30.46°C

Nubes

Chihuahua, Chihuahua



Martes 4 de noviembre de 2008

Se arrepiente feminicida de Juárez

"Por muchos años no tuve conciencia de lo que hicimos"


"Por muchos años no tuve conciencia de lo que hicimos"

En un arrebato de desesperación, el asesino de Juárez confiesa que decidió hablar cuando se enteró que los fiscales iban a cerrar el caso.

Quiero comentarles que lo que hice fue porque me drogaba mucho, y ellos, Édgar y El Cala, me drogaban... Por muchos años no tuve conciencia de lo que hicimos hasta que, como mencioné al principio, en 2003, estando en prisión, fue cuando se me vino a la memoria todo lo que les he contado.

“Antes de este año no recordaba nada. Además me empecé a dar cuenta cuando vi en varios canales de televisión sobre las muertas de Juárez, a la del Cristo Negro. Entonces estaba yo en Nuevo México. Vi en la televisión un helicóptero sobrevolando el Cristo Negro. Luego vi a mi tía quitando con el pie unas piedras de la cara de una muchacha muerta.

“En otro programa vi que encontraron un cuerpo en el sembradío de algodón, que es la muchacha de la escuela. El tercer programa lo vi cuando estaba preso. Fue en ese programa cuando dijeron que iban a cerrar el caso por falta de pruebas. Entonces me decidí a hablar con alguien para contar lo que sucedió”, relata José Francisco Granados de la Paz.

En la videograbación del juicio al homicida confeso, el treintañero viste un traje de color verde de una sola pieza. Debajo tiene puesto un chaleco antibalas.

Han pasado varias horas desde que Granados de la Paz comenzó a declarar y a escuchar versiones que lo inculpan de haber participado en una decena de crímenes. Ahora el juez Segundo de lo Penal le explica que empezarán a mostrarle fotografías de mujeres asesinadas en la Ciudad Juárez.

—Le voy a mostrar las fojas a partir de la 253 hasta la que está señalando la señorita del MP para que se enfoque a verlas y manifieste si reconoce a alguna de estas personas —le dice el juez.

—Okey —responde.

—Empecemos. En la 253 aparece esta joven. ¿La reconoce usted?

—Sí, a ella la tiramos en el Lote Bravo e inclusive tiré a propósito un lipstick morado con blanco.

Durante su largo testimonial, José Francisco habla en voz pausada y no se ve alterado. Hace muecas ocasionales y gestos de fastidio, pero se porta amable con el juez y los abogados la mayor parte del tiempo. Incluso bromea.

De repente comienza a hacer algunos comentarios sin que nadie le pregunte. “Quiero añadir en cuanto a los hechos ya narrados que en 2003 le platiqué a unos primos (los hechos). Un primo me compró una pizza y me preguntó qué tenía; le dije que era por las muertas de Juárez, que me sentía usado y que fui amenazado siendo menor de edad y drogado con Roche dos. Le conté que yo había matado a dos mujeres. Me miró y me dijo: ‘No es cierto, no me digas nada’.

“Sólo estuve con mi tía tres días. Fue cuando le pedí dinero para irme al puente y cruzar por Juárez. Me dio 100 pesos y llamó a mi primo Rigo Torres y le dijo que me llevara al puente. Ya en el carro le conté a Rigo que yo andaba bien entrado, que había matado a una en Juárez. Me dijo que estaba loco. Ya no me llevó al puente, sino a su casa en Chaparral. Después me fui solo para Juárez de raid. Después le conté a Ana Montañés y dejé una carta explicándole todo.”

La diligencia continúa. José Francisco acaba con el silencio que se ha hecho de repente durante la muestra de fotografías. Las mujeres se alcanzan a ver ligeramente. Son rostros jóvenes.

—Disculpe, señor juez, yo uso lentes con aumento, pero no los traje. Voy a hacer lo posible por reconocer —dice Granados.

—Okey. Nomás te voy a decir que no queremos que vengas y nos digas: ésta sí, ésta sí. En el momento en que ya no puedas explicar, nos dices y ya.

—Claro que sí señor. Tampoco voy a decir cosas que no son. Es muy delicado esto.

—¿Algo más que desee agregar sobre esta fotografía?

—Sí, recuerdo que yo abrí el portón de Lote Bravo por mandamiento de Édgar.

—Voy a mostrar la siguiente.

Granados se queda callado, mirando con detenimiento.

—No, no la recuerdo.

—La siguiente fotografía es la de la 253. ¿A ella?

—Sí. A ella la tiramos desnuda en Lomas de Poleo.

La mujer da vuelta a la página.

—¿Y a ella?

—Sí, parece la que se había robado unos kilos de mariguana. A ella la tiramos en el canal.

Granados de la Paz sigue contando el momento en que recordó su participación en los crímenes. “Cuando vi a mi mujer me dijo que mi hermana se había puesto mala y que junto con Fidel habían quemado la carta (donde revelaba su participación). También quiero señalar que mi cuñado y su hermano, Paul, me preguntaron que si yo era pistolero de Édgar. Se supone que ya sabían lo de las muertas y mi hermana me quiso defender diciendo que yo no estaba en México en esa época.

“Mi cuñado me seguía preguntando si yo era pistolero de Édgar y le conté a verdad. Le dije que sí. Me preguntaron si yo quería delatar a Édgar. Les dije que sí, que por eso estaba relatando este jale, aunque me embarre a mí. Lo hago porque no quiero que esto quede impune y porque no quiero que este cabrón siga matando gente”.

En el cuarto del juzgado continúa la pasarela de rostros.

—La siguiente fotografía...

—No estoy seguro, parece la que filereé… la que maté en el carro de Edgar.

—¿Algo más?

—No

—La siguiente: ¿A ella?

—Recuerdo que a ella la tiramos en el canal del Ejército Nacional, por el pelo la reconozco.

—La siguiente.

—Se parece a la que tiramos en el campo algodonero, detrás de la escuela norteamericana-mexicana. Ahí trabajé de conserje.

—Y la siguiente...

—En realidad no sé si en el canal o en el Lote Bravo, pero se me hace familiar también.

—¿Esta no la conoce?

—No, podría ser la hija de Jovita, porque era muy simpática.

—La siguiente.

—Puede ser de San Francisco.

—¿Por qué de San Francisco?

—Por su vestimenta.

—Está bien. Ahora le daremos un receso para que coma —corta el juez.