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Lunes 3 de mayo de 2010

Las reformas estructurales y el PRI

El pasado viernes 30 de abril terminó el plazo del periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión


El pasado viernes 30 de abril terminó el plazo del periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión

El pasado viernes 30 de abril terminó el plazo del periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión, y no fue aprobada ninguna de las reformas estructurales que el país necesita y demanda con urgencia y todas estas reformas que los legisladores tienen congeladas por una actitud egoísta e interesada de la fracción parlamentaria del PRI, que casi tiene la mayoría relativa y que no coopera ni con el PAN ni con la izquierda nacional para sacar de la parálisis los trabajos de la legislatura federal. Ni en septiembre de 2010 ni mucho menos en los dos periodos de sesiones de 2011 avanzará el congreso mexicano en sus trabajos, como responsable de uno de los tres poderes de la Unión, porque como lo dijimos hace un par de meses, el PRI está más comprometido con sus intereses de partido y de grupo y su obsesión es tratar de ganar la mayoría de las elecciones en los Estados en este año y las del Estado de México de 2011 con la ilusión de volver al Palacio Nacional en 2012 y tratándose de las necesidades del pueblo mexicano, para el PRI hasta ahora, no tienen la menor importancia.

A tres semanas de que concluyera el plazo del periodo ordinario de sesiones del Congreso dije en este mismo espacio que todos los comentarios y aspavientos de Beltrones, líder del PRI en el Senado, de Beatriz Paredes, dirigente nacional, de los gobernadores Peña Nieto del estado de México, Fidel Herrera Beltrán de Veracruz y de otros muchos funcionarios y dirigentes de ese partido, solo tenían la intención de perder el tiempo y entretener a la ciudadanía con supuestos debates para mejorar con sus propuestas las iniciativas presentadas por el presidente Calderón, el PAN y el PRD. En el PRI en ningún momento tuvieron la voluntad política y la seriedad para trabajar en los proyectos que el pueblo de México necesita. En el PRI están acostumbrados a congelar todas las iniciativas de reforma o de ley que llegan a los congresos sean ellos la mayoría o la oposición, siempre movidos por intereses electorales propios, buscando en todos los casos obtener votos sobre las necesidades convertidas en problemas nacionales. Desde hace años los ciudadanos esperan una reforma política de fondo, misma que fue presentada por el presidente de la República en diciembre de 2009 y gracias a la deliberada inacción del PRI, terminó abril y no hubo aprobación. La reforma laboral que en 10 años tiene más de 300 proyectos de modificación, incluidos 97 del PRI y 86 del PAN, y el resultado al primero de mayo del año en curso es cero aprobación. En plena guerra del Estado mexicano contra la delincuencia organizada, la reforma de seguridad pública, enviada con urgencia por el poder ejecutivo federal desde hace más de un año, la respuesta del PRI son solo críticas, alegatos y discusiones inútiles, pero hoy no existe ninguna aprobación. De la reforma fiscal, igual, con un PRI que todos los días amenaza, difunde mentiras y declara ridiculeces en voz de sus diputados federales y Senadores, pero que finalmente concluye el periodo de supuesto trabajo de las cámaras y de aprobación, nada.

La parálisis del Congreso de la Unión va a continuar en lo que resta del sexenio y mientras tanto, la casi mayoría del PRI no le servirá para nada a la nación, a pesar de que el sector empresarial, los trabajadores, las universidades públicas y privadas y los ciudadanos en general están demandando las reformas estructurales necesarias para modernizar la producción, la educación, el trabajo y la seguridad pública y que nuestro país avance en un entorno nacional e internacional de gran competencia. Al PRI poco le ha importado que estas reformas sean recomendadas tanto por especialistas nacionales y organismos internacionales dedicados a la economía, a la organización política, a la seguridad y a políticas públicas. En resumen el PRI es una pared que impide el avance del país, sumido en su ambición de poder desmedido, al que se acostumbró durante los 71 años en que lo disfrutó de manera total y antidemocrática.