26.19°C

Algo De Nubes

Chihuahua, Chihuahua



Martes 16 de junio de 2015

El amague de Mague

El Amague de Mague por la diputación federal, luego su aspiración por dirigir al PAN nacional, la hicieron ver dubitativa y poco efectiva.


El Amague de Mague por la diputación federal, luego su aspiración por dirigir al PAN nacional, la hicieron ver dubitativa y poco efectiva.

Irremediablemente tendré que tocar el tema del autodestape anticipadísimo de Margarita Zavala, porque irremediablemente, valga la redundancia, la elección de los gobernantes inciden directamente en el destino de la gente y en el desarrollo social. Si se elige mal como ya es costumbre, se posterga el bienestar de la población y la erradicación de la transa grande e institucionalizada.

Margarita Zavala, huelga decirlo, ha construido una trayectoria política propia hacia el interior del PAN y al margen de la carrera pública de su cónyuge el expresidente Felipe Calderón. Mague, como la nombran sus cercanos, es abogada, ha sido litigante, ha impartido clases en materia de derecho; fue diputada en la Asamblea del Distrito Federal y diputada federal antes de ocuparse de la presidencia del DIF nacional de 2006 al 2012.

A primera vista el autodestape de Margarita por la candidatura presidencial a medio mandato de Enrique Peña no tendría mayor relevancia, sobre todo si consideramos que AMLO tiene 15 años haciendo campaña para llegar a los pinos. Lo sobresaliente es que la panista ha abierto zanjas con el Maderato y sembrado dudas en apenas un año, ya que ha pasado de aspirar a ser diputada federal, nominación que no consiguió al ser derrotada por el consejo nacional dominado por Gustavo Madero; ha pretendido la dirigencia nacional del PAN, cargo que prácticamente tiene ya en la bolsa Ricardo Anaya, el protegido del actual dirigente, y ahora enfoca directamente sus baterías hacia lo que realmente pretende, ser candidata presidencial.

La exprimera dama es una mujer carismática, con ideas propias y con cualidades para llevar con firmeza los destinos del país. A diferencia del polémico y ambiguo senador poblano Javier Lozano, quien opina que para ser presidente de México se requiere algo de experiencia en la administración pública, en clara alusión a Margarita Zavala que no ha ocupado ningún cargo en el gabinete presidencial, salvo la posición honoraria del DIF nacional.

Yo creo que nada tiene ver la experiencia en alguna secretaría de Estado, ni tener una larga lista de postgrados, porque me queda claro que ningún presidente de México que haya ocupado una posición de relevancia previa a ser jefe de la nación, ha sido capaz, o no ha tenido la voluntad, de atajar la corrupción y la impunidad, por el contrario, han sido parte del problema y en muchos casos han alentado ambos flagelos.

Evidentemente que la academia forja profesionistas, pero solo la buena cuna y los principios bien asimilados son los que construyen a los hombres de bien. Desde que tengo uso de razón he visto desfilar presidentes con toda clase de títulos, profesiones y postgrados, sin embargo, en casi todos los casos han dejado en vergüenza a la institución superior donde se forjaron. Pese a haber concluido estudios en Harvard, IPN, UNAM, Escuela Libre de Derecho, ITAM o de cualquier otra universidad pública o privada, secretarios y mandatarios han sido responsables del endeudamiento público, de haber provocado la desigualdad social tan marcada en el país y de haberse enriquecido escandalosamente a costa del peculio nacional, en la mayoría de los casos. Esto me confirma que la experiencia a la que se refiere el exsecretario del Trabajo en el sexenio de Calderón Hinojosa, solo conlleva un aprendizaje de malas mañas que se pulen siendo titulares del ejecutivo.

Más la desventura de Margarita al autodestaparse por la grande no radica en sus legítimas aspiraciones per se, sino en la postura mojigata y misógina de una pandilla de panistas enquistados desde hace tiempo en las posiciones relevantes del poder partidista. Las desventajas podrían crecer y acentuarse en la medida que avance el tiempo, porque el hecho de ser la esposa de un mandatario en México pesa mucho ser la cónyuge de uno de ellos y no necesariamente presidencial, cito los casos de Martha Elena García Gómez, esposa del exgobernador de Nayarit, Antonio Echevarría, a quien pretendió emular en el 2011; y el caso de María del Carmen Ramírez que buscó hacer lo mismo con su esposo Alfonso Sánchez Anaya, gobernador del estado de Tlaxcala en 2005.

El Amague de Mague por la diputación federal, luego su aspiración por dirigir al PAN nacional, como evidentes posiciones de trampolín para ir en busca de la joya de la corona azteca, la hicieron ver dubitativa y poco efectiva. Si a lo anterior le agregamos la errónea percepción de su marido con relación al activismo político que desplegó semanas antes de las elecciones federales intermedias del 7 de junio, a lo que tal vez interpretó como un rechazo hacia Peña Nieto y aceptación hacía su presidencia, finalmente la comparación de menos malo favoreció al de Atlacomulco por encima del michoacano. Hasta la “Cocoa” Calderón pagó los platos rotos del apellido y el parentesco.

A mí me parece que el madruguete, la forma y el fondo no le ayudaron a Margarita a sembrar bien sus aspiraciones presidenciales. Se la ve sola, reaccionaria y dispersa en lo que quiere para México y de lo que espera de los mexicanos. Tampoco su apuesta puede ser por el simple género, porque al igual que Josefina, otra extraordinaria mujer que sucumbió ante los mismos enemigos y fantasmas, se puede perder una posibilidad real de que una mujer por sus virtudes y cualidades pueda convertirse en la primera presidenta de México.

P.D. Felipe Calderón debería dejar a su esposa construir su propio destino de aquí al 2018, porque la memoria de miles de deudos que fueron víctimas de los daños colaterales de la guerra (no declarada) contra el crimen organizado todavía está muy fresca, y muchos de los que fueran sus preferidos durante su sexenio ya no le pagan lealtad.