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Jueves 24 de abril de 2008

Una década sin Paz

El 4 de octubre, Octavio Paz renuncia a su cargo como embajador en la India


El 4 de octubre, Octavio Paz renuncia a su cargo como embajador en la India

Era 1968. Un año donde las conciencias de millones de jóvenes despertaron. Cambiaron la manera de pensar del mundo. Fue un cambio, una transformación. En octubre de ese año ocurrió la tan llevada y traída masacre de Tlatelolco, hecho que a la postre marcó nuestra historia con la célebre consigna, “2 de octubre no se olvida”.

El 4 de octubre, Octavio Paz renuncia a su cargo como embajador en la India, en protesta a la reacción autoritaria del gobierno de Díaz Ordaz en contra de los estudiantes. El gobierno en ese entonces quiso disfrazar el hecho porque no se trataba de un simple embajador, se trataba de un intelectual reconocido dentro y fuera del país. Su protesta hacía eco en el mundo y causaba otro problema más al entonces presidente, quien había recibido un documento del mismo Paz, donde éste hacía recomendaciones y análisis sobre la situación y actitudes de los participantes y cómo el gobierno mexicano debería responder, sin necesidad de utilizar la fuerza bruta. Este documento fue realizado por Paz por petición directa del entonces canciller mexicano, quien se lo hizo llegar al presidente Díaz Ordaz por considerarlo “un análisis sumamente serio y valioso que debía de ser conocido por la máxima autoridad nacional”.

Este último hecho que relato, lo descubrí hurgando entre varios libros sobre Octavio Paz. Encontré los datos en el libro “El pensamiento político de Octavio Paz: Las trampas de la ideología” y, como en el texto afirma su autor Xavier Rodríguez Ledesma, es un hecho poco conocido y quizás se entienda mejor la acción de renunciar a la embajada en forma de protestar a un sangriento hecho que pudo haber sido evitado.

Posterior a la renuncia de Paz al cuerpo diplomático mexicano, vino el intento de disfrazar su renuncia con diversos hechos, siendo el más constante, aquel donde el gobierno mexicano anunciaba su “cese” como embajador mexicano en la India de Gandhi. Pero Paz no permaneció en silencio y ventiló su caso, declarando que la causa de su renuncia era “porque no consideraba apropiado ser representante de un gobierno que masacraba a su pueblo”.

Recomiendo altamente el libro mencionado ahora que se han cumplido diez años sin Paz.

Y ahora que se le recuerda con bombo y platillo en todos los rincones del país, poco es conocido para quienes éramos unos niños cuando ganó el premio Nobel, la aplanadora que el gobierno mexicano intentó pasar por encima de él y, tal como actuó en Tlatelolco, lo hizo en los medios de comunicación tratando de aplastar a Paz, para que pagara por la osadía de haber renunciado a la embajada en la India, por haber desafiado al régimen.

Lo exhibieron hasta el cansancio. Desgastando su imagen pública y hacerlo quedar mal ante los mexicanos. Llegó la furia oficial a extremos inimaginables como publicar las furibundas cartas de su hija Helena Paz, donde se demostraba la distancia que entre ellos había así como las diferencias ideológicas y reproches a Paz.

A Octavio Paz se le insultó y calumnió hasta el cansancio. Hoy, a cuatro décadas de estos acontecimientos se recuerda que durante la olimpiada, se publicaba la ilustre foto del Tibio Muñoz recibiendo su medalla compartiendo plana con los vituperios contra Paz.

En 1990 Octavio Paz es galardonado con el premio Nobel de literatura. Reconociendo la grandeza del literato, del intelectual. Se revindicaba con su país, con el público y con el mundo, seguro pensó que lo sucedido durante el régimen de Díaz Ordaz y la ola de vituperios, habían sido un paso hacia el reconocimiento que todo artista, todo ser humano aspira. Ese reconocimiento es prueba de que se dejó huella, de que se hizo la diferencia en este mundo, en su historia.

Recuerdo entonces el noticiero de Jacobo Zabludovsky dar la noticia como un recuerdo de mis épocas de estudiante de primaria como recuerdo haber estado en preparatoria cuando se anunció su muerte. Los años 90 revindicaron a Octavio Paz. También permitieron que mi generación conociera la vida y obra de Paz. Irónicamente, hace diez años, a pocos días de su muerte fue la primera vez que leí “el laberinto de la soledad”, el cual me parece un fascinante desnudo del mexicano y le agradezco a Magdalena Minjárez, nos haya puesto a leer dicha obra, que te mueve lo mas intrínseco de tu mexicanidad.

Ya son diez años sin Paz. Y como cualquier mortal tuvo sus yerros pero su obra ensayística y poética es de las mejores del mundo.

“Si nuestro pecado se llama disipación, nuestro castigo se llama olvido. Leer es lo contrario de esa disipación, leer es un ejercicio mental y moral de concentración que nos lleva a internarnos en mundos desconocidos que poco a poco se revelan como una patria más antigua y verdadera: de allá venimos.” Octavio Paz.

ULTIMALETRA

Si hemos hablado de Paz, es únicamente por el apellido del escritor y poeta porque la paz, como tal, no se ve en nuestro estado. En ningún ámbito. Se toman acciones contra la violencia, es un avance. Pero en lo político los partidos dan de qué hablar. Por el lado del PAN, la rebeldía de los diputados “blanquistas” conocidos como los 4 fantásticos y comandados por un equino percheron y la operación política “ola azul 2009” que ya comienza operar en todo el país a través de las delegaciones federales. En el PRI, la atención se ha centrado la atención en el relevo del comité municipal, lo cual se ha convertido en un desorden por los métodos utilizados. Mientras los priístas se pelean por definir quién es el sucesor de Pancho Salcido, Manuel Payán, dirigente del PAN municipal, hace trabajo hormiga.

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