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Lunes 5 de enero de 2009

Museo en la Sedena del narcotráfico

Museo en la Sedena sobre la guerra contra el narcotráfico


Museo en la Sedena sobre la guerra contra el narcotráfico

Ciudad de México.- En su máxima expresión, los museos son gloriosos depósitos culturales que reflejan el florecimiento más elevado de la creatividad, el ingenio y el arte humanos.

Sin embargo no todo en todas las culturas es glorioso, y hay museos para esos aspectos también, razón por la cual, oculto al público, existe una institución en esta ciudad dedicada al lado oscuro de México, el Museo de los Enervantes.

Es un lugar que deja, a quienes logran entrar, moviendo la cabeza de un lado a otro y lamentando la prolongada guerra, briosa pero en gran medida infructuosa, que este país ha declarado para controlar los narcóticos ilegales.

Manejado por el Ejército mexicano y abierto sólo para los cadetes e invitados selectos, el Museo de los Enervantes presenta la guerra contra el narcotráfico con todo su horror y complejidad. Hay una sala dedicada a las raíces antiguas del uso de drogas en Mesoamérica, como el hecho de que mayas y aztecas ingirieran alucinógenos como el peyote y los hongos, así como exhibiciones que muestran todo lo que el Ejército hace para tratar de contener la oleada destruyendo plantíos de mariguana y descubriendo alijos ocultos de cocaína y heroína.

"Se erradica en un lugar y se sigue con otro, y cuando se regresa, ya lo están cultivando otra vez", explicó el mayor Mario Ayala López, quien insistió en no mostrar su rostro en ninguna fotografía, una solicitud atípica para el curador de un mueso, pero una realidad en el México actual, donde la violencia relacionada con el narcotráfico no conoce límites.

Para que los cadetes tengan una noción de qué es lo que estarán buscando una vez que sean desplazados en el terreno, las drogas mismas están en exhibición, muestras reales bajo vidrio de todo, desde metanfetaminas, fabricadas en grandes cantidades en laboratorios mexicanos, hasta heroína y mariguana, la que se cultiva en campos ocultos en las zonas rurales. El Museo mismo no podría ser más seguro, ubicado en el piso más alto de la Secretaría de la Defensa.

A lo largo de los salones, hay un maniquí de un campesino apostado bajo un árbol con un rifle en las manos, vigilando un campo de amapolas y mota. Alrededor del cuello tiene un pendiente de Jesús Malverde, considerado el santo patrono de los forajidos. Cerca, hay una tabla con clavos salientes, una trampa improvisada para lastimar a cualquiera, pero especialmente a los soldados, que podrían moverse sigilosamente por ahí cerca.

En una vitrina hay notas reales que los soldados han recuperado en redadas en los campos donde se cultivan los precursores para drogas que se fumarán, inhalarán o inyectarán. Los mensajes escritos a mano son peticiones de los campesinos para que los soldados dejen en paz sus campos a cambio de algo de dinero.

Hacer llegar las drogas al mercado más grande del mundo, Estados Unidos, requiere de ingenio, y hay una sala completa dedicada a eso. Están en exhibición zapatos, cartones de cerveza e incluso una tabla de surf llenos de droga. Hay una dona salpicada de semillas de amapola que se usarían para hacer heroína, y una muñeca rellenada con drogas que se entregó a una niña para que la llevara.

Un modelo de una mujer aprehendida en Tijuana la muestra con un abdomen protuberante, causado no por un embarazo, sino por un paquete que contenía varias libras de cocaína fuertemente atada. Una fotografía presenta a otra traficante con un implante quirúrgico de esa droga en los glúteos. Murió cuando se rompió uno de los paquetes a su llegada al aeropuerto de la Ciudad de México.

Hacia el final del recorrido por el Museo, que se inauguró en 1985, se presenta a las personas que han convertido a México en el principal país de narcotraficantes en el hemisferio. Hay un modelo de un traficante estereotípico que lleva botas vaqueras elegantes, una hebilla enorme en el cinturón con una hoja de mariguana grabada, y muchísimas alhajas.

En la pared hay una fotografía del hijo de un traficante, un bebé con ropa de camuflaje, rodeado de docenas de escopetas. "Son generaciones las que crecen en esta cultura", dijo Ayala. "Para ellos es normal".

Más allá están algunas de las vestimentas recuperadas durante las redadas, como una trinchera a prueba de balas y una camisa de polo protectora, ambas diseñadas por Miguel Caballero, un diseñador de ropa colombiano que tiene una boutique cara no lejos del Museo.

Los narcotraficantes tienen mucho dinero para gastar, y este Museo da una probadita de algunos de sus hábitos de consumo. Hay un teléfono celular con incrustaciones de oro que se recuperó de Daniel Pérez Rojas, un fundador de los Zetas, una organización paramilitar, y muchas armas decoradas con metales y piedras preciosas. Una pistola Colt que se le confiscó a Alfredo Beltrán Leyva, un líder del temido Cártel de Sinaloa, detenido en enero, tiene inscrita la cita revolucionaria frecuentemente mencionada: "Prefiero morir de pie que vivir de rodillas".

Hay otra pistola Colt con incrustaciones de esmeraldas que perteneció a Joaquín Guzmán Loera, el líder del Cártel de Sinaloa y quizás el narcotraficante más buscado de todos. Está marcada con las iniciales ACF, por Amado Carrillo Fuentes, quien lideró el Cártel de Juárez pero murió durante una cirugía plástica en 1997. Es probable que la pistola haya sido un regalo de Carrillo a Guzmán, especuló el curador, y, por tanto, un signo de alianza entre sus cárteles rivales.

En ninguna parte aparece la palabra "guerra" en este Museo, porque el Ejército Mexicano considera que su misión contra el narcotráfico es algo distinto. "No usamos ese término", dijo Ayala, con uniforme de gala mientras formalmente daba grandes zancadas por el Museo.

No obstante, en la entrada está un santuario con los nombres de 570 soldados mexicanos que han muerto combatiendo al narcotráfico desde 1976. En los dos últimos años, desde que el presidente Felipe Calderón ha estado enviando soldados en más misiones que cualquiera de sus predecesores, se han agregado 67 nombres más a la lista.

Y, tristemente, hay suficiente lugar en la pared para más.

MSN Noticias