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Lunes 20 de junio de 2011

Blanqueando su nombre

A Juan Blanco le llegó su tiempo y aunque no fue nada fácil para él, hoy está de nuevo dando la cara frente a la sociedad


A Juan Blanco le llegó su tiempo y aunque no fue nada fácil para él, hoy está de nuevo dando la cara frente a la sociedad

No hay plazo que no se llegue ni fecha que no se cumpla, por eso a Juan Blanco le llegó su tiempo y aunque no fue nada fácil para él, hoy está de nuevo dando la cara frente a la sociedad, para reclamar que su nombre sea limpiado del lodo con el que fue ensuciado para sacarlo de la carrera política que lo encaminaba a paso seguro hacia la gubernatura del estado y que en su momento causó serias angustias a sus rivales políticos naturales que vieron en su persona “un peligro para el PRI” y a su aferramiento al poder en nuestra entidad.

Gran labor defensiva la que tuvo que realizar su equipo de abogados y él mismo, pues teniendo en contra todo el poder de la pasada administración de Reyes Baeza desde el gobierno estatal, los cuales se dedicaron febrilmente a fabricar no solo pruebas apócrifas, sino hasta leyes y procedimientos ¿legales? hechos ex profeso y a todo vapor para intentar convertir en delito cualquier acción de gobierno realizada por Juan Blanco cuando estuvo a cargo del gobierno municipal de la capital del estado.

Como consecuencia de aquellas situaciones, ahora asistiremos al segundo acto de este drama político en el que se observará un marcado contraste en la forma de actuar de los protagonistas, pues mientras a Juan Blanco lo mueve en legítimo y dignísimo deseo de reivindicar la honorabilidad de su apellido, que como él mismo afirma, “es la herencia más valiosa que un padre puede dejar a sus hijos y el tributo más grande que un hijo puede rendir a sus padres”. En cambio se ve que a sus adversarios los mueven intereses de otra índole porque visto está que en su tabla de “valores”, no figuran los motivos que sustentan los ideales que impulsan a Juan Blanco.

Para la mayor parte de la sociedad están resultando inéditos la actitud y el empeño mostrados por Juan Blanco en su cruzada por el honor, pues no es común que la ciudadanía haya visto antes a un político preocupado por su buen nombre, antes bien, el común denominador es ver a la clase política dedicada a sacarle el mayor beneficio material a su oportunidad de manejo de los asuntos públicos aunque ello le signifique el deterioro hasta la ignominia del apellido de su familia, pues como quien dice: “estos, ya han perdido la vergüenza y hasta las ganas de tenerla”.

Haciendo salvedad a las raras y contadas excepciones, una sociedad tan políticamente indiferente e irresponsable como la nuestra, no merecería asistir al espectáculo edificante de la dignidad con la que se defiende un Don Quijote luchando por su honor y por su dama, pero en cambio y precisamente por la escasez de esos valores, ¡cuán necesitados estamos de los ejemplos positivos que nos hagan recordar que en el fondo de nuestros corazones subsiste el anhelo de vivir en paz con nuestra conciencia y por ende en armonía con los demás!.

Si esto es cierto y si cada uno de nosotros, a pesar de conservar el romántico deseo del triunfo del bien, aun no hemos encontrado la forma de participar directamente en esta guerra en contra de la ilegalidad y de la delincuencia en todas sus formas, cuando menos ahí, en la intimidad de nuestra conciencia deberíamos desearle el éxito de su causa a Juan Blanco y a cualquiera que luche por los mismos nobles motivos, porque así como las malas actuaciones de un solo individuo laceran el orden social, así las acciones positivas de un solo idealista logran una edificación moral en toda la comunidad.

Premio y castigo son los parámetros con los que la sociedad debe expresar su juicio acerca de los que se proponen como figuras públicas, Reconocimiento y parabienes deben ser otorgados como desagravio en el caso de Juan Blanco, quien regresa con la frente en alto para dar satisfacción a la opinión pública una vez que ha logrado demostrar la injusticia de la que fue objeto.

Reclamo y sanción deben ser aplicados en cambio a quienes quedan exhibidos como malintencionados difamadores, porque si en este momento uno de los reclamos más sentidos de las clases populares es en contra de la costumbre de otorgar impunidad a los influyentes y a los poderosos, habrá que llamar a cuentas al exgobernador Reyes Baeza y a los dirigentes priístas quienes en su momento orquestaron la ahora llamada “Dosis Blanco” y que ahora deberán ser contra-demandados por difamación, peculado y uso indebido de los recursos del estado para persecución sistemática de sus contrincantes políticos.

La moneda tiene dos caras y para validarla debemos ver ambas; celebremos la exculpación de Juan Blanco más no perdamos de vista que la demostración de su inocencia implica en forma automática en sus acusadores la existencia de un propósito de perjudicarlo al dañar su imagen con el deliberado propósito de engañar a la opinión pública y eliminarlo a él como contrincante político, exijamos que a los que resulten responsables se les de el mismo trato que a los delincuentes que actúan con todas las agravantes de “premeditosía”, “alevosión” y “ventosía” de las que hacen gala.

Total que se está poniendo de moda en nuestro país el perseguir y juzgar a muchos de esos rufianes encubiertos que se ostentaron como gobernadores y luego se fueron tranquilamente “con todo y hebra”, especialmente para nosotros los chihuahuenses se exige la actualización, pues ya habiendo presumido tanto a nivel nacional e internacional de nuestro floripondeado y cacareado “Totalmente Nuevo y de Paquete, Flamante Sistema de Justicia Penal” de ninguna manera debemos quedarnos al margen de estas innovadoras tendencias justicieras.

Pues seguirá pecando de “chafa” si para lo único que sirve nuestra legislación es para seguir como ahora, apresando, juzgando y sentenciando solamente a insignificantes “caquitos”, obviamente falta ¡muuucho! por hacer para lograr que además sirva para atrapar a los “cacotes” o “cacotas” que circulen impunemente después de haber hecho de las suyas en nuestro estado y con ello se siente un precedente que sirva de advertencia para que los que vengan tomen muy en serio a la opinión pública y en adelante sepan dignificar el cargo que se les encomiende.

Enhorabuena pues para Juan Blanco de quien esperamos que no se conforma con “haberla librado” pues si su caso trascendió el ámbito personal al convertirse en un asunto de interés público, una vez salvada la etapa personal, está moralmente comprometido a encabezar una exigencia ciudadana para que se persiga, se detenga, se enjuicie y se condene conforme al más estricto derecho a quienes al difamarlo a él, engañaron a la ciudadanía y lesionaron la sensibilidad social, no dudemos que su reclamo tendrá un gran eco en la sociedad ahora que todos estamos tan sedientos de justicia y tan hartos de la impunidad.

Aurelio Antonio Tiscareño
elagora .com .mx/opinión