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Lunes 16 de mayo de 2011

Liderazgos huecos

Estamos asistiendo una vez más al triste espectáculo del fracaso de un costosísimo show mediático


Estamos asistiendo una vez más al triste espectáculo del fracaso de un costosísimo show mediático

Estamos asistiendo una vez más al triste espectáculo del fracaso de un costosísimo show mediático con el que nuestras autoridades consideran dan respuesta a un reclamo generalizado de la ciudadanía, esto es; el rescate de los valores que sustentan nuestra forma de vida, estando esta notoria y evidentemente en descomposición.

Nuestra crítica no se endereza tanto contra el propósito que persiguen – que es muy loable – pero si a la forma como pretenden hacerlo, pues de todos nosotros es conocido que para que un mensaje sea bien recibido, después de procurar la legitimidad y pureza en el contenido del mismo, en lo primero que se tiene que tener extremo cuidado es en la elección del vehículo portador, es decir, la dignidad que ostente el mensajero.

Aquí es donde se empieza a gestar un problema de eficacia en la comunicación, pues tratándose de abordar el tema de los valores universales y patrióticos que se pretenden rescatar, tanto los que intentan recuperarlos como el que lleva el mensaje de ese rescate, deben poseer una calidad moral y ética que sea ampliamente reconocida por los que han de recibirlo, sabiendo que esa condición no se da por decreto sino por el historial personal de cada quien.

Un somero análisis del panorama social en nuestra entidad nos permite percibir que la población está como agrupada en tres boques, el primero, que es la GRAN MAYORÍA, está conformado con individuos apáticos y desmoralizados que en calidad de bultos, asisten al devenir de la historia simplemente observando las pugnas de las otras dos minorías que desde el ámbito político tratan de incidir en el rumbo que tomen los acontecimientos que finalmente nos afectan a todos. A esta gente es a la que es urgente motivar e involucrar para el éxito de cualquier movimiento de cambio social.

Un segundo grupo, constituido en una PRIMERA MINORÍA dominante, y que merced a los avatares de esta democracia imperfecta que intentamos hacer funcionar, hoy detentan el poder, estos son quienes lanzan la propuesta de rescate de los valores, más deben estar muy conscientes de que no tienen nada fácil la consecución de este propósito, pues para ello le sería indispensable contar al menos con un bono de credibilidad que motivara al entusiasmo en los que son afines a su propuesta política.

Condición con la que no cuentan desde el momento que como pago por los pecados electorales cometidos en su momento, a esos mismos que convocan para apoyarlos fueron a los que convirtieron en testigos y operadores, cómplices de los peculados y cohechos de los que se valieron para legitimar su triunfo y es que como dice el dicho, “entre gitanos no se pueden leer las cartas”, por eso sus propios aliados no les creen ni el bendito.

¿En qué cabeza cabe? esperar que esos mismos con los que hicieron alianzas inmorales y que les respondieron precisamente por ser altamente corruptos, vayan a ser ahora sustento del movimiento moralizador que pretenden realizar, nadie da lo que no tiene y esas hordas de hambrientos de poder para lo único que siempre les habrán de servir será para amafiarse buscando conseguir su imposición en del poder, a fin de participar de la corrupción y la rapiña de los bienes públicos a las que son tan afectos. Ese y solo ese es su único propósito, su razón de ser, para eso están ahí, no para convertirse en hermanas de la caridad y modelo de virtudes… ¡olvídense de contar con ellos para buscar el bien común!, nunca ha dado peras un olmo.

Y ¿Qué decir del tercer grupo?, la “SEGUNDA MINORÍA”, los que siguen siendo una impotente oposición, obviamente lastimada por la derrota desleal que le fue propinada, desmoralizados y resentidos contra quienes los tienen incapacitados de cualquier participación efectiva y neutralizados en todo intento de actuación, acorralados en su esquina, condenados a un sexenio de inoperancia y forzada pasividad. Obvio decir que por todas esas causas, tampoco querrán participar de este llamado al de rescate de unos valores que más allá del discurso, nunca han visto respetar de parte de sus antagonistas, por lo que a esta iniciativa la considerarán solo una acción propagandística más del régimen en turno.

Por todo esto, sería indispensable que como lo exige la conciencia más elemental, estos que pretenden convocar a la sociedad a una cruzada de rescate, empezaran por hacer un “mea culpa” de los pecados que por lo demás todos les conocemos, que se lavaran la cara delante de la sociedad a la que tan deslucidamente representan y que dando muestras patentes de una contrición por sus malas conductas anteriores, reintentaran convencernos de sus buenos propósitos dedicando al menos los mismo esfuerzos y recursos mediáticos que utilizan para lo que consideramos una farsa, pero en esta ocasión para realizar un acto de desagravio hacia esta sociedad que no tiene ninguna razón válida para creer en ellos.

Más… ¿se imaginaría usted apreciable lector, al Teto Murguía actual alcalde de Cd. Juárez, a quien tan vehemente vemos proferir discursos de valores cívicos, pidiendo perdón públicamente por estorbar a la acción de la justicia al brindar protección a los capos en aquella frontera y sostener contra viento y marea a su infecto cuerpo de policía municipal?, o a cualquier otro funcionario local o estatal, disculpándose por las marrullerías cometidas por él o sus correligionarios desde su partido o desde el cargo público con el que premiaron su complicidad electoral?,
Por eso decimos que “está en egipcio faraónico” el que desde la sociedad civil les creamos sus buenos propósitos y sobre todo que sean ellos, a quienes tan bien les conocemos el corrido, los que vayan a poder motivar a nuestra gente a buscar enderezar las conductas sociales hacia el bien y hacia la solidaridad y hacia la honestidad, porque sabemos que esos que dicen que NOS SIRVEN, para enarbolar banderas de decencia, simplemente… NO SIRVEN.

Es imperativo pues, que este propósito sea abordado desde la sociedad civil por alguno o algunos que todavía no se hayan manchado las manos con la porquería de los compromisos políticos, que tengan al menos un asomo de credibilidad ante sus conciudadanos para enarbolar esa bandera que gustosamente seguiríamos los que, sin ser tan dignos ni tan éticos ansiamos serlo y reivindicarnos así de los pecados sociales en los que hemos incurrido ya sea por omisión o por concurrencia.

Aurelio Antonio Tiscareño