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Viernes 18 de marzo de 2011

Pernicioso esplendor

¿Quién no se ha asombrado al contemplar la impresionante belleza de una orquídea?


¿Quién no se ha asombrado al contemplar la impresionante belleza de una orquídea?

¿O se ha librado de sorprenderse al observar la graciosa estructura de los hongos que cubren el suelo en los lugares húmedos? Estas y otras singulares creaturas son poseedoras de una magia exótica que llama a la admiración y que de quedarnos solo en la primera impresión que nos causan, nos harían considerarlas como inocentes maravillas, pero que si tenemos en cambio la curiosidad de investigarlas un poco y tratar de conocer sus orígenes y su forma de vida, descubriremos con una ya no tan grata sorpresa, que deben su llamativa existencia al hecho de estar parasitando de otros organismos a los que poco a poco roban la vida hasta terminar por extinguirlos.

Con la suficiente paciencia para permanecer atentos a la evolución de su ciclo de existencia, observaremos como resulta paradójico que en el momento en el que alcanzan su máximo esplendor, es justo cuando han absorbido toda la energía vital de su infortunada víctima a la que ya para entonces han convertido en un cadáver en plena descomposición. Más no solo en el reino vegetal se presenta esta condición, hay también múltiples ejemplos de infestaciones de organismos parasitarios dentro del reino animal y prácticamente todos nosotros hemos padecido o habremos visto padecer a algún ser humano o a algún animal, del ataque artero de un bicho intruso que como un cáncer haya sentado sus reales en ese organismo al que causa atroces efectos en su salud.

También todos sabemos que llega un momento en el que se debe tomar la decisión de optar entre permitir que ese huésped indeseable alcance su acabe con la vida de su involuntario anfitrión o aplicar el tratamiento adecuado a fin de liberarlo del parásito que lo acosa, para que recupere la salud y siga adelante con el desarrollo normal de su existencia. Hay casos tan graves que hacen que el remedio sea muy doloroso llegando a ser necesario que aquel miembro que ha sido infestado deba ser amputado como condición indispensable para conservarle la vida al enfermo.

El ejemplo no se agota aquí, nos basta observar en nuestro entorno, para comprobar que también en el ámbito social y en su derivación: La Política, se presentan muchos casos de perniciosas parasitosis. Atónitos atendemos a las pantallas de nuestros computadores y televisores, aparatos de radio y hasta en los servicios informativos de los celulares, que se desbordan en notas e imágenes que dan cuenta de cómo algunos individuos rebosan opulencia y riqueza con tal esplendor logrado gracias a que se han incrustado en la vida de sus naciones, a las que como verdaderos y mortales parásitos, explotan y exprimen.

Lo mismo es en el caso de tiranos que son cabezas de gobiernos dictatoriales, así como de empresarios que se han vuelto putri-millonarios en la monopolización de servicios de telefonía y que utilizan todo su poder económico para imponer a todo un país al que tienen cautivo el cobro de tarifas telefónicas despiadadas porque no tienen otra justificación que el lucro de un particular. ¿Cuál es la diferencia entre la llamada “delincuencia organizada” y estos que justifican su insaciable codicia y tranquilizan su conciencia al auto nombrarse “líderes morales” de un pueblo o prominentes “hombres de negocios”?, ¿acaso estos no son también delincuentes y acaso no están también organizados? Tanto nos perjudican los unos como los otros.

Cada nación tiene sus propias enfermedades y a nosotros nos ha tocado padecer las nuestras, así es que nos toca lidiar con parásitos sindicales, un enorme número de gente improvisada que medra en el ámbito burocrático (o simultáneamente en estos dos últimos), pero quizá la más repugnante de todas las formas de parasitosis que padece hoy nuestro país, es una infestación que ha penetrado hasta el tuétano a nuestro sistema político y ha crecido al grado de mimetizarse con el pueblo al que desangra y debilita al grado de volverlo incapaz de defenderse de esa perjudicial influencia.

¿Acaso no equivale a un sobrecogedor síntoma de una mortal enfermedad social el canto triunfalista que hoy le escuchamos al Partido Revolucionario Institucional, que nos grita a voz en cuello que está en su mejor momento? justo cuando su organización partidista se pavonea vanidosamente sobre el cuerpo en descomposición de esta nación a la que ha infectado con sus pésimos ejemplos de corrupción, inoculándole durante décadas una anti-cultura de tranza y “cochupo” en dosis suficientes para paralizarle el espíritu de honestidad y los valores éticos.

No podemos esperar que el parásito actúe contra sí mismo, para ellos como para todo dictador o depredador, está plenamente justificada su forma de ser; primero porque no conocen otra y segundo porque dado su origen masónico sectario, consideran que los que no estamos dentro de su círculo cercano de iniciados y siendo ellos la casta dominante, el resto tenemos como propósito de existencia, solo el servirles de alimento y por estar auto convencidos de su supremacía, por supuesto que les es absurdo el tan solo pensar en renunciar a seguirnos estrangulando y mucho menos llegar a sacrificarse por quienes consideran su presa y su botín.

Para convencerse, de muestra basta un botón, ¿acaso no queda plenamente ilustrado y confirmado lo dicho aquí con la nota periodística acerca de la más reciente actuación del PRI en el Estado de México? En un perfecto ejemplo de auto justificación, cuando al ser sorprendidos en pleno delito electoral, prominentes funcionarios públicos priistas todos en función dentro del actual gobierno de ese estado, a quienes se graba con audios y videos irrefutables de estar desviando recursos públicos para coacción del voto en las próximas jornadas electorales, furiosamente alegan que están en todo su derecho pues desde su perspectiva patrimonialista de esta nación de la que están convencidos de ser los dueños, no distinguen lo propio de lo ajeno desde su torcida lógica de que “el poder es para poder” y “hago lo que quiero simplemente porque puedo”.

Pedirle al PRI que renuncien a sus tradicionales e institucionalizadas prácticas de peculado, equivale a pedirle a la “Taenia Solitaria” que se muera de hambre y abandone el intestino donde se ha instalado, tratar de convencer al hongo del “pie de atleta” que deje de alimentarse del miembro que ha infestado, decirle al déspota de Gadafi que se largue y no siga masacrando al pueblo Libio. ¿Cuándo nos vamos a convencer los mexicanos de que para librarnos de ese cáncer auto satisfecho llamado PRI, la única forma es amputándolos del poder aunque nos tengamos que arrancar un pedazo de nosotros mismos, arrancándonos ese pequeño y nefasto priista valemadrista que todos llevamos dentro y que se niega a morir porque se siente muy a gusto siendo enano e impidiendo que los demás crezcan para que no le hagan competencia?

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Aurelio Antonio Tiscareño