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Viernes 14 de octubre de 2011

Cuauhtémoc, ciudad tomada

Dicen que ahí las cosas están tranquilas. Que no hay tanta ejecución como en otras partes del estado. El gobernador la pone como ejemplo de armonía y progreso.


Dicen que ahí las cosas están tranquilas. Que no hay tanta ejecución como en otras partes del estado. El gobernador la pone como ejemplo de armonía y progreso.

Es el haz de la trama, pero el envés es muy diferente: en Cuauhtémoc hay un terror soterrado, un miedo subterráneo, acciones criminales o de violencia de Estado que laceran gravemente a la población civil. Acciones que han provocado que en tan sólo tres meses se cuenten por lo menos diecinueve desapariciones forzadas de personas.

La desaparición de un ser querido es duelo que no termina. A diferencia de la muerte cierta, es un continuo renacer y fenecer la esperanza. Duelo sin fin que viven cientos de familias mexicanas desde que se inició esta guerra contra el crimen organizado.

Domingo 19 de junio. En Ciudad Anáhuac, sección municipal de Cuauhtémoc, la familia Muñoz celebra en su modesto domicilio el día del Padre, cuando un sujeto armado dispara fuera de la vivienda donde se realiza el convivio y agrede física y verbalmente a integrantes de la familia. Estos solicitan el apoyo de la policía de la localidad, que se niega a intervenir,, alegando relación de amistad con los agresores. En señal de protesta uno de los miembros de la familia sustrae la patrulla y la deja a unas cuantas cuadras. Los policías, sumamente molestos, solicitan refuerzos para ir en su búsqueda y reportan que la familia los golpeó.

Cinco horas después, alrededor de las 21.30, la familia continúa en el convivio y llega un grupo de 10 a 12 vehículos, seis sujetos armados descienden de ellos y allanan la casa, mientras el resto permanece fuera y mantienen comunicación mediante radios de frecuencia corta y claves numéricas, propias de los cuerpos policíacos. Los agresores someten con lujo de violencia a miembros de la familia Muñoz y amigos. Golpean a los hombres, amenazan a las mujeres y niños, destrozan la casa. Finalmente esposan y se llevan a todos los varones presentes: al padre de familia, Toribio Muñoz González, 4 de sus hijos, Guadalupe Muñoz Veleta, Jaime Muñoz Veleta, Oscar Muñoz Veleta, y Hugo Muñoz Veleta, su yerno Nemesio Solís González y dos sobrinos, Luis Romo Muñoz y Oscar Guadalupe Cruz Bustos.

Dos días después, el 21 de junio un comando penetra a la fuerza al Centro de Rehabilitación de Adicciones, CAADIC, en la Colonia Tierra Nueva de la cabecera municipal de Cuauhtémoc y secuestra al menos a cinco internos, un trabajador y al director del mismo. Desde entonces no se ha sabido más de ninguno de ellos, y sus familias no proporcionan más datos por las amenazas que han recibido.

A finales de julio, desaparece de Ciudad Cuauhtémoc el abogado Mario Ibarra Rascón. Su padre Mario Ibarra Rodríguez, ganadero, empieza a investigar la desaparición de su hijo. El 12 de agosto, Ibarra Sr. desaparece también en compañía de sus hermanos Artemisa y Jorge, quienes habían venido de Ciudad Juárez a visitarlo y externarle su apoyo por la desaparición de su hijo. Previamente, en el mes de abril, otro hermano de ellos, Aristófanes Ibarra Rodríguez, residente en Los Angeles, California, había sido secuestrado en un hotel de Guadalajara. Hasta ahora las autoridades no han dado cuenta de ninguna investigación sobre el paradero de los cinco miembros de la familia Ibarra.

Precisamente, una de las constantes en estas y otras desapariciones forzadas es la pobre o nula actuación de las autoridades de todos los niveles para esclarecer los casos. Otras, las amenazas sobre los deudos de las personas desaparecidas que muchas veces culminan en la desaparición de otras más o en el cambio de residencia de familias completas, la mayor parte de las veces a los Estados Unidos, dado el clima de terror a que se ven sometidas.

Estamos en guerra, es inútil hacerse las ilusiones o discursear negándolo. Un nuevo tipo de guerra, posible solo en el contexto de la globalización, por más que se libre principalmente en nuestro territorio. En ella miles de personas de la población civil sufren la muerte, la tortura, el despojo, la desaparición forzada, sin pertenecer a ninguno de los bandos en lid. Es necesario llevar a juicio a los responsables de este sufrimiento sin fin. Es necesario adoptar una política de Estado para atender a tantas víctimas. Es necesario sacar la cabeza del avestruz del hoyo, ver la realidad de Cuauhtémoc, ciudad tomada, como todo el estado, y dejar de lado los espejismos con los que nos tratan de envolver.