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Lunes 22 de noviembre de 2010

¡Viva Villa!

Francisco Villa era un hombre de extremos en su vida y así lo transmitía: como era amado era odiado.


Francisco Villa era un hombre de extremos en su vida y así lo transmitía: como era amado era odiado.

Ciudad de Chihuahua. 8 de diciembre de 1913.
La muchedumbre en las calles no cesaba de gritar. Aplausos y vítores habían paralizado la ciudad, para recibir al mismísimo Pancho Villa. Una ciudad entera salió a las calles para recibirle. “¡Viva la Revolución”, “¡Viva Villa!” se escuchaban un una sola voz. Era, sin duda, el héroe del momento.

¿Merecía Villa esa bienvenida?
Para los que en esa época se quedaron en Chihuahua, si. Villa había logrado mucho, a los ojos de los de abajo. Había logrado que los ricos de la ciudad, huyeran para no enfrentarlo. Villa causaba admiración y un desbordamiento de pasiones, así como era el origen de la rabia y odio de otros tantos. Francisco Villa era un hombre de extremos en su vida y así lo transmitía: como era amado era odiado.

Villa se transformó en la leyenda por la lucha personal contra Victoriano Huerta (aún subordinado al presidente Madero), que inició en mayo de 1912, cuando éste ya fraguaba un silencioso golpe de estado contra el entonces presidente Madero. Huerta, pasadito de copas, le confió a Villa su intención de convertirse en presidente de México. Quería que Villa se le uniera. Para sorpresa de muchos, Villa no tomaba y, completamente sobrio, rechazó unirse a la intención de Huerta. Éste se despidió de Villa y no dijo nada, pero traicionero como era, intentó fusilar al Centauro del Norte en Jiménez, utilizando el pretexto de que Villa había robado una yegua fina de la viuda del rico hacendado Marcos Russek. En esa discusión, Huerta acusó a Villa de ser “el mismo bandido de siempre”. Villa le dio una cachetada a Huerta, quien sonriendo un poco, la recibió a sabiendas que eso era justo lo que requería para mandarlo fusilar. Ya en el paredón, listo para ser fusilado en Jiménez, un telegrama del aún presidente Francisco I. Madero le salvó la vida y fue hecho prisionero para procesarlo por insubordinación y robo de dinero. En prisión Villa esperó siempre mayor voluntad del presidente para lograr su libertad y lo más que logró, fue ser transferido a la prisión de Santiago Tlatelolco, de la cual huye el 26 de diciembre de 1912 para radicar en El Paso, Texas. Logra huir de la ira y saña irracional de Huerta.

Cuando se entera por la prensa de la muerte de Madero no se mueve de su lugar de residencia. Lo que si lo molesta y lo motiva a actuar fue el asesinato del gobernador de Chihuahua, Abraham González el 7 de marzo de 1913, a manos de las tropas huertistas. Villa regresa para encabezar la lucha contra el usurpador y asesino Victoriano Huerta.

Villa ataca guarniciones y pueblos del occidente de Chihuahua. Le hace la vida imposible, cada vez que puede al ejército. La gente lo percibe, es otra vez la guerra, pero con diferentes bríos, con otro ánimo y con uno de ellos al frente: Villa. Habitantes dejan sus labores y se unen a Villa para luchar en contra del tirano de Huerta. Fusiona fuerzas con Toribio Ortega y otros líderes para ganar terreno, logra la unión de las guerrillas y su transformación en un ejército que a la postre logra arrebatarles a los federales las ciudades de Torreón y Juárez, para entrar victorioso a la ciudad de Chihuahua el 8 de diciembre de 1913, con funcionarios federales, militares leales a Huerta y la oligarquía oficialista en la huída.

Ese mismo día Villa, en lo más alto de su popularidad es nombrado gobernador militar del estado de Chihuahua.

En Cuchillo Parado había iniciado todo un 14 de noviembre de 1910 y con Villa al mando años después, Chihuahua seguía siendo el protagonista de la Revolución Mexicana, esa que el gobierno federal busca, a toda costa, eliminar, hoy en día, de nuestras mentes.

*Fuente: Texto “Francisco Villa y la Revolución en Chihuahua” de Rubén Osorio Zúñiga y parte del tomo I del libro: Chihuahua, horizontes de su historia y cultura.

Twitter: @fruslero