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Viernes 12 de febrero de 2010

¿Y nuestra responsabilidad?

Un mejor futuro se ve (C. B.) al alcance, se ve (C. B.) que se puede, ¡Hagámoslo posible!.


Un mejor futuro se ve (C. B.) al alcance, se ve (C. B.) que se puede, ¡Hagámoslo posible!.

Nos confesamos estremecidos por el nivel de violencia con el que se cometen los ilícitos a lo largo y lo ancho de nuestro agitado país, sobrecogidos por la frecuencia y la incidencia de sucesos cada vez más cercanos a nuestro ámbito, en los que ya vemos que resultan afectados familiares, amigos y compañeros, nuestra mente se esfuerza por interpretar los datos de la realidad para obtener conclusiones prácticas que nos permitan a su vez tomar decisiones acertadas de como ir medrando con relativa seguridad en medio de este clima de inseguridad que nos circunda.

En medio de una realidad que se nos presenta tan compleja y sabiendo que los más elementales mecanismos del pensamiento son muy predecibles, quizá estaremos de acuerdo en afirmar que en el intento de definir nuestras circunstancias para fines prácticos, buscamos la forma de simplificar las ideas para manejarlas más exitosamente, por lo que inadvertidamente es muy fácil caer en la tentación de juzgarlo todo en blanco y negro, como para marcar y ubicar las situaciones en grupos básicos, las agrupamos mentalmente en dos o tres categorías; la de aquello que nos beneficia, otra con lo que nos perjudica y una de asuntos que consideramos que no nos afectan en ninguna forma.

Es ahí es donde empiezan los problemas, porque existe una ley universal de causa y efecto que considera que nada, absolutamente nada es indiferente a la hora de los resultados y que hasta el más insignificante de los actos humanos tiene sus repercusiones en el conjunto de la sociedad.

Las civilizaciones que han ignorado esta premisa, tarde que temprano se han enfrentado a sorpresas mayúsculas de situaciones que inesperadamente llegan a su punto crítico y se desbordan sin control.

Inclusive en la naturaleza tenemos múltiples ejemplos de cómo todas las “insignificancias” llegan a provocar efectos inesperados debido a la sinergia de los pequeños factores. Por ello todos los días nos llegan noticias de que en tal o cual parte del mundo sucede un derrumbe, un terremoto, una inundación, etc. que a fin de cuentas el análisis posterior nos demuestra que la tremenda fuerza con la que se manifiesta cada evento catastrófico, no viene a ser otra cosa que la resultante de toda la suma de pequeñas fuerzas que se van acumulando en el transcurso del tiempo y que llegado el momento se libera de golpe cuando los mecanismos de contención; o se han desgastado o resultan rebasados por la capacidad acumulada.

Frecuentemente olvidamos que los actos humanos están sujetos exactamente a esas mismas leyes físicas de causa y efecto. Que los seres humanos formamos un todo con el resto del universo y que para bien o para mal nuestros actos, TODOS NUESTROS ACTOS, tienen repercusiones en nuestra vida; en lo social y en lo personal.

Así nos ha sorprendido en los últimos años la violenta reacción del narcotráfico ahora que por fin un gobernante ha asumido su responsabilidad y ha decidido poner freno a lo que en otras épocas no solamente se toleraba desde los altos niveles de gobierno, sino que los más altos funcionarios, (no se diga los de más abajo) le entraban alegremente a la participación activa al negocio de todos los giros negros incluyendo por supuesto, el de las drogas. Todo eso equivalió a granitos de arena que se fueron acumulando hasta llegar a formar las dunas de este agreste desierto en el que hoy nos es tan difícil transitar.

Pero no sólo los funcionarios públicos mostraron gran permisividad ante este tipo de asuntos, TODA LA SOCIEDAD EN SU CONJUNTO fuimos más allá de la simple aceptación del tema dentro de la normalidad de los temas cotidianos. Llegó un momento en que mucha de la gente de todos los niveles sociales consideraba como héroes del pueblo a los que se dedican a esta infame ocupación y en los corrillos entre amistades fue motivo para que muchos cabezas huecas, que por ser carentes de vida propia se cuelgan de figuras famosas ya sea de artistas o de maleantes, para poder darse importancia y jactarse con estúpido orgullo de ser “muy cuates” del “narquillo” del pueblo o de la colonia: O los de más altos vuelos, darse “nivel” entre ellos mismos presumiendo de llevarse “de nalgada y piquete de ombligo” con los grandes capos.

Hoy nos quejamos de que “los malosos” tienen asolada a nuestra sociedad y simplones como somos, vemos la paja en el ojo ajeno y no vemos rama en el ojo propio, como si fuera una película en la que los malos son aquellos y los buenos somos nosotros.

Los hechos nos demuestran que como sociedad no hemos alcanzado aún el nivel de madurez requerido para poder ser auto-críticos, que hemos ido reforzando mucho las formas de ser cada vez mas indulgentes con nosotros mismos y al mismo tiempo, inclementes con los que consideramos responsables de nuestras desgracias
Y en esa categoría metemos parejo tanto a los delincuentes, a los políticos, a la suegra y hasta al vecino que nos cae mal, quizás no estemos tan errados, sólo que estamos olvidando algo muy importante: reservar para nosotros mismos un renglón entre la lista de los responsables de todos los males que nos aquejan. Pues si bien es cierto que “los otros” a veces demuestran mucho entusiasmo en perjudicarnos, también es cierto que por acción o por omisión, tenemos mucha responsabilidad personal de nuestra actual condición.

