Martes 22 de septiembre de 2009
Se organizan en grupos de cinco a ocho personas y se dividen el trabajo en la ciudad por distritos
Se organizan en grupos de cinco a ocho personas y se dividen el trabajo en la ciudad por distritos
Uno se dedica a limpiar las armas. Hay alguien más que ubica a las víctimas. Otro sólo conduce los vehículos. Otros, llamados “halcones”, vigilan las calles. Otros son los que disparan. La práctica común es hacerlo desde un auto en movimiento –robado– si el blanco está en la calle, o en el domicilio, llamándolo por su nombre y eliminándolo en cuanto sale.
Se organizan en grupos de cinco a ocho personas y se dividen el trabajo en la ciudad por distritos, como hace la Policía. Unos trabajan en Babícora, otros en los sectores Chihuahua, Aldama, Cuauhtémoc o Delicias.
No pueden matar en otras zonas. A algunos les asignan números. Se denominan a sí mismos comandos o sicarios. Cobran de dos mil a tres mil pesos por semana.
La estructura aparece descrita en las declaraciones atribuidas a siete detenidos –presuntos integrantes de “La Línea”– a quienes las autoridades acusaron públicamente de 36 ejecuciones, pero contra quienes sólo han presentado cargos por dos homicidios calificados y uno en grado de tentativa.
“Asegura también que este grupo de ‘La Línea’ tiene cinco grupos divididos por sectores o estaciones, y que él pertenece al Chihuahua. Y ‘nos dedicamos a ejecutar gente; somos sicarios. Además tenemos una oficina en la calle Ayuntamiento; los de arriba dan la orden y mi trabajo es ser sicario”, dice la presunta confesión de Juan Francisco Costa Barrón, leída en la audiencia de vinculación a proceso por el homicidio en grado de tentativa de un policía municipal.
Esta y otras declaraciones fueron rendidas ante el Ministerio Público estatal en el interior de la guarnición militar y su valor probatorio fue cuestionado en las audiencias judiciales, debido a que los declarantes mostraban señales de violencia y a que sus confesiones no fueron mostradas en video.
Pero tales declaraciones son también, sin embargo, los únicos elementos aportados hasta la fecha por las autoridades para conocer parte de la estructura en la que estarían organizadas las células que están cometiendo miles de homicidios en esta frontera.
Así, a través de los hechos que presuntamente narran los detenidos, se observa que los sicarios reciben órdenes por teléfono, que regularmente no conocen a las víctimas y que después de los homicidios suelen guarecerse en casas de seguridad a las que denominan “oficina”.
Los datos sobre el funcionamiento de las células fueron obtenidos a través de declaraciones atribuidas a Jesús Antonio Romero Sigala, alias ‘El Kalimba’; a José Luis Prieto Chacón, alias ‘El Pelón’; y a Juan Antonio Muñoz Ceniceros, alias ‘El Güero’ o ‘El Cuatro’, presuntos responsables del homicidio de Ramón Montoya Sánchez, un hombre de 50 años asesinado en el exterior de una tienda de abarrotes.
También, a partir de las presuntas confesiones de Edgar Iván Martínez Chávez, alias ‘El Diez’, y de Juan Antonio Chavira Vaquera, alias ‘El Casper’, presuntos coautores del homicidio de Fabián Martínez Martínez, ultimado el 3 de agosto en el exterior de su casa en la colonia Juárez Nuevo.
Otros detenidos cuyas presuntas confesiones aportaron datos sobre la estructura de la delincuencia organizada son Sergio Leonel Castro Rivera, alias ‘El Gokú’, y Juan Francisco Costa Barrón, alias ‘El Güero’, ambos acusados de homicidio en grado de tentativa en perjuicio de un policía municipal.
Si bien ante los tribunales de garantía sólo tuvieron valor probatorio las declaraciones hechas sobre los dos homicidios y la tentativa mencionados, en las audiencias abundaron narraciones sobre otros hechos delictivos presuntamente confesados por los detenidos.
EL PRIMER ‘TRABAJO’
En su declaración ante el Ministerio Público estatal, el detenido Romero Cigala, alias ‘El Kalimba’ narra que entró en la organización a través de un vecino que lo “invitó a que si quería matar gente por dinero”, y que su primer trabajo fue ejecutar a un vendedor de drogas en Riveras del Bravo.
“Un señor que se había ‘bañado’ con cocaína, y nos fuimos a verlo yo y la Estrella a un Del Río; ya nos había dicho un señor llamado Perro cómo era y quién era, y nos subimos yo y la Estrella a una Blazer y nos acercamos al punto donde nos dijeron que era, en Riveras del Bravo etapa 9”, dice la declaración atribuida a Romero.
“Cuando llegamos (la víctima) estaba parado, vestía tirantera y pantalón negro. él pensaba que lo íbamos a subir a la camioneta, que se le iba a entregar mercancía, ya que él era de los trabajadores que vendía cocaína, y luego llegamos en la Blazer y la Estrella me dijo que me bajara. Yo traía una (calibre) .40. Le di en cinco ocasiones; luego nos fuimos a una casa, y ahí nos estuvimos un rato a que pasara el día. Luego me di cuenta que ese iba a ser mi trabajo para conseguir dinero”, agrega la narración.
UBICANDO EL OBJETIVO
El único testimonio que aportó información adicional a las confesiones narra, por su parte, que, días antes de otro de los homicidios, en varias ocasiones observó a uno de los presuntos acudir a la tienda de la víctima sin motivo aparente.
