Boruka Polaka

El queso oaxaqueño en los últimos días entro en una etapa de popularidad por su alto costo, y es que Jonás Larrazábal - hermano del alcalde regiomontano – saca la pura billetiza vendiendo quesos en los casinos de Monterrey, tanto es el queso que consumen los casinos, que ya están pensando seriamente en cambiarles el nombre y llamarlos “QUESINOS”.

Verdaderamente es de risa los argumentos del tal Jonás, las gran cantidad de dinero que recibe en uno de los casinos ubicados en la tierra del cerro de la silla, seguramente son el producto de otro tipo de negociaciones y no de la venta de lácteos.

Lo anterior nos recuerdan otros acontecimientos similares como el del operador político de López Obrador – cuando fue Jefe del Distrito Federal- - René Bejarano, quien también fue ventaneado recibiendo grandes cantidades de dinero por parte del empresario constructor Carlos Ahumada, otro caso famoso de los últimos años fue el del “Niño verde” presidente y dueño del Partido Verde, franquicia rentada en casi todo el país al PRI, quien también fue sorprendido recibiendo grandes cantidades con explicaciones cantinflescas, en fin, tranzas de éste tipo se dan con gente aliada prácticamente a todos los partidos políticos mexicanos.

Y lo anterior nos lleva a una reflexión bastante preocupante, mientras los funcionarios públicos, sus familiares y amigos se encuentren envueltos en el turbio negocio de “tráfico de influencias”, la sociedad seguirá perdiendo más y más la confianza en los políticos.

La consonancia…

Hoy el queso Oaxaqueño

Se convierte en gran negocio

Sobre todo en los casinos

Y un Alcalde como socio.

En verdad es bueno el cuento

Pero siendo tanta lana

Se les cae el argumento

Es demasiada botana.

En el tráfico de influencias

En México hay historia

Son muchas las experiencias

Es demasiada la escoria.

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