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Lunes 15 de junio de 2009

Más allá del narco

La ciudadanía debemos exigir que se piense en México de manera profunda


La ciudadanía debemos exigir que se piense en México de manera profunda

Al finalizar la primera semana del mes de junio, leí con profunda tristeza la noticia de la captura de cuatro personas implicadas en el narcotráfico de drogas en la comunidad de Cerocahui. Les incautaron droga, armas, semillas para más droga y qué se yo cuantas cosas más.

No sentí tristeza por su captura, si andan en un negocio ilícito se arriesgan a ser capturados y llevados a la cárcel. Es más, lo correcto es que reciban un castigo, que sean puestos en prisión.

Pero esta mala costumbre de pensar en el más allá de las cosas me ha invitado a reflexionar en torno a la problemática que vive México desde hace años, acentuada durante los últimos tres o cuatro hasta llegar a niveles inesperados.

No sé si el lector habrá tenido la precaución de observar las edades de la mayoría de implicados en las noticias de violencia y de narcotráfico, desde asesinatos hasta simples robos. Yo lo he estado haciendo por curiosidad y he advertido como la mayoría están alrededor de los treinta años.

Me incluyo en esa generación, los nacidos en los años setenta, los hijos de la crisis, los mexicanos que no hemos visto un México en buenas condiciones, nos ha tocado verlo de mal en peor. Somos la generación que sufrió las consecuencias del turbulento sexenio de Díaz Ordaz y padeció a Echeverría Álvarez, a López Portillo y todos los demás.

Los mismos que empezábamos a tener conciencia nacional a finales de los ochenta y principios de los noventa y sentíamos una enorme ilusión al ver al país viviendo la Solidaridad de Salinas de Gortari, el aparente esplendor y desarrollo del país, seguidos de la profunda decepción. También somos los que con nuestros tiernos veintitantos añitos vivimos la ilusión del Cambio y sufrimos la decepción del más de lo mismo pero con distinto color.

Para no ir muy lejos y perderme en la tierna nostalgia de los treinta años (ya pasaditos), volveré a la temática de la Sierra Tarahumara y sus supuestos narcos. Si en el país entero se vivió la crisis a partir de Echeverría, en la Sierra se vivió mucho más.

Primero había minas, por eso se fundaron los pueblos, luego se trabajaba la madera. Aún con todas las carencias de servicios básicos como agua potable y luz eléctrica, la gente tenía trabajo y vivía el día a día con la apacible tranquilidad de la rústica vida rural. Pero la falta de control gubernamental permitió que las empresas abusaran del bosque y lo explotaran hasta acabar con él por completo.

Las minas también se agotaron. Los hoy jóvenes nacidos en los setenta se quedaron sin opciones laborales. No había minas, no había madera, no había industrias, ¿qué hacer para sobrevivir en los alejados pueblecitos de la Sierra?

La mayoría emigró a las ciudades y hasta la fecha, salvo contadas excepciones, viven en los suburbios, sin terminar de adaptarse a la vida citadina. Los que se quedaron en la Sierra, con pocas opciones laborales se quedaron.

No pretendo justificar a la gente que se dedica a negocios ilícitos, pero sí pretendo invitar a ver más allá del problema aparente, qué hay detrás de unos jóvenes que se dedican al narcotráfico. ¿Les gustará estar meses enteros cuidando su siembra de mariguana en los terrenos más inhóspitos con el temor permanente del Ejército, la policía y de otras bandas? ¿O preferirán un trabajo honesto para ganarse la vida y mantener a la familia? Yo no lo sé, lo pregunto, suelto esas dudas solamente porque no tengo espacio para soltar todas las que saltan a mi cabeza.

Ahora que es tiempo de elecciones y los políticos pierden el tiempo en chismes de barrio y peleas personales, la ciudadanía debemos exigir que se piense en México de manera profunda, en lo esencial, en la base para el desarrollo del país. Dejemos de dimes y diretes, dejemos las naguas con valor para acusar a gobiernos, vayamos a los verdaderos responsables de la situación socioeconómica que vive el país. ¿Son verdaderamente los políticos los responsables de la situación o son monigotes de un poder por encima de ellos? ¿Obedecen a principios y valores de partidos políticos o son esclavos de una clase empresarial que los sustenta y respalda?

Demasiadas preguntas me han surgido a partir de la detención de estos cuatro vecinos de mi pueblo, uno de los pueblos más bonitos de la Sierra Tarahumara, un lugar que podría ser declarado destino turístico, pues cuenta con grandes virtudes tanto de belleza natural como de historia y situación geográfica. Esa podría ser una solución para dar oportunidades laborales a los jóvenes de la Sierra y no dejarlos a la deriva para que los emplee el listo de turno y terminen en la cárcel como narcotraficantes.