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Lunes 1ro de octubre de 2007

Monumental Epopeya

No existe mejor lugar que el imponente y glamoroso Palacio de Bellas Artes para rendirle homenaje a Diego Rivera


Desde junio pasado quedó más que demostrado que la mujer más sui generis que ha existido en la historia reciente de nuestro país, es la que mejor ha seducido a todo el pueblo mexicano: Frida Kahlo.

El centenario de su nacimiento fue celebrado por todos los mexicanos en un homenaje nacional que exhibió 65 óleos, 45 dibujos, 11 acuarelas y cinco grabados, así como documentos inéditos y manuscritos, como 50 cartas personales, su diario particular y más de 100 fotografías sobre la más famosa de las artistas plásticas mexicanas en el Palacio de Bellas Artes, además de los otros 7 museos que incluyeron temáticas referentes a esta singular pintora.

Pero julio se ha ido. El verano ha fenecido. El otoño ha llegado y con él, llega el turno para que México rinda un homenaje, en el hermoso Palacio de Bellas Artes, a quien el poeta Carlos Pellicer calificara como “el hombre en quien resucita y muere el genio artístico de México”, el gran Diego Rivera.

“Diego Rivera: epopeya monumental” es el título de esta magna exposición que celebra los 50 años de la muerte de quien fuera la pareja artística y sentimental de Frida Kahlo y marca a su vez el inicio de un gran homenaje nacional que se extenderá a otros recintos culturales. La muestra se compone de 170 piezas, 23 de ellas murales hechos en México y el extranjero, así como bocetos, apuntes, calcas y estarcidos, procedentes de museos, instituciones y colecciones particulares, tanto nacionales como internacionales.

No existe mejor lugar que el imponente y glamoroso Palacio de Bellas Artes para rendirle un merecido homenaje nacional a Diego Rivera, cuyo pincel se llenó de un mensaje orgulloso del pasado prehispánico mexicano, así como de sus tradiciones, de su historia, de sus ritos, mitos y verdades. A pesar de que Diego estudió en Europa, nunca renegó de su origen y, a su vez, renegó de la educación recibida en Europa y comienza a llenar de colores, figuras y trazos sus murales, mismos que llevarían siempre un mensaje de profunda admiración por el pasado indígena de nuestro país así como del mestizaje.

Para muchos el mencionar el nombre de Diego Rivera, tiene connotaciones negativas. Esto derivado de su identificación con el movimiento comunista quien hizo de su pintura, no sólo una expresión artística, sino una expresión de causas.

Diego Rivera fue parte fundamental del movimiento muralista mexicano que completaron José Clemente Orozco y el paisano David Alfaro Sequeiros. La genialidad artística de Diego por retratar su visión de las cosas, lo llevó a desarrollar el concepto de “murales transportables”, mismos que eran pintados en bastidores montados en paneles metálicos para poder llevarlos a cualquier lugar. Este invento se dio después de uno de los episodios más polémicos de su vida: El mural del Rockefeller Center, en Nueva York.
En 1932, el industrial John D. Rockefeller contrató a Diego para pintar un mural en el vestíbulo de entrada del edificio de la RCA. Dicho inmueble, no sólo era uno de los más famosos edificios del mundo, sino también era el edificio principal del Rockefeller Center. El edificio en sí, estaba situado en la famosa Quinta Avenida que sigue siendo la calle donde el libre mercado existe en su más pura forma.

Rivera, había diseñado un mural titulado, "El hombre en una encrucijada". Mientras Rivera lo pintaba, había sido elogiado por los críticos del arte como una obra maestra. Pero, hacia el final, cuando Rivera estaba cerca de completarlo, incluyó un retrato de Lenín, el jefe del Partido Comunista de la Union Soviética. La reacción de la prensa y la controversia que suscitó, fue inmediata y mortífera.
Rockefeller, vio en el retrato como insulto personal y mandó cubrir el mural, únicamente para más tarde ordenar que fuera destruido.
Rivera poco después regresó a México donde pintó el mismo mural "el hombre en una encrucijada" en el tercer piso del Palacio de Bellas Artes de México. El mural, excepto por unos detalles era el mismo que hubiera pintado en el Centro Rockefeller en Nueva York. Una notable diferencia en el mural era la adición de Rockefeller al lado de las enfermedades sexuales.

Después de este episodio, Diego Rivera decidió que sus murales tuvieran la oportunidad de ser removidos y trasladados, pero nunca destruidos. Gracias a este notable invento es que hoy en día, para rendirle homenaje, podemos tener sus murales juntos en la majestuosidad del Palacio de Bellas Artes.

La gran estrella de esta exposición es, sin duda, el polémico mural “Gloriosa Victoria” que permaneció perdido por casi cinco décadas y que fue encontrado en el 2000 en las bodegas del Museo Pushkin de Moscú, institución que lo prestó para la celebración del 50 aniversario de la muerte de Diego Rivera.

“Gloriosa victoria” fue creado por el artista para denunciar la intervención imperialista en Guatemala. Entre otros detalles que reflejan una crítica del muralista hacia la política estadounidense donde aparece una bomba con la cara del entonces presidente de Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower. Razón por la cual nunca se pudo mostrar en el vecino país del norte.

Según los catálogos del Museo Pushkin, el mural fue un regalo que hizo Rivera a la Unión de Pintores de la Unión Soviética, agrupación que a su vez lo donó a ese recinto en 1958, donde se ha expuesto en varias ocasiones.

