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Viernes 3 de junio de 2011

Necesario cambio de actitud

¡Vaya!, parece que al fin empieza ha “caerles el veinte” a los encargados de la comunicación


¡Vaya!, parece que al fin empieza ha “caerles el veinte” a los encargados de la comunicación

¡Vaya!, parece que al fin empieza ha “caerles el veinte” a los encargados de la comunicación acerca de su ineludible responsabilidad para con el resto de la sociedad, el hecho de que ahora, al igual que al resto de los mortales también ellos se están viendo afectados por las consecuencias del clima social adverso, los ha hecho empezar a ocuparse de utilizar con mayor pulcritud el enorme poder que les proporciona el manejo de los medios masivos de comunicación para influir en las conciencias. Con un dejo de esperanza, tomamos nota de como están apareciendo en la radio, la televisión, la prensa y hasta en los medios cibernéticos, algunos – pero todavía insuficientes – de los llamados “infomerciales”, estos anuncios cuyo contenido va dirigido a provocar una toma de conciencia en las personas acerca de las repercusiones de sus conductas personales en el ámbito colectivo en el que están inmersos.

Durante demasiado tiempo, los magnates de la comunicación se han dedicado a explotar exclusivamente el aspecto lucrativo del tiempo al aire del que les permiten disponer sus concesiones, más hicieron gala de indiferencia hacia el cumplimiento de su responsabilidad social en coadyuvar a la honesta formación de opinión entre sus audiencias, dicho de otra forma, esta función moralmente obligada, la condicionaron a la inmediatez de la conveniencia económica que les reportara y la denigraron a la categoría de un simple negocio reduciéndola a ser una mercancía accesible solo para el mejor postor.

No es que desconozcan la jerarquía de valores que debe regir en toda actividad humana, que primordial, invariablemente y antes que nada, debe justificar su ejercicio al estar enfocada a reportar un bien público a la comunidad en la que medran y que a fin de cuentas es la que hace posible que exista la oportunidad de la que ellos se benefician, más hemos sido testigos de cómo han omitido la pulcritud que demanda el manejo de la especial circunstancia de su repercusión directa en la mentalidad de la sociedad, Ustedes simplemente pretenden auto-justificarse diciendo que se comportan dentro de las reglas del juego aunque ello implique mostrarse al parejo de esa generación de industriales voraces, dedicados a depredar los recursos de toda índole con un desmedido afán de lucro.

Ahora estamos conscientes de que la sinergia social también es un recurso natural, que aunque intangible, es definitivo para nuestra existencia, por lo que obligadamente debemos evitar hacer un mal uso de el y preservarlo de la polución causada por ideas destructivas e irresponsables. Sabemos que no lo van a reconocer directamente pero también ellos, los industriales de la información, han venido contribuyendo a la contaminación ambiental, solo que en vez de arrojar sus detritus hacia la naturaleza circundante, lo han hecho en una forma más peligrosa porque el sitio donde depositan su basura ideológica, ha sido nada menos que en la vulnerable mentalidad colectiva de la ciudadanía.

Es mediante un análisis sociológico de las causas que han producido el deterioro social que hoy lamentamos, encontramos el alto grado de responsabilidad que los medios tienen en el estado de cosas que hoy padecemos, como ejemplo de ello, nos baste ver como circulan e influyen hasta en el lenguaje usado en las calles, este tipo de revistas y diarios amarillistas, que alegando un irrestricto derechos de a la libertad de expresión, se dedican a lucrar con el morbo popular y desparramar irresponsablemente ese excremento informático que constituye su materia prima, esto es; la nota roja de las noticias, magnificada a través del lenguaje, los gráficos y sobre todo del énfasis que utilizan para subrayar y hasta para exaltar lo peor de las conductas de esos individuos antisociales a los que brindan categoría de héroes, creando un paradigma negativo que enrarece e infecta cotidianamente el ambiente donde todos habitamos.

