Miércoles 11 de febrero de 2009
Hasta ahora no quedan claras las propuestas, ni la dirección ideológica que tomarán los partidos
Este año político está marcado por las elecciones federales para renovar la Cámara de Diputados. Han empezado los tiempos electorales y los candidatos se van perfilando en cada uno de los partidos para iniciar una contienda peculiar en muchos sentidos, pero también definidas por la continuidad de las peores costumbres políticas que no logran erradicarse a pesar de los esfuerzos democráticos.
En lo nuevo podemos encontrar los esfuerzos de la ley electoral por alcanzar una reglamentación mediática de las campañas, y con eso abonar también en el flujo de recursos de las mismas, reglamentación que ha abierto fuertes polémicas no sólo respecto a la competencia de las autoridades por sobre la libre expresión, sino también al papel de los medios como empresas y su responsabilidad social. Hechos que recientemente han tomado un rumbo complicado que, seguramente, definirá el curso de estas campañas.
También dentro de las novedades, penosamente tendremos que pensar en el clima de adversidad que se vive en nuestro país, puesto que tanto la creciente crisis económica, como la ola de violencia que cada día se retrata en las primeras planas de los diarios en el país y en los estados, definirán en muchos sentidos las acciones políticas que se tomen en esta campaña, pues las expectativas de la ciudadanía son muchas, las demandas y necesidades urgen respuestas y es ahí donde se definirá el voto de los mexicanos.
Y decimos que esto es nuevo no porque no hayan existido antes fuertes problemáticas que deban marcar la agenda política, sino porque la gravedad de la situación que vivimos debería orillar a los partidos y los candidatos a marcar una diferencia en la forma de hacer política, a establecer mecanismos de cercanía con la ciudadanía mucho más eficaces de lo que hemos visto hasta ahora, y de promover formas de acción y de participación que solidaricen a toda la sociedad con la situación nacional.
Pero a pesar de estas novedades, del constante discurso de evolución democrática y de lo que se supone debió haber venido con la alternancia, a estas tempranas alturas de las campañas estamos viendo más de lo mismo de siempre, la misma mezquindad política con que se conducen algunos, las mismas pugnas internas que sólo erosionan las propuestas de los partidos, y la descarnada lucha por el poder que deja fuera de consideraciones los intereses ciudadanos y sólo ve por intereses grupusculares.
Hasta ahora no quedan claras las propuestas, ni la dirección ideológica que tomarán los partidos, la nota es la contienda interna, de nuevo más que la discusión formal y seria de las problemáticas que enfrentarán quienes integren la nueva cámara baja. Se reparten las cuotas, se distribuye el poder con acuerdos de muy poca transparencia y en total contradicción con los principios de la democracia. E, incluso, se hace todo esto cínicamente a nombre de la civilidad política y el orden.
Hay una fuerte molestia entre los ciudadanos por la falta de solidaridad de la clase política con sus problemáticas, esa sensación de ausencia, de falta de representación, es lo que ha llevado a los ciudadanos a dejar de creer que existen propuestas viables y auténticas dentro del universo de la política, porque, precisamente, ésta se ha convertido en un coto cerrado que no se permite ver más allá de lo que ellos mismos se han puesto enfrente.
Sin duda este año electoral no debería verse como una fecha más del calendario de procesos que se viven en el país, debería, como tratan de convencer las voces optimistas, ver la crisis como una oportunidad de cambiar el orden existente, de terminar con los paradigmas caducos que han conducido las acciones en las esferas de poder durante décadas, marcar un punto de inflexión que renueve, que abra nuevos caminos y esté dispuesto a arriesgar sus cuotas de poder por un cambio verdadero.
Pero no vemos esa disposición hasta ahora, los listados de candidatos están llenos de nombres e intenciones conocidas, hasta ahora, por más discursos de buena voluntad, no vemos una disposición verdadera a la transformación. Ven la tormenta y no se hincan, podríamos decir coloquialmente, pero más que eso, quizá no hayan notado que fuera de la comodidad de sus espacios, en este país cae una terrible tormenta, que nos vamos inundando y no hay quien preste sus manos para empezar a sacar el agua de la casa.
2009 es un año complicado, con muchas aristas, y por eso mismo, será un año de definiciones, por más que se apueste a la inmovilidad, las cosas siguen andando, y cada vez más los ciudadanos encontraremos formas de acción que sí abonen a la transformación y al desarrollo. El que algunos personajes no estén dispuestos a hacer la tarea, y lo hayan demostrado con creces, no significa que ésta no deba ser hecha, y la urgencia de la situación llama a tomar decisiones, abrir espacios y demostrar voluntad verdadera. Es año electoral, pero es más que eso, es un año de apremiantes respuestas.
Soy Edna Lorena Fuerte y mi correo es ednafuerte@gmail.com para sus comentarios. Muchas Gracias.
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