26.78°C

Cielo Claro

Chihuahua, Chihuahua



Jueves 29 de octubre de 2009

Evidencia ataque ineptitud y des-coordinación

El atentado contra Cipoles puso en evidencia la des-coordinación, impericia y falta de tácticas de protección


El atentado contra Cipoles puso en evidencia la des-coordinación, impericia y falta de tácticas de protección

El coordinador operativo del Cuerpo de Inteligencia Policial (Cipol), Luis Prieto, sufrió un atentado la mañana de ayer cuando salía de un restaurante acompañado de tres agentes que fungían como sus escoltas.
Uno de los guardias murió en el lugar, mientras Prieto y los demás resultaron heridos.

El hecho puso en evidencia la des-coordinación, impericia y falta de tácticas de protección del personal integrante de la Operación Conjunta Chihuahua, pues además de que los agentes fueron prácticamente sorprendidos por un comando, se registró luego la volcadura de una unidad de la Cipol que resguardaba a la ambulancia donde los heridos eran trasladados; en ese accidente resultaron heridos dos oficiales más.

Además, posteriormente, varios militares se lesionaron al chocar un vehículo oficial cuando se pasaron un alto al dirigirse a brndar apoyo a agentes que inspeccionaban una camioneta aparentemente relacionada con el atentado contra Prieto.

La intensa movilización desplegada por los oficiales militares y policiacos no produjo ninguna detención.

El atentado contra el coordinador operativo de la Cipol ocurrió atrás de la iglesia de San Lorenzo minutos después de las 10 de la mañana y en presencia de decenas de testigos que estuvieron en riesgo de ser alcanzados por las balas.

En un intento por salvar su vida, los agentes estatales repelieron la agresión, sin embargo uno de ellos murió y otros tres, incluido Prieto, resultaron heridos.

Tras el ataque, apareció una pinta en la barda de la escuela primaria Cuauhtémoc, ubicada en las calle Tlaxcala y Justo Sierra, en la que se advertía: “Esto es solo un abiso (sic) Luis Prieto, por andar con el Chapo Gusman (sic)”.

La embestida perpetrada por la célula criminal contra los elementos de la corporación policiaca estatal exhibió una vez más la deficiente capacidad de respuesta del personal que integra la Operación Conjunta Chihuahua.

Como nunca antes se observó a decenas de uniformados sin mando, temerosos y con un recelo pocas veces visto entre corporaciones, al grado de negarse entre sí la anuencia hasta para preservar la escena del crimen, según se pudo observar en el lugar de los hechos.

Ayer, la Subprocuraduría de Justicia Zona Norte identificó al agente de la Cipol fallecido como Gilmar Armando Hernández Graciano de 26 años de edad, quien había sobrevivido a un ataque previo el pasado 13 de febrero y en el que falleció el también agente de la Cipol Juan Luis Armenta González, de 25 años de edad.

Decenas de ciudadanos que quedaron en medio del fuego cruzado atribuyeron a la “gracia divina” que una granada de fragmentación que lanzaron los sicarios no estallara, pues de lo contrario, dijeron, hubiera ocurrido una masacre.

Para los testigos del atentado, que ocurrió poco después de las 10 de la mañana en el exterior del restaurante El Potrero, ubicado sobre la avenida Laguna de Tamiahua, la balacera semejó una inesperada y devastadora tormenta eléctrica.

“Empezó de repente, parecían truenos. Allá afuera había como 10 personas esperando el camión, otros estaban sentados comiendo y cuando empieza la tronadera salieron corriendo todos para adentro y otros cruzaron las calles sin fijarse en los carros”, relató el encargado de un puesto de tacos de barbacoa.

En las calles alternas, los conductores buscaban retirarse ilesos del lugar y sin importar los semáforos imprimieron velocidad en un desesperado intento por esquivar las balas.

“Yo apenas atiné a tirarme al piso, me agaché y le dije a la gente que se tirara al piso mientras pasaban los cuetazos”, agregó el testigo.

La fachada de su negocio presenta varios impactos de bala y los neumáticos de los vehículos fueron perforados por las balas, “pero eso es lo de menos”, dijo.

Los gritos de confusión y dolor en el exterior del negocio hicieron salir a las personas que desde sus teléfonos celulares pedían auxilio a los teléfonos de emergencia.

Cuando el intercambio de disparos cesó, se dieron cuenta de que dentro de la unidad oficial, una camioneta Durango de reciente modelo, se encontraba sin vida el cuerpo del agente Gilmar Armando Hernández Graciano, mientras que el inspector Luis Prieto y el otro agente pedían ayuda por radio a sus compañeros y les avisaban que estaban heridos.

A los pocos minutos arribaron a la escena varias ambulancias de la Cruz Roja. Los rescatistas tomaron el control de la situación de manera inmediata, asistieron a los heridos, confirmaron que el agente Hernández Graciano no tenía pulso y notificaron su deceso.

