Martes 13 de agosto de 2024
México— De todos los argumentos en contra de la energía nuclear en México, el de los altos costos que implica la construcción de la compleja infraestructura para producirla quizá sea de los más fácilmente rebatibles.
“Con lo que se gastó, por ejemplo, en la (refinería de) Dos Bocas, tranquilamente se hubiera construido un par de reactores nucleares; con los 20 mil millones de dólares que terminó costando, se hubieran construido sin problema dos reactores en la Central Nucleoeléctrica Laguna Verde. De ese tamaño es la inversión, más o menos”, ilustra en entrevista el físico matemático y doctor en ingeniería Armando Gómez.
“Es totalmente viable construir más plantas nucleares (en México)”, continúa el experto, miembro del Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares (ININ). “De hecho, deberíamos de hacerlo, porque la energía nuclear es el aliado perfecto, junto con las renovables, para hacerle frente al cambio climático”.
Así lo plantea Gómez, también expresidente de la Sociedad Nuclear Mexicana, resaltando que una de las grandes ventajas de esta fuente de energía es que no hay emisión de gases de efecto invernadero, cuya acumulación en la atmósfera es una de las principales causas de la actual crisis climática.
Mientras en una central nuclear se produce electricidad a partir del calentamiento de agua para que el vapor resultante impulse turbinas acopladas a generadores eléctricos, que es como ocurre en una termoeléctrica, en esta última eso se hace mediante la quema de carbón, combustóleo o gas natural, y en la primera es por efecto de la energía que se libera en grandes cantidades en una fisión nuclear; reacción por la que un átomo se divide.
No es fortuito que en el marco de la 28 Conferencia de las Partes (COP28) de la Convención Marco sobre Cambio Climático de Naciones Unidas, 22 países se comprometieran a triplicar la potencia nuclear instalada, reconociendo el papel clave de esta fuente energética para alcanzar un balance neto de cero emisiones de gases de efecto invernadero.
“Si queremos de verdad marcar una diferencia, tenemos que considerar la construcción de más plantas nucleares, eso es un hecho. Y por supuesto que tenemos que parar de quemar combustible fósil”, insta Gómez, advirtiendo que el uso de autos híbridos o eléctricos en realidad no supondrá una verdadera solución hasta que se “limpie” la electricidad que los impulsa.
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“Si vamos a reemplazar los autos que queman gasolina por autos eléctricos, pero esa energía eléctrica se genera quemando carbón en una carboeléctrica, o quemando gas natural, pues realmente no estamos resolviendo el problema”, refrenda. “Y si poco a poco ya el mundo se está moviendo a un mercado de autos eléctricos, una refinería, desde mi punto de vista, ya no era tan necesaria ahora”.
Otra ventaja importante, abunda Gómez, es la alta densidad energética contenida en los núcleos de los átomos. Por ejemplo, una pastilla de dióxido de uranio, con una dimensión similar a la de dos aspirinas apiladas una encima de otra, tiene tanta energía como prácticamente una tonelada de carbón.
Comparada con petróleo, la misma pastilla equivale a tres barriles; “y para igualar la energía almacenada que tiene esa pastilla tendríamos que quemar dos toneladas de madera, 2 mil kilos de madera, o 481 metros cúbicos de gas natural”, prosigue el especialista del ININ, enfático en cuanto a que los productos de la fisión, que son altamente radioactivos, no se liberan al ambiente, sino que se inventarían y almacenan en las centrales nucleares.