“Unos días antes de que lo mataran iba a la tienda un sujeto que me parecía sospechoso, ya que iba en la tienda por la noche (...) y no era del barrio, ya que por lo general conozco a las personas que son del barrio, y él no era de por ahí, además de que cuando iba sólo compraba cigarros, pero se quedaba tiempo observando la tienda, y cuando sacaba la cartera para pagar, sacaba mucho dinero”, dijo el testigo.
“Nunca me dijo nada, pero su actitud me parecía extraña. De hecho se lo comenté a (la víctima), y él también me dijo que este mismo sujeto había ido por la mañana a la tienda, y me dijo que tuviera cuidado, que no me fuera a asaltar; era moreno claro, de complexión regular, de 1.70 m, entre 25 y 30 años, barba de candado, de cabello negro y corto”, agregó la narración.
LAS óRDENES, LAS TAREAS
En varias ocasiones los declarantes mencionan estar divididos por sectores, tener asignadas tareas específicas dentro del grupo o célula, como manejar los vehículos, ubicar a las víctimas o sólo limpiar las armas. Otro dice que, a manera de ascenso, se le permitió empezar a matar.
“Estamos divididos en varias células, como los distritos de la Policía de la ciudad, como lo son Delicias, Aldama, Cuauhtémoc. Pertenezco a la célula de Babícora, que es conformada por cinco personas (...) El cabecilla de la célula es el Perro o el Nueve o el Arquitecto, del cual no conozco el nombre. éste recibe órdenes del Dos y del Once, de ellos tampoco conozco los nombres. A la vez que ellos ordenan a las células de los demás sectores y reciben órdenes de Diego”, dice una declaración de Muñoz Ceniceros.
El testimonio de Costa Barrón, por su parte, agrega que “el grupo criminal al que pertenezco nos paga en diferentes puntos, centros comerciales y billares, como Soriana”, y “que una persona apodada el Dos entrega armas de fuego y vehículos para llevar a cabo los homicidios”.
El mismo declarante dice que, al entrar al grupo, empezó como “halcón”, que son los que se dedican a “cuidar las calles, que no haya policías ni militares cuando se va a hacer un trabajo, o sea los sicarios cuando van a matar gente”.
Y es también Costa quien describe lo que significa un ascenso en la célula: “Que luego él ascendió como operativo y andaba matando gente, y tumbando. Los de arriba mandan una persona con información para ir a matar a una persona y ésta consiste en datos personales, media filiación y domicilios”.
‘SóLO LIMPIO ARMAS’
El testimonio atribuido a Juan Antonio Chavira Vaquera, alias ‘Casper’ o ‘Chaparro’ explica cómo dentro de las células también hay personas que no disparan sino que, como él, sólo dan mantenimiento a las armas y a las “oficinas”, que es como llaman a las casas de seguridad en las que se esconden después de cometer cada homicidio.
Pero aun este tipo de integrantes, de acuerdo con lo declarado por Chavaría Vaquera, deben ser fieles a la agrupación o pueden perder la vida o a sus familias.
“Al llegar a esa casa a trabajar, a los tres días me di cuenta de que ahí estaban pasando muchas cosas extrañas. Cuando ya quise renunciar a eso, se me amenazó de muerte, a mi madre a mi esposa y a mis dos cuatitos que tengo, y a mi hija”, dice la declaración.
“Se me dijo ahí que si no trabajaba porque yo ya sabía de más, que me iban a matar a mi familia, y que la única manera de salir de ahí era por las patas por delante. Continuó manifestando el declarante: ‘Ya no me quedó otra más que agarrar el trabajo, y les dije que no quería quitarle la vida a nadie, que me dieran trabajo de otra cosa, y me dijeron ahí que me iba a dedicar a limpiar las armas y a seguir dando mantenimiento a la casa”, agrega el relato.
“Después empecé a escuchar, pero no quise involucrarme tanto, y no ponía mucha atención a lo que hacían. Dejaban los radios solos y escuchaba mucha información por los radios (...) a través de los radios de comunicación se escuchaba a quién iban a matar, y a quién no, a quién van a dejar vivo y a quién no”, continúa.
EL TIPO DE VíCTIMAS
La declaración atribuida a Iván Martínez Chávez agrega que un sujeto al que apodan el ‘Chato’ le dijo que dentro de la organización él sería ‘El Diez’, que tenía tres meses ‘La Línea’ y que su trabajo era asesinar a determinado tipo de personas.
“Que las personas a las que priva de la vida se dedican a la venta de droga, así como aquellos dedicados a lo que el declarante menciona como carjakings; al ser cuestionado de si por tales actividades recibía un pago, manifiesta que recibía tres mil pesos por semana”, dice la información leída por el Ministerio Público en una de las audiencias.
LA ESTRUCTURA
Con la información vertida por los declarantes, el Ministerio Público sostuvo que las actividades descritas configuraban el delito de delincuencia organizada, por lo cual solicitó al tribunal de garantía que se declarara incompetente para juzgarlos en el estado de Chihuahua.
“Han manifestado pertenecer a un grupo determinado; dentro de dicho grupo existe una estructura jerarquizada y división de las funciones a efectuar. Por sus servicios reciben una remuneración económica.
Los homicidios por ellos perpetrados tienen las características de lo que se ha dado en llamar ejecuciones. Estas ejecuciones tienen relación con delitos contra la salud. Lo que conocemos como narcotráfico”, dijo uno de los agentes del Ministerio Público que condujo la acusación en la audiencia de vinculación a proceso por el homicidio de Fabián Martínez.