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Miércoles 5 de febrero de 2014

Claudica PAN en sus principios

La medianía republicana en la que vivía Manuel Gómez Morin, es letra muerta para el PAN de ahora.


La medianía republicana en la que vivía Manuel Gómez Morin, es letra muerta para el PAN de ahora.

Ante la dificultad para recuperar la gloria de antaño, esa que descansaba en la expresión popular, espontánea e inédita, porque había motivaciones legítimas e ideales solventados en la moral y en la ética de la política, a los arrendadores de las siglas del PAN no les queda más conformarse con las migajas de una reforma político-electoral con acondroplasia, que la gracia priísta les obsequió por la aprobación de la reforma energética.

Anteriormente ya había expuesto mis puntos de vista con relación a la urgencia de Gustavo Madero y su pandilla, de insertar en la agenda legislativa federal un tema que le permitiera mantenerse en el ánimo de la opinión pública durante la (re)elección interna del CEN que todavía dirige. A la falta de una plataforma sólida, propia y con identidad en la doctrina y los principios de Acción Nacional, Madero Muñoz encontró la matraca ideal que llamara la atención y lo ubicara como un demócrata moderno y a la vez, como un genuino crítico del gobierno de la república.

En su momento cuestioné la pobreza de la propuesta, por carecer de los más elementales principios de ordenanza y generosidad, como lo dicta el lema panista; porque tampoco contenía el espíritu de los fundadores como objetivo y fin de sus largas luchas, que no eran otras sino alcanzar para los mexicanos una vida más digna y mejor para todos.

Ni al caso hacer mayores reminiscencias del contenido de la iniciativa aprobada en la cámara de diputados, en los congresos locales y recientemente promulgada por el presidente Peña, porque simple y llanamente no contempla lo que realmente le interesa a la inmensa mayoría de los mexicanos.

Precisamente, porque el objetivo de la propuesta de Madero y compañía solo buscaba un distractor para la militancia que ya desde entonces ponía en tela de juicio su lealtad al partido, y una artimaña que llamara la atención para fingir una extensión de los ideales de su lejano, muy lejano bisabuelo. Por eso, la iniciativa es enana, chimuela y piojosa.
Para colmo de males, me encontré entre tanta basura que generan los congresos estatales, una que realmente me dejó atónito, digo atónito porque no esperaba que viniera de quien alguna vez consideré un luchador de la democracia.

El que funge como coordinador de la minibancada panista en el congreso de Chihuahua, por segunda ocasión y por la vía plurinominal ambas; se trepó a la tribuna para fijar el posicionamiento del PAN con relación a la aprobación de la minuta que envío el legislativo federal.

Con esa peculiar estridencia que lo caracteriza para decirle a sus adversarios y enemigos lo malos que son, aunque siempre deje para el final una sobadita que disminuya el moretón, el también exsecretario de los ayuntamientos de Juárez y Delicias, dejó bien claro que la aprobación de la reforma político-electoral era una victoria cultural de su partido.

¿Queeeeeeé?, me pregunté; no mames, me respondí. Cómo es posible que este diputado, al que conocí en la facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Chihuahua, a principios de los 90s, cuando mantenía una huelga de hambre para exigir elecciones estudiantiles limpias; haya dicho lo que dijo. Resumía toda una trayectoria personal, partidista, del partido, de miles de personas que se entregaron desinteresadamente a las causas de Acción Nacional y de millones de sufragantes que han creído en sus gobiernos, en un pírrico y miserable juego de intereses grupales y partidistas.

Miren mis muy respetables y queridos lectores, no les voy a hacer el cuento largo, de esa bofetada de reforma que nos quieren vender las anguilas que chupan del PAN, si al caso sobresale el hecho de que los partidos pequeños o parásitos del gobernante en turno, van a requerir el 3% de la votación emitida para poder acceder a una diputación local o una regiduría. A mi juicio, debería aumentarse al 5% como mínimo para sacudirnos a tanto vividor de los congresos y los ayuntamientos.

Lo que no viene en esa victoria cultural del PAN, es la reducción de los diputados y senadores plurinominales, que nos cuestan más de 5000 millones de pesos al año; los que por si fuera poco, además de no hacer campaña ni gastar suela, son enviados como coordinadores parlamentarios, reciben sobresueldo por cada dipu que coordinan y disponen de recursos extraordinarios no comprobables, por plantar su firma o darle el visto bueno a los dictámenes de las cuentas públicas y la propio del congreso o cámara de la que se trate.

No existe en esa victoria cultural del PAN, el adelgazamiento de los órganos electorales, ni termina con la perversa distribución de los consejeros, magistrados y funcionarios de estos organismos con base a la representación que tienen en los congresos estatales y de la cámara de diputados.

No existe tampoco en esa victoria cultural del PAN, la reducción del financiamiento público a los partidos políticos. Tan solo el IFE reparte este año que no es electoral a nivel federal, una bolsa de más de 5500 millones de pesos. La elección de 2012 nos costó más de 17 mil millones de pesos.

Si los actuales arrendadores de las siglas panistas no fueron capaces de presentar una iniciativa de fondo en materia político-electoral por razones ajenas a los intereses de la nación, entonces el mamotreto que aprobaron en confabulación con el PRI, no resulta en una derrota cultural panista, sino en la claudicación de sus principios. Es negar el origen.

P.D. Cuando todavía había vergüenza y congruencia, la dirigencia nacional de Felipe Calderón devolvió varios millones de pesos al IFE, de las prerrogativas del partido, por considerar que era un insulto al pueblo de México. La medianía republicana en la que vivía Manuel Gómez Morin, es letra muerta para el PAN de ahora.