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Martes 3 de junio de 2008

¡Magnífico Sapore!

La seductora flauta de Mónica Berni nos hacía continuar con el viaje musical


La seductora flauta de Mónica Berni nos hacía continuar con el viaje musical

Todo oscureció. El bullicio de diez mil personas desapareció instantáneamente. La espera había terminado y la luz reveló al hombre caminando rumbo al escenario, las pantallas recorrían a los más de doscientos músicos y él se detuvo a saludar a su público que, para iniciar el concierto, le brindó un intenso aplauso, solo por aparecer en el escenario, listo para dirigir a la Roma Sinfonietta, el talentoso compositor, el músico absoluto, el italiano universal, Ennio Morricone.

El Auditorio Nacional estaba a su máxima capacidad. Era un momento largamente añorado por muchos de nosotros, ver a este fabuloso artista en vivo, acompañado del Coro de la Ciudad de México. Para muchos, en ese momento, Ennio Morricone dejó de ser un crédito de alguna película como “Los Intocables” o “Cinema Paradiso”, por fin, tuvo rostro.

Tomó la batuta y comenzó…

La música fluyó, penetró a nuestra memoria y muchos esperábamos que cayera una pantalla que proyectara las escenas que la música iba construyendo. Pero ahora, en esta ocasión no hubo pantalla, cada quien proyectó en su mente las escenas de “Los Intocables” cuyo tema principal inició el concierto Musica per el cinema. Este inició nos deleitó y siguió el tema de “Érase una vez en América” dirigida por el gran amigo de Morricone, Sergio Leone y añadió el tema de “La leyenda de 1900”. Así el inicio se volvió mejor, con ese fuerte sapore italiano que estas cintas tienen.

Y el sapore italiano dominó por completo gracias al exquisito violín de Francesca Vicari quien dio la pauta para interpretar el tema del filme “Vatel” y “Adiós Montes” de la cinta “Los Novios”, para después ponerle un sapore sensual y retro al concierto con “H2S”, “El clan de los sicilianos”, “Supongamos que una noche cenando”, “El que grita amor” y “Como Madalena”.

El concierto fue dividido en segmentos y uno de ellos estuvo completamente dedicado al compañero de mil batallas de Morricone, Sergio Leone, quien instaló el western en nuestra memoria colectiva acompañado de un tema musical que los une de manera sólida en el imaginario colectivo del cinéfilo, el tema principal de “El bueno, el malo y el feo”, cuyo silbido característico es un sello imborrable de los vaqueros del viejo oeste. No podía faltar el tema de “Érase una vez en el oeste” para honrar a su legendario amigo y compañero.

La seductora flauta de Mónica Berni nos hacía continuar con el viaje musical con “Por la antigua escalera” y “La herencia Ferramonti”, para después reagruparse en el colectivo de músicos y llevarnos hasta Argelia, con el tema de “La batalla de Argel”, cinta basada en los hechos que precedieron en la capital de Argelia a la independencia de ese país. Después Marcelo Mastroiani invadió la memoria de muchos de nosotros asistentes al escuchar el tema de “Sostiene Pereira”, filme en el cual Mastroiani hizo de periodista y después la intensidad de notas y acordes se incrementó al escuchar los temas de “La clase obrera va al paraíso” y “Pecados de guerra”.

Ennio Morricone sabe perfectamente utilizar el silencio, como si este se escuchara y esto confundía a un sector del público que aplaudía, reflejo del cúmulo de emociones que Morrione estaba dibujando en sus mentes a través de estos fabulosos viajes musicales. Pero entre secuencia y secuencia la intensidad de los aplausos crecía, como para hacer que el final nunca llegara, queríamos más, queríamos continuar en este viaje a épocas, lugares e historias diferentes. Así en el concierto no pudo faltar el tema de “La misión” y “El oboe de Gabriel”, “Cataratas” y “Así en la tierra como en el cielo”.

Y Morricone se retiró y volvió al escenario para despedirse. Los aplausos eran súper intensos, él se veía cansado, pero feliz de recibir los aplausos en su primer concierto en México. Se retiró al ritmo de aplausos que pedían que volviera a deleitarnos con otra pieza más, prolongar el viaje, la permanencia del sapore de Ennio Morricone. Faltaba la cereza del pastel, la joya de la corona, una de sus piezas más emblemáticas para generaciones como la mía, el tema de Cinema Paradiso.

Entre aplausos que duraron cerca de siete minutos, Morricone volvió y lo hizo para interpretar esa pieza melancólica que faltaba, misma que arrancó, el aplauso más intenso del concierto así como miles de suspiros y mojó miles de ojos de hombres y mujeres, que recuerdan la romántica historia que tiene como eje a Toto y al Cinema Paradiso.

El aplauso posterior fue aún mayor y más intenso. Diez mil personas nos pusimos de pie para agradecer el viaje y, sobre todo, la última pieza, pero queríamos otra y el aplauso masivo pedía otra más. Ennio Morricone se despidió del escenario junto con la solista Susanna Rigacci.

Sorpresa. Ambos volvieron y, como en la pieza anterior, Rigacci llevó la batuta, pero ahora para volver a interpretar el tema de “Érase una vez en el oeste”.

Y ahora sí, la despedida fue definitiva, ante el aplauso masivo de diez mil personas, rendidas a sus pies, Morricone agradecía con múltiples caravanas, señalaba a su equipo musical y coral, agradecía el aplauso, su gesto duro se suavizó y tomó sus partituras y se fue. Dejándonos felices, agradecidos y emocionados por habernos llevado a esta sensacional viaje de música, de cine, que cada quien proyectó en su mente y nos hizo evocar diversas memorias y emociones.

Un concierto de casi tres horas, corto, pero representativo de la obra musical de Ennio Morricone que se compone de más de 504 bandas sonoras de películas y la palabra para describirlo es magnífico. El sapore musical de Ennio Morricone es magnífico, el “músico absoluto”, como él se auto describe dejó una profunda huella en los diez mil asistentes que salimos maravillados por ese fabuloso viaje que deseábamos nunca terminara.

¿Qué piensa usted de Ennio Morricone y de los filmes que ha musicalizado?

Comentemos en mi blog: http://fruslero.blogspot.com

ULTIMALETRA

Aunque en esta edición el Festival de Cannes no fue tan brillante y no hubo gran expectativa como en la pasada por algún filme mexicano, si hubo dos cintas mexicanas que llamaron poderosamente la atención en la categoría de cortometrajes: “Historia de un letrero” del tampiqueño Alonso Álvarez Barreda y “El deseo” de Marie Benito.
El primero es un esfuerzo personal que le costó la irrisoria cantidad de 25 mil pesos y mucha insistencia para que fuera tomado en cuenta por el Imcine para competir en festivales, instancia que por cierto no hizo la lucha porque asistiera al festival y él aceptó, “no tener lana para ir”. El filme ganó el premio en la sección “short film corner” y Alonso no pudo recibir el premio personalmente.

El segundo, “El deseo” de la estudiante del Centro de Capacitación Cinematográfica, Marie Benito, compitió por la Palma de Oro al mejor cortometraje y, aunque no ganó, obtuvo una muy buena recepción de parte del jurado y el público. Su corto fue duramente criticado por muchos profesores del CCC, que decidió enviarlo al festival donde su buena aceptación hará pensar con más flexibilidad a la intelectualidad cinematográfica del CCC, que parece no estar muy acorde con la realidad fílmica en México pero sí preocupados por emular lo que se hace en otros lados, en vez de fortalecer la creación del estilo fílmico mexicano.

Opiniones, sugerencias: fruslero@yahoo.com