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Martes 16 de diciembre de 2008

Involución educativa

El país no cuenta con la infraestructura necesaria para atender la demanda de los jóvenes


Las recientes reformas al Artículo 3º constitucional que han acordado tanto la Secretaría de Educación Pública como el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y que significan la obligatoriedad del bachillerato y la eliminación del primer año de preescolar, tienen implicaciones mucho más serias sobre el sistema educativo de las que se han querido manifestar.

Vayamos por partes. Establecer como obligatorios los tres años de bachillerato implica el reconocimiento de la necesidad de ampliar los rangos educativos de toda la población, lo que es algo muy positivo ante la gran carencia de formación en nuestro país; sin embargo, reconocer esta necesidad no implica su cumplimiento automático pues para poder exigir es necesario ofrecer los mecanismos para cumplir.

Actualmente el país no cuenta con la infraestructura necesaria para atender la demanda de los jóvenes que egresan de la educación secundaria y buscan un lugar en las diferentes modalidades de la media superior. Al momento se tiene una cobertura de alrededor de 60% de la demanda total, en promedio, pues hay estados que sólo alcanzan a cubrir el 40%, y esto concentrado en el 25% de los núcleos poblacionales del país, es decir, sólo en los principales municipios se tiene atención a este nivel educativo.

De acuerdo con Roberto Rodríguez, especialista del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE) de la UNAM, atender la demanda de cobertura en bachillerato para egresados de secundaria en todo el país requeriría una inversión cercana a 15 mil millones de pesos de modo que hacer esta reforma tendría que implicar una inversión de esta magnitud que permita garantizar la obligatoriedad que se establece.

De acuerdo con diversos especialistas, lanzar la reforma en este sentido se volverá sólo ley de letra muerta imposible de cumplir ante las graves carencias estructurales a las que nos enfrentamos; pero más allá de esto, es necesario considerar que, en muchos sentidos, para el ingreso a la plantilla laboral, la educación media superior se volvió, desde hace varios años, un requisito corriente que hacía, de facto, obligatorio este nivel, aun para los cargos de salario mínimo.

Esta obligatoriedad de facto implicó la emergencia bastante oportunista de las llamadas "escuelas patito" que ofrecen cubrir el bachillerato con planes express de muy baja consideración pedagógica y casi nula reglamentación, que con el anuncio de contar con el registro ante la SEP entraban a la oferta educativa para cubrir la demanda de quienes no pudieron ser atendidos por el sistema oficial o bien por la oferta de educación privada de altos costos.

Si ahora, se hace obligatoria la educación media superior, lo que en términos generales es positivo, pero no se hace con los mecanismos que garanticen la viabilidad de la medida, entonces se está abonando al surgimiento de estas estructuras paralelas a las oficiales que muy poco aportan al sistema educativo y sólo lucran con las necesidades de un gran porcentaje de la población que ha quedado desatendido de las obligaciones del Estado.

Y en cuanto al otro punto de esta reforma, la desaparición de un año de preescolar como requisito obligatorio tiene fuertes implicaciones en la formación básica de la población. Sin un argumento pedagógico claro, y sólo aduciendo que, como declaró Angelina Martínez, jefa de Educación Preescolar en la Zona Norte, "los progenitores difícilmente solicitan el ingreso de sus hijos en segundo grado, pues la mayoría prefiere esperar hasta que sus hijos tengan 5 años para que cursen un solo grado".

Tomar una decisión estructural de la importancia que conlleva el eliminar un año de cualquier nivel escolar bajo un argumento de percepción y costumbre de los padres de familia parece de muy poco valor pedagógico. En ningún momento se ha hablado de la importancia de los procesos de socialización y aprendizaje que se adquieren en la más temprana infancia y que llevaron a la consideración de que es necesaria una formación preescolar antes de la primaria.

Si es cierto que los padres de familia no solicitan el primer año de preescolar y que llevan a los niños a los 5 años sólo para cubrir el requisito, lo que habría que corroborar en cifras de incidencia, lo que es comprobable es que esto implica un yerro significativo en la socialización del infante en este nivel de la educación. Si a los padres no se les informa de los objetivos y lo necesario que es llevar a sus hijos al preescolar no se está cumpliendo con los objetivos del caso ni antes ni después de cualesquier reforma.

Es como si se dejaran de aplicar las vacunas sólo porque a nadie le gustan las inyecciones, burdamente nos referimos al argumento con el cual se pretende adelgazar aun más las funciones del Estado respecto a la formación inicial de nuestros niños. Pensemos con los pies puestos en la realidad: si estos niños no están asistiendo a la educación preescolar, ¿qué es lo que están haciendo sus primeros años de aprendizaje?

Una inmensa mayoría estarán en sus casas consumiendo muchas horas de televisión y juegos electrónicos, de modo que los mejores años para crear una formación integral del carácter de convivencia, del trabajo en equipo, de la socialización y los mecanismos de aprendizaje, quedan en manos de prácticamente nadie, y no por demeritar la labor que cada padre y madre realizan, pero sí considerando que no son ellos quienes tienen, ni deben tener necesariamente, las herramientas pedagógicas para darle una formación integral a sus hijos.

No gratuitamente la formación educativa es una obligación que debe garantizar el Estado, no está en manos de las televisoras, ni de los padres de familia, aun cuando se trata de una responsabilidad compartida, a la que debemos abonar todos, lo cierto es que el árbitro es el Estado. Cómo es posible entonces que se tome una decisión así basados en suposiciones y no en un verdadero proyecto educativo.

Sorprende realmente el que estas medidas sean tomadas como signos de avance y buena voluntad, cuando a los primeros análisis salta un trasfondo muy poco claro frente a las grandes carencias educativas de nuestro país. No es posible que se hable de una reforma educativa, en un país que ha sido reprobado recurrentemente por todos los órganos internacionales de evaluación, y se nos ofrezcan como muestra estas dos disposiciones que más que avance, tienen cara de retroceso.

Soy Edna Lorena Fuerte y mi correo es ednafuerte@gmail.com para sus comentarios.