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Miércoles 30 de septiembre de 2009

Recordar a Ortiz Mena

Ortiz Mena no era siquiera economista. Fue abogado egresado de escuela pública, no fue Harvard, no fue Yale.


Ortiz Mena no era siquiera economista. Fue abogado egresado de escuela pública, no fue Harvard, no fue Yale.

México, D.F.- En medio de una crisis económica que le ha pegado muy duro a nuestro país como a ningún otro, después de Estados Unidos, y la ineptitud, ineficacia y ceguera de un Gobierno Federal que a toda costa cree tener la verdad divina como estandarte para lastimar más los bolsillos de los mexicanos, el recuerdo de un chihuahuense ilustre me viene a la mente.

Un hombre cuyo legado está repleto de una visión prodigiosa y exitosa, así como de una gran coherencia intelectual, que ante la crisis que vivimos no vemos por ningún lado en el gabinete de Felipe Calderón. El hombre, Antonio Ortiz Mena, dejó de existir a sus 99 años en marzo del 2007, pero su legado en el servicio público es referente a una época de gran prosperidad económica en nuestro país, prosperidad que añoramos hoy más que nunca.

Es recordado por ser el único Secretario de Hacienda que duró doce años en el cargo, sirviendo a dos presidentes: Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz. Durante su gestión al frente de la hacienda pública fue que acuñó un término, que aún es materia de estudio, discusión y debates, el famoso “desarrollo estabilizador”. Aquella famosa política económica que se ejecutó en coordinación entre Banco de México y la Secretaría de Hacienda, algo tan remoto de ver hoy en día.

Durante los doce años del “desarrollo estabilizador”, el producto interno bruto de México creció a una tasa promedio de 6.8 por ciento cada año, con una inflación de 2.5 por ciento, también en promedio anual. Con una tasa de crecimiento demográfico de 3.4 por ciento anual, cada año el ingreso por habitante aumentó poco más de 3 por ciento. En aquel tiempo el crecimiento industrial que México obtuvo se basó en la expansión del mercado interno, propiciado por el crecimiento urbano y los efectos de la reforma agraria, así como la consolidación de la infraestructura de comunicaciones, en el sector energético y la participación de la iniciativa privada en el crecimiento industrial.

En su momento los grandes economistas del mundo hablaban de dos Méxicos: el de antes de Ortiz Mena y el de su época. Hoy a la distancia vemos tres realidades de nuestro país: Antes de Ortiz Mena, después de Ortiz Mena y las de las crisis del neoliberalismo. México era ejemplo para los demás países de Latinoamérica, quienes lo veían como un ejemplo a seguir e incluso, connotados economistas de la época afirmaron que de seguir con el ritmo de aquel entonces, México sería una potencia mediana para el año 2000. No lo fue y el legado de Ortiz Mena solo quedó para los libros, las anécdotas y la academia, el neoliberalismo reemplazó lo hecho en el pasado y hoy, con una crisis tan fuerte, la memoria de Don Antonio Ortiz Mena viene a colación porque necesitamos reavivar su legado ya que tenemos un equipo económico dentro del gabinete de Felipe Calderón ineficaz, inepto, inútil y caro, que estudiaron en las mejores universidades privadas de México y el extranjero. Ortiz Mena no era siquiera economista. Fue abogado egresado de la Escuela Nacional de Jurisprudencia de la Universidad Nacional Autónoma de México. No fue a Harvard, no fue a Yale. Egresó de escuela pública y es considerado el mejor Secretario de Hacienda de la Historia, además de haber sido el segundo presidente del Banco Interamericano de Desarrollo.

En Europa y América del Sur, recibió muchos homenajes por su labor dentro de la hacienda pública mexicana así como por su destacado paso por el BID. Fue un hombre cauto, culto, firme, prudente y que basaba sus decisiones en el sentido común. Mismo que hoy, ante una crisis que se diagnosticó con mucho tiempo, ha faltado a Calderón y a Carstens para poder sortearla.

Dentro de su visión económica del “desarrollo estabilizador”, Don Antonio tenía como ejes, la estabilidad de la macroeconomía, no sólo financiera sino sobre todo de variables como producción y empleo. El Desarrollo del mercado interno y abatimiento de la desigualdad social. Una política promotora de la industrialización (la conocida sustitución de importaciones); la importancia de la actividad agrícola ya que el país era autosuficiente y exportaba alimentos. Y una regulación del sistema financiero que promovía el financiamiento de la actividad productiva en conjunto con el Banco de México.

Un hombre de ideas y acciones, lanzó una lapidaria frase en la década de los 80: “En México, el poder del presidente es absoluto y se corre el riesgo de que, por falta de contrapesos, como deberían ser el congreso y el Poder Judicial, un mandatario descontrolado puede llevar al país a la ruina”. Ortiz Mena pudo ver como su frase se transformó en los primeros años del siglo XXI, donde el absolutismo presidencial desapareció para dejar una institución presidencial débil y poco respetada pero donde el contrapeso real es el Congreso.

Se vale recordar a Don Antonio Ortiz Mena en el marco del tricentenario de nuestra ciudad capital y se vale recordarle a Calderón y a su mediocre gabinete presidencial, que hojeen un poco el libro de éste sobre el desarrollo estabilizador y la economía, el legado de Ortiz Mena ahora, podría de ser de gran ayuda para los ineptos que manejan la economía del país y que pretenden sangrar más los bolsillos de todos nosotros solo para llenar más los ellos.

Haces falta, Don Antonio, haces falta.

ULTIMALETRA

Con cinco años de intenso trabajo, Reyes Baeza llega a su quinto informe de gobierno, donde destaca la gran cantidad de obra realizada en la zona serrana y el sur del estado, donde hace tiempo había un rezago importante. Hay pendientes que resolver, efectivamente, pero falta aún un año más, el más difícil, pero Reyes seguirá dando todo por Chihuahua.