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Lunes 3 de agosto de 2009

"Solo fui un guerrillero..."

...según mi madre, que debió haber sido minero, según mi padre o inmigrante, vaquero, político, sacerdote o guerrillero..."


...según mi madre, que debió haber sido minero, según mi padre o inmigrante, vaquero, político, sacerdote o guerrillero..."

México, D.F.- Y lo recordó muy claro, lo hacía siempre que podía, “soy un dramaturgo que nació respondón, según mi madre, que debió haber sido minero, según mi padre o inmigrante, vaquero, político, sacerdote o guerrillero según las circunstancias vividas pero solo fui un escritor, un guerrillero de la palabra”. Así sintetizaba Víctor Hugo Rascón Banda el porqué de su profesión, misma en la que destacó, lejos de su tierra y tarde se le reconoció en la misma.

Dejó muchos amigos que al enterarse de su muerte abarrotaron una célebre agencia funeraria del sur de la ciudad, donde consolaron a la inconsolable familia. También los admiradores del orgullo de Uruachi estuvimos presentes, con pesar, consolando a la sobrina Víctor Hugo, Lorena quien no creía que el guerrillero de mil batallas hubiera perdido una: la definitiva.

En abril de este año, en Uruachi, su gente lo recordó con una serie de emotivos eventos culturales, donde se incluyó una exposición de fotografía así como otras expresiones que recordaban a Rascón Banda, ese escritor que de un plumazo puso a Uruachi en los ojos y mentes de millones.

Recuerdo muy bien que fue hace más de un año cuando ingresó formalmente a la Academia Mexicana de la Lengua para ocupar la silla número XXVIII que dejó vacante Don José Rogelio Alvarez, el famoso creador de la Enciclopedia de México, quien pidió formalmente su retiro. Álvarez ocupó casi dos décadas la silla que dejó vacante y que desgraciadamente ocupó por muy poco tiempo Rascón Banda. Fue el 26 de junio de 2008. Y ahí recordó como es que quiso ser un académico de la lengua. Fue la curiosidad, la que lo llevó hace más de cincuenta años a preguntarle a su madre, ¿quién hace las palabras?

Su madre, con profunda fe le contestó, la respondió manera ceremoniosa. Le dijo que Dios, recordándole la bíblica frase “en el principio fue el Verbo”. Respuesta que en lo más mínimo lo convenció. Fue hasta que cursó el sexto año de primaria, cuando su maestra Socorro le contestó atinadamente, “los académicos deciden todo.” De ahí decidió ser un guerrillero protector de las palabras, “quería ser uno de esos señores que cuidan las palabras”. Y en aqulla ocasión ya era auxilado por un tanque de oxígeno para poder continuar expresando sus siempre poderosos mensajes. Y continuó diciendo que “el teatro desnuda al poder. Por eso ha sido perseguido a lo largo de los siglos”.

Fue su último discurso público para a menos de un mes de tan célebre evento, el guerrillero de la palabra, dejara de existir.

Víctor Hugo fue un hombre talentoso, tenaz y agradecido. Fue un hombre que agradeció haber nacido en Chihuahua, estaba orgulloso de ser de Uruachi y sus letras tenían un eco poderoso, como ese que se escucha en el fondo de la barranca. Su destino estuvo marcado desde el primer momento. Aunque sus padres le auguraron otras profesiones, el nombre lo marcó para siempre y decía que con su infancia en Uruachic y con la adolescencia que vivió en Ciudad Juárez tenía que ser escritor; con la educación que recibió en la primaria, con sus tías la señorita Socorro, la señorita Mague, la señorita Ramona y la señorita Lila, en la secundaria y en la Normal, donde las artes formaban parte de los programas escolares, Víctor Hugo no podía ser mas que escritor. Todo este conjunto de circunstancias, decía que, “me hicieron apreciar la belleza, la justicia, la verdad y me hicieron sensible a la mentira, a la injusticia y al dolor ajeno.”

Descansa en paz, Víctor Hugo Rascón Banda. A un año de su muerte, le recordamos con alegría, no con sollozos, con orgullo, no con melancolía, con admiración por su sencillez, esa que humildemente le hacía decir que pero solo fui un escritor, un guerrillero de la palabra” y como buen guerrillero fue constante, hábil y férreo con las causas por las que luchaba: la cultura que tanto necesita nuestro país para florecer aún más. Luchaba por su amado teatro, el cual le inyectaba vida y vigor, ese teatro al que, a su mero estilo tajante y directo, calificó como “un acto de fe en el valor de una palabra sensata en un mundo demente”.

A un año que te alejaste de este mundo demente, descansa en paz, Víctor Hugo.