Hoy vivimos una realidad adversa que independientemente de que seamos o no conscientes de nuestras conductas equivocadas TODOS NOSOTROS fuimos construyendo este monstruo que ahora nos oprime.

Nos mostramos asombrados de que de pronto a fulanito o a zutanito se le descubren nexos con tal o cual asunto ilegal y nos preguntamos, ¿Cómo es posible que no se le hubiera notado antes su actividad al margen de la ley?, la razón es muy simple: En medio de tantos “pintitos” el tigre pasa desapercibido.

Paulatinamente se fueron dando las condiciones para que estos personajes pudieran moverse a sus anchas en todos los medios sociales: empezamos por acostumbrarnos a oír en la radio los “narco-corridos” y cuando algún gobierno quiso prohibirlos la sociedad puso el grito en el cielo y reclamó supuestos libertades de expresión y las “O N G´s” encontraron un tema polémico en el cual exhibirse como apasionadas defensoras de los verdaderos y hasta de los inventados derechos humanos.

Luego vimos como nos invadía la moda de un estilo de vestir llamativo que desafiaba el gusto tradicional haciendo gala de ostentosos adornos en los que predominaba la “narco-joyería” realizada con profusión de los símbolos de adicción al consumo de enervantes y motivos armamentistas, como lo son la hoja de “mota”, las “R–15´s” y otras armas de grueso calibre, que pasaron a ser “para uso exclusivo de los carteles de la droga”, porque el ejército de entonces … ¡ni soñarlo! y no se diga las corporaciones policíacas que sólo las veían el las “narco-películas” de los Almada que también proliferaron y atestaron las salas de cine con chicos y con adultos que recibieron el adoctrinamiento del poderoso mensaje de apología del delito que contiene ese género cinematográfico.

Tan normal llegó a ser la costumbre de usar en sociedad esos distintivos, que hasta los efectivos de las corporaciones policíacas, supuestamente dedicadas al combate de estos delitos, las ostentaban como símbolo de un status que los distinguía como grandes amigos y colaboradores de los carteles y esto no sólo pasaba ante los ojos de los jefes de las corporaciones, ¡Sino que los jefes mismos las portaban ocasionalmente en las narco-fiestas en las que eran asiduamente requeridos!, ya fuera como convidados de honor o simplemente para brindar protección a los mafiosos,(todo dependía del cargo que se tuviera dentro de la corporación).

En fin, fue la suma de todos estos elementos en el que tanto los representantes de la autoridad como la sociedad misma fuimos mostrando gran permisividad y aceptación de las costumbres de los malvivientes y al volverse tan común y tan imitado su estilo de vida, ellos pueden hoy moverse a sus anchas en medio de una comunidad en la que todos nos portamos como delincuentes, tanto se ha hablado al respecto que nada de lo que aquí se dice constituirá novedad para el que aunque sea por accidente lea estos renglones.

Más todo lo anterior es importante consignarlo como referente de otro panorama que también en verdad nos afecta, pues lo mismo sucede en la política; culturalmente tenemos ya una imagen preestablecida de lo que es un político, figura muy negativa por cierto, pero como en el caso de la delincuencia, le estamos mostrando la misma descuidada actitud , por lo que son de esperarse similares resultados, cabría preguntarnos: ¿Qué tanta de esta actitud indolente y permisiva que como sociedad hemos tenido para con el problema del narcotráfico subyace en nuestra conducta electoral?, ¿también se habrá contaminado tanto nuestra mentalidad política de esta perniciosa costumbre de apatía e indolencia que habremos de dejar correr el agua sin cerrar la llave para evitar la inundación?

¿Estaremos dejando que se vuelva tan común y tan corriente la figura del político corrupto y avorazado como para que se constituyan en moda sus conductas y siguiendo la evolución normal de un problema que no se zanja, que se vuelva un problema mayúsculo como el del narcotráfico, luego tenga que intervenir el ejército para desbancarlos del reducto de poder que les dejemos construir sin siquiera tratar de impedirlo con el ejercicio de nuestro voto en contra el día de las elecciones?

Ya que tenemos tal fama de chismosos, utilicemos el poder del rumor para esparcir algo más provechoso que las supuestas cadenas milagrosas, los chismes y las pirámides fraudulentas, en esos casos el rumor ha demostrado ser una fuerza formidable, de la que se han servido los estafadores ¿Por qué no usarlo ahora para una causa más noble y provechosa? Hablémonos unos a otros para alertarnos acerca de la inconveniencia de votar por una opción que permita continuar en el poder a quienes han demostrado incapacidad para gobernar y tan sospechosas “tolerancias” con los que tenemos bien identificados como delincuentes.

Sin caer en los extremos de un marxismo trasnochado y desvirtuado, hagamos que se cumpla en forma positiva el axioma de ese filósofo, porque si es cierto que: ”Cada pueblo tiene el gobierno que se merece”, que nuestros rumores corran ahora llevando un mensaje de esperanza y de cambio para bien, que el efecto multiplicador de la comunicación haga que nos pongamos en acción y logremos movilizar a nuestro entorno para que nos merezcamos algo mejor de lo que hasta hoy hemos aceptado tan pasivamente.

Un mejor futuro se ve (C. B.) al alcance, se ve (C. B.) que se puede, ¡Hagámoslo posible!.