de ser desinteresada para llamarse filantropía.

Los medios de comunicación en nuestro país, sobre todo la tv que llega a tanta gente, podrían ser instrumentos fundamentales para ejercicios filantrópicos, o al menos aliados de esas causas, si cumplieran realmente con la función social que les impone la ley. Harían mucho bien a la humanidad si asumieran su papel y se exigieran un poco de congruencia entre la conducta que despliegan cuando informan y entretienen y las causas que dicen apoyar en esfuerzos de filantropía. ¿De que sirve que TV Azteca tenga su programa “Vive sin drogas” si sus inescrupulosos contenidos en telenovelas y el irresponsable manejo de la información sobre el tema del narcotráfico en sus noticiarios rompe cualquier cantidad de normas éticas y jurídicas?

Y ahora Televisa lanza otra coartada al cumplimiento de lo que debiera ser su auténtico servicio a la sociedad —su programación general y permanente— agarrándose de la filantropía. Desde el 13 de mayo y hasta el 26 de julio difundirá una campaña denominada “Elige estar bien contigo”, la cual promoverá en diversos mensajes, trasmisiones y actividades que “la población mexicana del siglo XXI debe poner atención en el sobrepeso y la ecología, y realizar deporte e impulsar el uso y desarrollo de la tecnología”.

Me llama la atención el énfasis que pone en el tema de la obesidad, para el que contemplan un reality show y una campaña paralela, “Vamos por un millón de kilos”, que invita a la gente a bajar de peso. La tv, como ningún otro medio, ha contribuido generosamente a estimular varios de los hábitos alimenticios que deterioran la nutrición y provocan la obesidad.

Un reporte del Observatorio de Medios que coordina en la Amedi la doctora Beatriz Solís Leree refleja las características de la oferta de productos y servicios que se transmiten a las audiencias durante el tiempo que ven tv. Este registro nos dice que es el sector de alimentos el principal anunciante en los tres canales analizados, con 24% del total en Canal 2, 21% en Canal 13 y 39% en Canal 5. Entre las principales empresas anunciadas están Bimbo, Sabritas, Danone, Kellogg’s, Ricolino, con lo que sin duda no se contribuye mucho a la promoción de la nutrición.

Especial es el caso de Canal 5, dirigido a niños y jóvenes, al tener el mayor porcentaje de anuncios en este sector (39%), sobre todo si lo vinculamos a los estudios que recientemente la Secretaría de Salud ha reportado respecto al incremento del sobrepeso y la obesidad en niños de primaria del DF. Según reporta, este padecimiento ocupa el cuarto lugar entre los males sufridos por los menores; lo mismo consigna la OMS en el sentido de que 60% de los niños padece problemas de obesidad. Si a esto sumamos que los niños pasan un promedio de cuatro horas frente al televisor, no sólo aprenden actos violentos —el principal dato de las caricaturas que los niños ven a mediodía—, sino que son “informados” de alimentos y golosinas muy lejanas a los buenos hábitos nutricionales.

Sería deseable que nuestros concesionarios de tv tuvieran el valor de sacrificar en serio algo de sus ganancias publicitarias, y en servicio a los demás, en especial a los niños, estuvieran dispuestos, como sucede en Europa, a no transmitir publicidad en la programación infantil, o por lo menos evitar la difusión de comida chatarra. En realidad sólo queremos concesionarios que cumplan con la ley; si además se hacen filántropos, mucho mejor.

Profesor de la FCPyS de la UNAM