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Chihuahua, Chihuahua



Viernes 6 de septiembre de 2013

María te da sorpresas, sorpresas te da María

Voy de sorpresa en sorpresa, de sobresalto en sobresalto, de pasmo en pasmo.


Voy de sorpresa en sorpresa, de sobresalto en sobresalto, de pasmo en pasmo.

Lo sé, la letra dice otra cosa: “La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”, para luego rematar con aquello de: “¡Ay, Dios!” y se arranca uno en un movimiento de caderas sabrosón que, en mi caso, se queda en conato (caderas nomás no tengo). Ocurre, no obstante, que yo no estoy hablando de Pedro Navajas, sino de María, mi pequeña María, que no deja de sorprenderme. Desde hace semanas, noto en ella una nueva actitud que, por decir lo menos, me tiene gratamente turulato. Al lado de la María de hace unos meses, un poco distante, ensimismada en su adolescencia, viviendo a plenitud los goces de los brillitos sobre su cutis, la chapitas en las mejillas, el uso del rímel y el carmín en los labios, indolente con todo lo que no empezara y terminara en ella, más o menos preocupada por su futuro, está esta otra María; una que continúa gozando de las frivolidades de la vida pero, al mismo tiempo, con el mismo esmero que se acicala frente al espejo, se empeña en aprender chino; en tomar clases extras de matemáticas; en preguntarse con toda seriedad a dónde vamos a parar con el asunto del Vivebús, la huelga de los maestros y, no hace tanto, el mausoleo de Villa. Yo quiero a María. Mucho. Sin importar cómo sea ni qué piense; ni qué haga o deje de hacer; la quiero como quiero a Luis o a Adolfo, que no necesitan complacerme ni contentarme para que desee verlos o estar con ellos. Pero este relanzamiento de mi hija me gusta mucho más que la versión anterior.

Llamar la atención de mi gentil lector, de mi amable lectora, sobre estas vivencias de padre, tiene un propósito definido: No puedo dejar de salir de mi azoro. Voy de sorpresa en sorpresa, de sobresalto en sobresalto, de pasmo en pasmo. Todo empezó con María, la semana pasada, y continuó felizmente hasta el día de ayer, que llegó a su culmen. Me explico: Ese día, ese glorioso, bendito e irrepetible 5 de septiembre de 2013, que habrá de perdurar, escrito en letras de oro, en los anales de la historia legislativa de nuestra Patria y a refulgir como un símbolo de los tiempos que nos han tocado vivir, se sentaron las bases para construir el nuevo México. El México que todos queremos, que estamos esperando desde hace décadas; que hemos anhelado desde lo más profundo del corazón desde la oscura noche de los tiempos. El día de ayer, el Congreso del Estado de Chihuahua aprobó, ¡por fin!, la tan ansiada reforma al Código Penal local para adicionar todo un nuevo Título -no un artículo, ni dos, ni tres, no; todo un nuevo Título-, el Vigésimo Octavo, para tutelar, proteger y defender a los animales de compañía por actos de maltrato. ¡Mocos!

En un Chihuahua donde cualquier hijo de vecino es asesinado en la acera como un vil perro; donde las personas en la Sierra mueren como moscas cada año, de hambre o enfermedades curables; donde los políticos se hinchan como pavorreales, llenos de fútil orgullo; la LXIII Legislatura estimó como inaplazable esta reforma. Reforma que no tomó en cuenta por lo menos 4 verdades del tamaño de una casa:

1º Que ya existe la Ley de Bienestar Animal, la cual en su Título Séptimo consagra una serie de medidas de seguridad y sanciones susceptibles de aplicarse en contra de quienes quebranten sus disposiciones. De hecho, su artículo 69 prevé que la infracción a la Ley puede ser castigada, entre otras, con una multa por el equivalente de diez a diez mil días de salario mínimo general -647 mil 600 pesos, que no es poca cosa- o incluso el arresto administrativo por 36 horas;

2º Que hace menos de dos meses, la Cámara de Diputados aprobó, sin modificaciones, la minuta del Senado por la que se propuso la reforma al artículo 73, fracción XXI, de la Constitución Política federal en materia de expedir un Código Penal Único;1 es decir: ¿Tiene sentido esta reforma populista y demagógica a la Luz de este hecho?;

3º Que los delitos se cometen contra las personas, no contra los objetos. Un animal, jurídicamente hablando, es una cosa, por lo que puede ser objeto de delito, motivo de este, pero jamás, víctima del mismo. Me imagino que para el autor de la Iniciativa y, para el caso, los artífices del proyecto de decreto, el uso de las preposiciones (a, por, de, contra, desde, etc.), no es su fuerte, y

4º Que un Estado como el nuestro, con tantos problemas (violencia, desempleo, endeudamiento, etc.), resulta de una frivolidad inadmisible ocuparse de algo que, primero, no es prioritario; segundo, y no lo es porque ya está regulado; y tercero, no solo está regulado, sino que la respectiva Ley cuenta con un catálogo de sanciones que resultan más que suficientes para castigar tan aborrecible proceder como es la crueldad contra los animales.

De muestra, un botón: El año pasado, con datos de la propia Fiscalía General, se daba cuenta de que solo en 2011 fueron víctimas de violación 698 personas; que la mayoría, 399, eran menores de edad; que sólo 19 agresores obtuvieron sentencia condenatoria; y que la mayoría, 435, están investigándose.2 Un año después, en enero de este año, otro informativo local daba cuenta de que Chihuahua superaba la tasa nacional en violaciones; que el nuestro es el segundo Estado con más casos de violaciones a mujeres; y que su índice es de 44.8% comparado con la media nacional de solo 27.1%. Y agrega: “Según estimaciones de la Secretaría de Salud (SSA), en México se produce una violación cada cuatro minutos; es decir, más de 120 mil violaciones al año. […] 65% son ejercidas en mujeres de entre 10 y 20 años”. 3

Y como este, hay otra media docena de problemas públicos igualmente graves que exigen inmediata atención; la gran pregunta es: ¿Hasta cuándo?

Por otro lado, bien por los Solones locales que ya tiene qué contarle a sus nietecitos.