Muchos de los consorcios noticiosos manejan todavía un doble lenguaje, porque cuando importantes sectores sociales claman por calidad en el manejo de la información, mientras por un lado aparentan sumarse “a favor de lo mejor”, simultáneamente en sus mismas instalaciones, con sus mismos recursos tecnológicos, con sus mismos recursos humanos, con sus mismos dirigentes, con sus mismas estructuras de distribución, editan, publican y ofertan esos otros productos deleznables de los que aquí protestamos.

Aquí sostenemos la tesis de que existe una sustancial diferencia entre dos conceptos que parecieran sinónimos, pues bien revisados resultaría que no es lo mismo el ser inteligente que el ser simplemente astuto, ya que una verdadera inteligencia preserva a su poseedor del sufrimiento pues atrae solo efectos positivos como consecuencia lógica de un desempeño impecable en sus acciones, en cambio ese que se jacta de astucia, simula ser inteligente y termina por ser víctima de sus atrevimientos pues tarde que temprano termina por pagar las consecuencias de las malas acciones que realiza pensando que solo los otros habrán de pagar el costo. Si como dice el corrido, esa delincuencia con la que alguna vez pactaron, es esa perra brava que toleraron mientras no los agredía a ellos y hasta la usaron para atacar a los que no son de la familia, hoy se están convenciendo de que no alcanzaron a prever que cada vez se fuera volviendo incontrolablemente más peligrosa porque habiéndose acabado la carnada de afuera, por necesidad de sobre vivencia terminó por morder incluso a los que son de casa.

Solo algunos medios han tomado posturas responsables para revertir el efecto que hoy se vuelve contra ellos mismos, empiezan a proponerle a la ciudadanía lo que debieron haber propuesto desde siempre: Que la libertad no es irrestricta, que toda aspiración personal implica la auto limitación de su propio interés en cuanto este empiece a afectar el interés de los demás, que debe respetarse el derecho ajeno con la misma dedicación y vehemencia con las que se reclama el derecho propio, que nadie se salva del “efecto boomerang” que genera cada una de las acciones que realicemos, que la basura de cualquier tipo que hayamos esparcido en el vecindario terminará por regresar a nuestra casa por la puerta trasera, recogida quizá por nuestros propios hijos quienes por falta de criterio para discernir lo conveniente la habrán adquirido para si mismos.

Ahora que a los influyentes dueños y directores de los medios de comunicación les está llegando la lumbre a los aparejos pues están viendo los ojos codiciosos de la fiera que anda suelta y los está amenazando sin distinguirlos del esto de la sociedad, por su propio bien no intenten otra vez el peligroso juego de la astucia, ni quieran pasarse una vez más de listos pensando que pueden jugar el doble juego de por un lado aparentar legalidad, honestidad y pureza de intenciones, mientras por otro lado pretenden seguir lucrando con la estridencia de las noticias torvas, pues eso influye más poderosamente de lo que calculan en las mentalidades más débiles de los jóvenes y los impulsa a convertirse en imitadores de la fama inmediata de la vida dedicada al delito, haciendo que sobre todo los más carentes de oportunidades tomen sin reflexionar la propuesta negativa subyacente en cada noticia que se les presenta en forma tan impactante como lo permiten hacer los recursos ahora disponibles.

Como lo reza el refrán, “más vale tarde que nunca” y si ustedes los formadores de opinión, ahora que ven rondar tan cerca el peligro, al fin están asumiendo compromiso con esa faceta de sus obligaciones para con la comunidad, no den al traste con la oportunidad de apoyar la formación verdaderamente consciente y comprometida de esa ciudadanía en ciernes que necesitamos para rescatar a nuestra patria de la inercia de deterioro a la que la hemos encaminado por el mal uso que hemos hecho de nuestra propia oportunidad, las buenas noticias también venden, no es necesario que sigan portándose como buitres que se benefician de la carroña que deja a su paso la bestia sangrienta que es la delincuencia.
Aurelio Antonio Tiscareño