“Gloriosa victoria” mide 260 por 450 centímetros, cuenta con una inscripción que hizo de puño y letra el maestro Rivera: ’’7 de noviembre de 1954. Diego Rivera. Colaboradoras Rina Lazo, Ana Teresa".

Otro de los emblemáticos murales de Diego Rivera es “La historia del teatro” que fuera realizado en 1953 para decorar la fachada del célebre Teatro de los Insurgentes” de la Ciudad de México y que, durante su elaboración, requirió de un equipo de 17 ayudantes, siete de ellos mujeres, que laboraban doce horas al día: de siete de la mañana a siete de la noche. El mural mide 46 metros de largo por diez de alto y fue hecho con mosaicos de vidrio italianos. Su gran figura central consiste en una máscara y unas manos femeninas que representan el arte dramático; en la parte superior aparece Cantinflas dando a los pobres lo que recibe de los ricos. A la derecha símbolos del arte escénico de los pueblos prehispánicos, una figura de Zapata, a la izquierda un resumen alegórico de la historia de México. En la exposición se exhiben bocetos que hizo Diego del rostro de Emiliano Zapata y de Mario Moreno “Cantinflas” así como ambas gigantescas piezas terminadas en mosaico de vidrio multicolor.

“Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” es otro de los fascinantes murales de Diego Rivera, donde al igual que el anterior, sintetiza partes relevantes de la historia de México y los fusiona con tintes autobiográficos. Fue pintado en 1947 para el salón comedor Versalles del Hotel del Prado, que se encontraba ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

En la exposición se pueden ver calcos y bocetos que se utilizó Diego para darle vida a este sueño dominical que incluye a Sor Juana Inés de la Cruz, a la “muerte Catrina” que le da la mano a José Guadalupe Posada y a Diego niño; encontramos también a José Vasconcelos, a Frida Kahlo, Porfirio Díaz, Francisco I. Madero, entre otros.

Podemos encontrar también dos de los paneles ejecutados para la exposición de Rivera en el Museo de Arte Moderno de Nueva York: “Soldadura eléctrica” y “Represión”, que se encuentran justo en al inicio de las escaleras que llevan al museo del Palacio de Bellas Artes.

Abrazando de extremo a extremo de la primera sala, se encuentran los famosos murales “La piñata” y “Los niños pidiendo posada”que decoran el Hospital Infantil “Federico Gómez” de la capital del país.

Calcos y bocetos del mural “Historia de la Cardiología” se pueden observar en la exposición. Este mural fue encargado a Diego Rivera, en 1944, por el doctor Ignacio Chávez para que fuese parte del auditorio del entonces recién inaugurado Instituto Nacional de Cardiología. El mural muestra los personajes y hechos fundamentales que han forjado esta rama de la medicina, incluído el episodio donde Miguel Servet es quemado en la hoguera por defender su teoría de la circulación pulmonar.

Los murales “Retrato de Norteamérica” tampoco pueden faltar así como no puede faltar el trabajo previo para realizar la decoración del Estadio Olímpico Universitario de la UNAM, misma que se realizó con la técnica del mosaico, al igual que el mural del Teatro de los Insurgentes. También se pueden observar los bocetos y fotografías de los motivos prehispánicos hechos con concha y piedra volcánica que decoran el Anahuacalli, museo Diego Rivera de la Gran Tenoch.

“Río Juchitán” es una de las imprescindibles obras de Diego Rivera donde muestra con mucho color la sensualidad de la mujer, la inocencia de los niños nadando, el cuidado de la madre hacia sus hijos y la higiene de la mujer ante la presencia de dos “civilizados” padre e hijo.

Justo enseguida de este esplendoroso paisaje se observa la serie “Pinup Girls” que fueron hechas para la decoración de un bar de un extinto hotel de la Ciudad de México. Para su realización Diego no utilizó modelos profesionales sino damas de la alta sociedad que querían ser deseadas por los hombres sin restricción y permanecer sensuales en la pintura.
Para disfrutar de esta magnífica exposición que abarca 8 salas y monumentales obras que junto con bocetos, calcos, trazos, pinturas sin terminar, fotografías y vídeos, se necesita tiempo infinito y unos ojos incansables para poder admirar todos estas obras que jamás han estado juntas y que hacen comprender la importancia histórica gigantesca que Diego Rivera tiene en nuestro país y para la izquierda mexicana.

Un creador de arte con contenido, con mensaje profundo, de identidad y de orgullo nacionalista, que se sentía vivo por sentirse mexicano, por ser revolucionario, rebelde, así era Diego, con cuya obra reunida en el Palacio de Bellas Artes, comprendemos la monumental epopeya de su vida y obra.

ULTIMALETRA

El gobernador Reyes Baeza presenta este lunes su tercer informe de gobierno, lo cual nos indica que la mitad del camino le ha llegado. Las cosas las ha hecho Reyes bien, pero siempre pueden ser mejor. A partir de mañana se intensificarán rumores sobre posibles cambios que todos esperan y no llegan. Algunos cambios deben de llegar para el bien de la administración y esperemos lleguen. Por lo pronto hay que estar pendientes de las amenazas y chantajes del retrógrada de Fernando Alvarez Monge, quien amaga con hacer escándalos al mero estilo de su acérrimo enemigo: AMLO.