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Viernes 10 de septiembre de 2010

Festejar lo infestejable (opinión pecaminosa)

México somos y lo hacemos todos; hagamos nuevamente de México un lugar donde se pueda festejar


México somos y lo hacemos todos; hagamos nuevamente de México un lugar donde se pueda festejar

Corría el año de 1810, y en el Pueblo de Dolores, Guanajuato nacía el grito en demanda de la libertad, era la insurrección del pueblo mexicano que daba inicio a la guerra que buscaba primordialmente la independencia de México de un país colonizador y opresor como lo era España. Se buscaba pues, que la Nueva España fuera un país libre y soberano en el que sus habitantes tuvieran una mejor calidad de vida. Lo primero sucedió oficialmente hasta 1821; lo segundo aun no ha alcanzado a todo el pueblo mexicano.

Cien años después —en 1910— daba inicio la Revolución Mexicana; un hecho político y social que ha sido considerado el más importante del siglo pasado en México; con este movimiento revolucionario del pueblo mexicano, se buscaba concluir el ejercicio dictatorial del poder en el país, además luchar por los derechos y la libertades quebrantadas por el gobierno. En teoría —y según la historia—, el movimiento Revolucionario triunfó y sus objetivos fueron cumplidos; en la práctica, la realidad muestra otra cosa.

Analizando a fondo el objetivo de ambos movimientos patrióticos —que difícilmente vemos hoy en día— encabezados por personajes comprometidos con su pueblo; es sencillo darse cuenta de que estamos muy lejos de poder festejar algo que ya no tenemos o que quizá nunca tuvimos.

Es así como doscientos años después, la mejor celebración tal vez sería reflexionar sobre estos sucesos históricos que le dieron un poco de libertad y justicia a nuestro México, pero que no han sido exitosos en su totalidad porque hay quienes se han encargado por décadas e incluso por siglos de que esto no suceda. Estos acontecimientos a lo más que han llegado es a constituirse en actos heroicos de una parte del pueblo que, cansado de las injusticias se manifestó y actuó para exigir lo que por derecho y humanidad nos corresponde; dicho en otras palabras, solamente fueron el inicio de algo que no ha concluido.

Únicamente evadiendo nuestras actuales circunstancias es que podríamos celebrar o festejar el bicentenario de algo que no ha sucedido aún; solo basta con responder algunas preguntas para corroborarlo: ¿ya no hay opresión?, ¿somos libres y soberanos?, ¿ya no hay gobiernos dictatoriales?, ¿nuestros derechos no se quebrantan?, ¿la educación es gratuita?, ¿la tierra es de quien la trabaja?, ¿hay verdadera libertad de expresión?, ¿el sufragio siempre es efectivo? etc, etc, etc…

Si bien es cierto que nos independizamos de España, que el sistema de gobierno cambió y que el ejercicio del poder se “controló”; ahora estamos en manos del crimen organizado, porque el gobierno y el ejercicio del poder se han quebrantado.

Probablemente esta sea una opinión pecaminosa —según el episcopado mexicano: pecaría de omisión—;sin embargo, no puede ser más pecaminosa que las omisiones cometidas por los gobernantes —de los tres niveles— que durante décadas y décadas han pasado por alto los objetivos por los cuales se desencadenaron los movimientos de Independencia y de la Revolución Mexicana y que ahora descaradamente festejarán con bombo y platillo con el dinero del pueblo, mientras que el crimen organizado mantiene a la ciudadanía privada de la libertad –en muchos sentidos— y tras las rejas que cada vez es más común ver en los comercios y hogares como medida de “auto-protección”.

Desafortunadamente, y justo en el bicentenario, los festejos en México se resumen en una frase del escritor español Manuel Vicent: “La fiesta nacional tiene mucho color: el rojo de la sangre es el más auténtico.”

Para concluir, en esta ocasión lo hago con una reflexión personal: aunque un extraño enemigo ha osado profanar con sus plantas nuestro suelo; a la patria en cada uno de sus hijos un soldado le dio. México nos requiere hoy más que nunca; y más que festejos y celebraciones, necesita que cada uno de nosotros, desde nuestras trincheras, defendamos lo profanado. Gobiernos y ciudadanía juntos haciendo lo que nos corresponde de manera responsable y pensando en el bien común. México somos y lo hacemos todos; hagamos nuevamente de México un lugar donde se pueda festejar.

Aída María Holguín Baeza
Correo: laecita@gmail.com
Artículos anteriores: http://laecita.wordpress.com