Lunes 8 de diciembre de 2008
“Hoy, es fácil encontrar por la calle miles de rostros tristes, dolidos, hartos… pidiendo paz.
Un día, alguien me dijo que el pasado nunca podrá ser mejor que el presente, que, “sólo fué diferente”…. Esto, no aplica en nuestro presente, definitivamente, el pasado fue mejor, y aunque fueron buenos tiempos, no pudieron dar paso a un futuro estable, sólido y seguro. Hoy, no pisamos tierra firme y esto, genera tristeza, vacío y un gran temor que nos deja muchos sentimientos encontrados.
Terminaremos este año como nunca imaginamos, pensando que la tranquilidad y la seguridad en nuestros días, son bienes escasos, que sólo forman parte de una riqueza que dio fruto en el pasado.
¿Cómo defender la continuidad de la vida? ¿Cómo rescatar las tardes de verano en que paseábamos sin temor a nada? ¿Cómo reconstruir nuestra sociedad cuando estamos en medio de una guerra despiadada?
¿Qué nos pasó?... así se titula un mensaje que recibí por correo electrónico, quizá muchos lo han leído, pero quise compartir con ustedes, fragmentos de esa bella historia que relata como fue nuestro pasado:
“Hoy, es fácil encontrar por la calle miles de rostros tristes, dolidos, hartos… pidiendo paz.
¿Cómo pasó? Si las cosas mas simples eran tan divertidas, jugar a las canicas o a las escondidas… ¡sin ningún sobresalto!
A los padres, se les respetaba y obedecía y nuestros padres hacían lo mismo con nuestros abuelos.
El único miedo que teníamos era a lo obscurito, a reprobar y a las tarántulas del parque.
Ibas a la escuela solo y regresabas solo, podías ir al cine con amigos y… nada pasaba.
¿A dónde nos desviamos, en que momento nos perdimos?
¿Cómo nos ganó esta ausencia de valores, de honestidad, de unión familiar e indolencia por nuestros semejantes?”
¿Cuándo pasó?... Sólo Dios sabe en que momento el destino nos cambió.
Chihuahua, era una ciudad tranquila donde podías ver a la gente sonreír, saludar amablemente y era común ayudarnos en alguna dificultad sin temor a nada. Era una ciudad pequeña, pero con gente atenta y amigable; una ciudad que tenía muchas cosas buenas que ofrecer. Y muchos años fue así.
Es ahora, y desde hace poco, que la vida nos cambió, es ahora, que se han inventado nuevas formas de asaltar, es ahora que nos damos cuenta de que a media noche, puede despertarnos alguien para despojarnos de nuestro patrimonio sin ninguna contemplación, es ahora que ya no puedes atender el llamado de quien solicita ayuda en un estacionamiento, y todo esto, que parece increíble, es lo que nos ha tomado por sorpresa.
Es ahora, que los delincuentes ya no esperan que las casas estén solas para cometer sus delitos, es más, ni siquiera les importa ser identificados.
Y que decir de las ejecuciones, ya forman parte de las noticias que “no sorprenden” pero que siguen siendo tristes y desagradables.
Y el ritual que sigue después de una ejecución es siempre igual… Uno o varios cuerpos sin vida, cientos de cartuchos percutidos, silencio, conmoción social y testigos mudos que no desean recordar lo que sucedió.
Ante todo esto, se seca la garganta… y el frío se siente en el alma.
No parece diciembre, no parecen épocas de compartir, no parece que el espíritu navideño se encuentre entre nosotros. Nada se parece al ayer.