Con una rapidez extraordinaria subieron a los lesionados a una ambulancia y decidieron su traslado a un hospital privado.

Las unidades de la institución arrancaron a toda prisa hacia la institución médica, resguardadas por varias patrullas de la Cipol, sin embargo, la falta de pericia al volante del policía que conducía la unidad oficial provocó que perdiera el control en plena curva y volcara el vehículo, resultando lesionados dos agentes más.

De nueva cuenta fue requerida una ambulancia de la Cruz Roja y, tras asistir a los lesionados en la volcadura, los trasladaron a otro hospital privado.

Ambos hospitales fueron resguardados por personal de la Secretaría de Seguridad Publica Estatal.

Apenas habían ingresado a la clínica los agentes lesionados en la balacera, se escuchó por la frecuencia policiaca de una balacera en el exterior de ese nosocomio, lo que provocó otra movilización de agentes de las diversas corporaciones.

Oficiales apostados en el exterior de la institución médica explicaron que un vehículo “pasó por enfrente y sus tripulantes realizaron varios disparos al aire, como para amedrentar”, por lo que se pidió apoyo a los militares para la custodia del hospital ante la eventualidad de que regresaran.

Mientras, en la avenida Manuel Gómez Morín y Pedro Rosales de León, en el estacionamiento de un centro comercial, los locatarios reportaron que varios sujetos que portaban armas habían bajado de una camioneta GMC Envoy con matrículas del estado de Texas 927 HRF.

Los agentes que atendieron el llamado –como media hora después, según testigos– apreciaron impactos de bala en la carrocería y varios cristales estaban estrellados, manchas de sangre en el interior de la camioneta y en el piso de la misma una granada de fragmentación, similar a la que los delincuentes habían arrojado en el lugar del ataque a los “cipoles”.

“Se bajaron dos hombres vestidos con ropas negras, como militares, traían armas largas y cortas, chalecos antibalas y actuaron muy rápido, luego se subieron a una camioneta Suburban de color blanco donde iban varios hombres más”, declaró un testigo.

“Se tardaron como media hora en llegar y eso que se supone que aquí hay vigilancia permanente de la Cipol, para eso pagamos, pero pues de nada sirve”, se quejó el comerciante.

En ese momento el testigo no sabía que precisamente el jefe de la Cipol en esta ciudad había sufrido un atentado; al ser enterado, dijo que sobre la avenida Gómez Morín estaba un vehículo sospechoso. Se trataba de una camioneta Durango de color blanco con varios hombres a bordo, y que algunos de ellos habían bajado, como los que huyeron antes en la Suburban, de la Envoy.

“¿Cuál camioneta? ¿Cuál camioneta?”, preguntó un oficial, pero ni él ni alguno otro de sus compañeros hizo siquiera el intento por abordar la unidad sospechosa, que se retiró del lugar mientras los testigos sorprendidos observaban la actitud de los policías estatales preventivos.

“Vayan por esos, revísenlos, por eso nadie les cree, nada más vienen a hacerse bolas, ¿a ver, dónde están los helicópteros, para qué los tienen si a la mera hora no los usan?”, cuestionaba uno de los espectadores.

No conformes, los agentes de Cipol prácticamente corrieron a sus similares de la Policía municipal; de hecho, sostuvieron con ellos enfrentamiento verbales, sin importar que se encontraran ahí los representantes de los medios de comunicación.

El área alrededor de la camioneta Envoy no pudo ser acordonada pues los agentes de la Cipol no contaban con la cinta que se utiliza para ese fin. A gritos explicaban a reporteros y curiosos que no se acercaran al vehículo porque estaba una granada en el interior.

Muy cerca de ese lugar, justo en el cruce de las avenidas Tecnológico y Pedro Rosales de León, una unidad 5003362 del Ejército mexicano solicitó apoyo y una ambulancia.

Se movilizaron decenas de unidades, pero el llamado de auxilio había sido motivado porque los soldados omitieron un alto cuando se dirigían al centro comercial en el que se localizaba la camioneta Envoy y se impactaron contra auto Sunfire, que era tripulado por una pareja de adultos mayores quienes presentaron varios golpes como consecuencia del encontronazo con la unidad militar.

También resultaron lesionados tres soldados que viajaban en la parte trasera del vehículo oficial, los cuales requirieron atención médica.

Apenas minutos después, se reportó una intensa movilización en el fraccionamiento Hacienda de las Torres, al suroriente de la ciudad, porque supuestamente habían localizado a los agresores de los agentes estatales.

La colonia fue tomada prácticamente por asalto, pero hasta el cierre de esta edición ninguna autoridad reportó personas detenidas, únicamente se supo del fuerte despliegue policiaco por diferentes partes de la ciudad y, pese a ello, durante el transcurso del día se presentaron otras ejecuciones de personas.