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Viernes 13 de agosto de 2010

Narco–legalización

Legalizar las drogas equivale a expedir un permiso tácito para que los adictos vivan como parásitos tolerados


Legalizar las drogas equivale a expedir un permiso tácito para que los adictos vivan como parásitos tolerados

Quienes se hayan dado el gusto de explorar la literatura de siglos pasados, concretamente del pueblo Griego, habrán encontrado que eran muy aficionados a utilizar las fábulas como recurso literario para trasmitir cultura a través de las moralejas que les incluían como colofón. De ese tiempo rescatamos hoy el recuerdo de una de esas historias, que se refería a un mítico pueblo que vivía a orillas de un rio en el que abundaba la flor de loto, los moradores de esas tierras se habían aficionado a alimentarse con esa planta por los efectos placenteros que les producía el consumirla y vivían exclusivamente de ella.

Era tan grande la sensación de felicidad que obtenían comiendo de esa flor, que se habían olvidado de atender cualquiera otra necesidad y pasaban los días entregados al placer de la ensoñación, sin percatarse del alto precio que pagaban a cambio de ese disfrute, pues a pesar de que aparentemente todo estaba bien, sin darse ellos cuenta, a fuerza de repetir esa costumbre placentera que les permitía evadirse de la realidad, se habían convertido en un país débil, indefenso y desobligado, porque a sus moradores al ocuparse sólo de su propio bienestar, les era indiferente la suerte de todos los que estaban a su alrededor, circunstancia que fue aprovechada por otros pueblos con más iniciativa, para conquistarlos y someterlos a una dura esclavitud en la que se vieron obligados a trabajar duramente para sus nuevos amos; triste despertar e ingrato destino para cualquier nación en cualquier tiempo.

Hoy en nuestros días se realizan toda clase de encuestas y muchas de las practicadas a nuestra población nos revelan que nuestra gente no conoce ni siquiera la historia más reciente, que en los mejores casos sus referencias no van más allá del impreciso conocimiento de los nombres de algunos personajes destacados de la época de la Revolución, o alguna vaga referencia de la guerra de Independencia, visto está que el publico en general ni siquiera puede ubicar fechas importantes y mucho menos cuales fueron las causas y los ideales que nutrieron aquellos movimientos y si de nuestra historia nacional no tenemos conciencia, menos sabemos de lo que haya pasado con otros pueblos en otros tiempos, eso explica porque estamos cometiendo los mismos errores que los llevaron a ellos a la decadencia y a la extinción de sus culturas.

Dicen los entendidos que quien no conoce la historia está irremediablemente condenado a repetirla y ahora que algunos simplones pretenden legalizar el consumo de las drogas para con ello brindar una falsa solución al problema del narcotráfico, los que pensamos que no es ese el remedio, debemos levantar la voz y advertir el riesgo encubierto tras esa aparente solución. A quienes nos ha tocado convivir con personas víctimas de cualquier adicción, sabemos fehacientemente que el asunto no es tan simple como dejarlos que se den su gusto, las consecuencias son situaciones muy indeseables pues la convivencia con personas idiotizadas es desagradable y perniciosa, destructora de las bases más elementales de la buena relación entre los individuos.

Considerando que otro de los nombres con los que se identifica a las sustancias psicotrópicas es el de “estupefacientes”, eso es por el efecto estupidizante que provocan en quien las consume. Si todo quedara en un momento pasajero de enajenamiento y relajación, el problema no sería grave, pero también es muy conocido que en el proceso natural de aprendizaje del ser humano, la repetición de un acto se convierte en una fijación y esa fijación evoluciona rápidamente hasta convertirse en una adicción que para bien o para mal, marca las conductas del sujeto y determina su comportamiento personal y social, por efecto acumulativo de las drogas, el adicto se vuelve un idiota funcional y protagoniza constantes conflictos con su entorno. Pero además tiene repercusiones de tipo hereditario dados los mecanismos de trasmisión de costumbres, afecta a los que conviven con quien los usa y en algunos casos graves provoca la degeneración de la especie por afectar directamente a nivel genético a la descendencia de los adictos.

¿Qué información nos están revelando los datos que nos evidencian el aumento en el consumo de las drogas?, no son otra cosa que un claro indicador de que en las personas existe una necesidad de fugarse de una realidad que no les es grata, que necesitan fabricarse pequeños paraísos artificiales en los que buscan refugiarse de un mundo que los desconcierta y los asusta, que son seres inmaduros y poseedores de mentalidades débiles, incapaces de enfrentar valientemente los retos que la vida les presenta. Eso significa que nos estamos llenando de individuos acobardados, altamente egoístas que no son capaces de ver más allá de un momento de disfrute y que para obtenerlo son capaces de sacrificar todos los otros valores y necesidades, que por lo tanto evaden su responsabilidad personal y bajo el pretexto de la discapacidad funcional derivada de su adicción, le endilgan al resto de la sociedad el total del trabajo que debiera ser conjunto y que necesariamente debe realizase para obtener los satisfactores de las necesidades indispensables de nuestra especie

Optar por el camino fácil de legalizar las drogas equivale a expedir un permiso tácito para que los adictos vivan como parásitos tolerados dentro de la sociedad y crear con ello una división de castas en la que los que no seamos adictos, debamos servir con nuestros esfuerzos de superación a estos modernos “lotófagos” proporcionándoles incondicionalmente los servicios e insumos a los que son incapaces de acceder por su condición de tarados voluntarios.

El mundo y nuestra sociedad ya cargan con muchas obligaciones solidarias para con los que por las imperfecciones no remuneradoras del sistema económico, se ven privados de oportunidades para desarrollarse aceptablemente. En estos casos y en todos los que signifiquen desgracia involuntaria, la ética y la caridad justifican el que seamos subsidiarios con los menos afortunados, pero... ¿Deberemos aplicar el mismo criterio solidario y humanista hacia los que por su gusto y placer busquen idiotizarse para evadir su responsabilidad social y se conviertan en desertores en el campo de la batalla diaria por la sobrevivencia porque abandonan la trinchera para refugiarse cobardemente en la inconsciencia?, ¿Todo esto nada más porque a algún personaje que tiene acceso a los foros de opinión pública se le ocurre la peregrina idea de que la mejor forma de ganar una guerra es no peleándola?.

Mi opinión muy personal hasta hoy – salvo una buena y argumentada refutación que me hiciera cambiarla – es de que ya nuestra sociedad carga con demasiadas garrapatas que nos chupan la sangre, si, usted me entiende perfectamente, me estoy refiriendo a algunos – demasiados, diríamos otros - parásitos infiltrados en el mundillo político, perfectos inútiles ignorantes incapaces de vivir con vida propia, que no fungen sino fingen como “defensores de los derechos sociales” , que sólo abren la boca para “tragar más pinole” y que como todo buen parásito infectan ahí donde pican en la opinión pública.

A esos, debemos exigirles que si van a hablar sólo para obtener las luces de los reflectores o como una forma de justificar lo que tan indignamente se adjudican de los recursos públicos, que mejor cierren la boca porque cuando “verborrean”, nos provocan la asombrada interrogante que nos hace decirles... Pós ora si, que ¿de cuál fumaste?, si no puedes con los inadaptados, no hagas alianza con ellos, ¡quítate de en medio para que los que si saben y si pueden hagan su trabajo!, aquí no caben “soluciones políticas”, que hable la ciencia y si este es un problema ético, ¡pues que hable la ética porque también en ella
hay ciencia!