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Martes 19 de enero de 2010

Vamos perdiendo la guerra

Ciudad Juárez, la zona de guerra que refleja el verdadero problema de este país


Ciudad Juárez, la zona de guerra que refleja el verdadero problema de este país

Al inició de su periodo como presidente de México y envuelto en un clima de dudas y desconfianzas por la victoria tan apretada obtenida frente a López Obrador, Felipe Calderón comprometía su palabra para combatir a la delincuencia organizada que escalaba sin precedente alguno. A poco más tres años de ese compromiso los buenos propósitos persisten, los resultados no.

Ciudad Juárez, la zona de guerra que refleja el verdadero problema de este país, donde el narcotráfico rifa y controla la introducción ilegal de armas, somete a su antojo a una población temerosa, estorsiona y quema comercios sin importar jerarquías empresariales, ahuyenta la inversión privada por el alto nivel de violencia y caos que genera, y por si fuera poco, provoca el desplazamiento del glorioso ejército mexicano a las zonas rurales del estado.

Seguramente el ejecutivo federal y su gabinete de seguridad no van a reconocer el poco o nulo avance de la estrategia primaria porque sería tanto como aceptar el fracaso del operativo conjunto chihuahua cuya principal meta era desarticular las redes de la delincuencia organziada y disminuir las ejecuciones; sin embargo y para mayor preocupación de juarenses y chihuahuenses, la violencia no cesa, al contrario, hoy Juárez y Chihuahua están mucho más cerca de convertirse en ciudades con ausencia del estado de derecho, que cerca de ser el paraíso de las inversiones extranjeras y de las mejores metrópolis para vivir.

La orden de replegar a las fuerzas armadas al noroeste de la entidad retrata el desgaste de una guerra mal planeada, con muchos impetus para enfrentarla, si, pero tan mal planeada que ahora el gobienro federal deberá tener inteligencia, ya no para enfrentar la peligrosidad de los barones del desorden social, sino para explicarle a los chihuahuenses y a los mexicanos cómo va a devolverle la tranquilidad y los empleos, porque con buenas intenciones, declaratorias contundentes y bombardeo masivo de spots discursivos, éstas no van a regresar.

Dos mil agentes de la policía federal llegan a la frontera para reemplazar a los efectivos del ejército, que se van con el sabor de la derrota a cuestas y cuestionados por abusos cometidos en contra de la población civil. Mientras se acomodan y reconocen el territorio al que son enviados, las fuerzas federales deberán encontrar la manera de coordinarse con los agentes estatales (cipoles y ministeriales) y policía preventiva, que descaradamente, en un alto porcentaje, pertenecen a las filas de los cárteles que se disputan las plazas; ¿contarán los federales con el armamento adecuado y la formación para hacer frente a los más granado del crimen organizado en América?, pregunto, porque los contados golpes a la delincuencia organizada en algunas partes del país, no provienen del trabajo de inteligencia de la policía federal sino de los cuerpos de élite de la marina, del ejécrito y con la ayuda de la DEA.

Vienen tiempos aun más dificles para el estado de Chihuahua donde la violencia ha sentado sus reales y la recuperación económica anhelada por cientos de miles de familias, no se ven a corto plazo mientras continuen las ejecuciones, estorsiones, quema de negocios, secuestros, robos a casa-habitación y asaltos a comercios.

P.D. Felipe Calderón sigue teniendo la voluntad de someter al orden a la delincuencia organizada pero su obsecación para aceptar apoyo táctico, logistico y efectivo de otros gobiernos, dará pie a que las batallas perdidas se vayan acumulando.