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Sábado 18 de septiembre de 2010

¡Que México viva!

¡QUE MÉXICO VIVA!... ¡Feliz cumpleaños Mexicanos!


¡QUE MÉXICO VIVA!... ¡Feliz cumpleaños Mexicanos!

El espectáculo que la naturaleza nos brinda en su magnífica simplicidad, proporciona analogías idóneas para comprender – aunque sea por comparación - el intrincado espectáculo de nuestra propia realidad, basta con visitar alguno de los parajes que aún sobreviven en torno a la mancha urbana de cualquiera de nuestras crecientes ciudades, para constatar como la vida se apega a su propio ritmo y encuentra la forma de salir adelante con éxito, podemos sentirnos privilegiados al atestiguar incidentalmente alguno de los pequeños grandes milagros con los que se hace presente la vida en torno nuestro.

Asistir al poético momento del surgimiento de una mariposa monarca desprendiéndose de su capullo de crisálida cuidadosamente prendido de la rama de un mezquite, hace que no obstante la apariencia de delicada fragilidad del insecto protagonista y de su envoltura, esa imagen minúscula proyecte una tremenda fuerza vital en sus implicaciones y con ello nos brinda el pretexto ideal para reflexionar acerca de nuestro propio momento evolutivo.

La paradoja implícita en la vida de estos insectos, es la de que de una apariencia rastrera similar a la de los gusanos, llegado su momento metamorfosean a una etérea apariencia alada, y pese a su aparente debilidad son capaces sin embargo de emprender la proeza titánica de un vuelo con el que atraviesan medio continente. Esto nos hace reflexionar en esa también aparente fragilidad de nuestra gente, que sumida ancestralmente en la miseria, arrastrando su existencia en la penuria de sus limitaciones, a pesar de ello han sabido transitar hasta este simbólico momento conmemorativo de los inicios de nuestra identidad nacional y también esperan por el momento de romper ese capullo en el que vienen incubando una insospechada grandeza.

Así como en el caso de la oruga, la delicada estructura del capullo es apenas lo suficientemente resistente para sustentarle la existencia, pero sin llegar a constituirse en una barrera infranqueable que la aprisione e impida completar su ciclo vital al convertirse en una alada belleza. De este acontecimiento podemos extrapolar la percepción de que así mismo la pobreza de nuestra gente ha estado cumpliendo la función de ser un caparazón dentro del cual se incuba la generación de una raza merecedora de un mejor destino, pueblo que acicateado por la necesidad, se foguea en sus carencias aprendiendo a sobrevivir con lo elemental, enfrentando la adversidad más como reto que como obstáculo.

La mariposa que vi emerger aparentemente a destiempo, me hizo entender que algunos individuos de cada raza poseen la misión innata de ser precursores de todo un movimiento generacional en ciernes, generación que movida por fuerzas internas, de alguna forma más intuitiva que consciente envía exploradores para tantear el terreno por el que ha de transitar el gran resto de la colectividad y una vez confirmadas las condiciones propicias, irrumpen en tropel a una nueva perspectiva de vida y al hacerlo va rompiendo el paradigma de un liderazgo tradicional en el que el que una masa semi inconsciente va siguiendo a una figura medianamente consciente que la encamina – por supuesto - hacia sus fines particulares y no a los del grupo.

El espíritu de nuestra mexicanidad empieza a emerger en medio de una coyuntura de crisis en la que la figura mítica del líder todopoderoso y plenipotenciario ha sucumbido ante el desencanto de las masas que se han visto sistemáticamente defraudadas por quienes han sido tan soberbios como para aceptar la encomienda de asumirse como semidioses, sólo para luego derrumbarse del pedestal en el que los ha colocado la circunstancia.

El capullo donde nuestra nación se ha estado incubando empieza a manifestar las fisuras del desgaste natural de su estructura, las viejas instituciones se derrumban por anquilosamiento y ceden ante la presión de una entidad colectiva que ya no cabe dentro de los límites tradicionales, la vida reclama su vocación de crecimiento y se hace valer por derecho propio, nos recuerda que más allá de la importancia relativa de cualquier cultura, está la importancia definitiva del conglomerado humano que la genera, dicho sea de otra forma; lo más importante y digno de preservar será siempre la gente misma y no los usos y costumbres con los que en un determinado momento manifieste su existencia.. El cambio de paradigma habrá de ser tan drástico como lo requiera la circunstancia que garantice la existencia del ser humano imbuido en el juego de su propio crecimiento.

Están asentadas muy importantes premisas para que la nuestra, se convierta en una verdadera nación, (recordemos que no por ser pueblo se es nación, ya que este término implica que los habitantes de un país hayan logrado un grado de integración cultural y una cierta uniformidad de sentimiento, pensamiento y propósito, así como condiciones de vida más o menos homogéneas resultantes de una justicia social operante, real y bien cimentada, caso que aún no se da en nuestras circunstancias).

No obstante el pesimismo de los inconformes, México se perfila como país emergente, con un acervo de posibilidades que permiten abrigar fundadas esperanzas en su desarrollo y en una promisoria bonanza para la gran mayoría de sus habitantes. El tercer centenario de nuestra identidad nacional estará marcado por un incontenible sentido de responsabilidad y participación de la mayoría de los individuos de nuestra ciudadanía que dejará de seguir a ciegas a quienes pretendan conducirlo, pues antes bien, los que sean elegidos como representantes, recobrarán su verdadera dimensión humana de servidores de la patria y en vez de hablar por si mismos y de sus intereses, serán enviados ante el resto del mundo como avanzada de nuestra sociedad y en calidad de emisarios portadores del mensaje de determinación con el que los mexicanos reclamaremos el lugar que nos corresponde ante la historia.

Así como nuestros antepasados disfrutaron sus logros, por muchos o pocos que estos hayan sido fueron su obra y no están para ser juzgados por quienes nada tuvimos que ver con su consecución. La índole de nuestros motivos de celebración son muy diferentes, no podemos festejar logros porque estos aún no los alcanzamos, en lo que si nos es legítimo regocijarnos es que estamos frente nuestro turno ante la historia para construir una nación a nuestro gusto y medida, por ello no caben los reproches ni los resentimientos, a la única generación a la que podremos criticar será a la nuestra, pero eso será sólo al final de nuestro desempeño, ahora no es tiempo de reclamaciones, es tiempo de trabajar a lomo partido para romper el caparazón que nos impide extender las alas, muy conscientes de que el trabajo no acaba ahí, pues ese el vuelo colectivo al que llamamos democracia habrá de llevarnos a ese punto en el que al fin .. “Nuestro México ha de ser, con justicia y libertad, una Patria para todos y un baluarte de lo ideal.”

Estos son los más fervientes deseos de quienes amamos nuestra tierra y a nuestra gente por lo que yendo más allá de la fórmula tradicional del ¡Viva México!; desde el más profundo sentimiento de amor por nuestra patria, exhalamos un potente grito que compromete nuestra más pura intención y nuestra más diligente participación para lograr que se cumpla nuestro más caro anhelo: ¡QUE MÉXICO VIVA!... ¡Feliz cumpleaños Mexicanos!