Viernes 9 de julio de 2010
En esta ocasión – como en muchas otras - no ganó el PRI, no perdió el PAN
En esta ocasión – como en muchas otras - no ganó el PRI, no perdió el PAN
Vuelvo a dar gracias Dios de no ser ni siquiera un aspirante a algún cargo público por elección, para así poder hablar con toda libertad, sin tener que preocuparme de utilizar el discurso “políticamente correcto” al que están obligados los que dependen de las veleidades de la opinión pública. Puedo en cambio utilizar el lenguaje coloquial para decir lo que pienso sin tener que disfrazarlo ni ocultarlo bajo tanto adorno que le quitara, a fin de cuentas, el simple y directo significado a la intención con la que lo digo.
Estoy haciendo mi mejor esfuerzo por abstraerme de mi sentimiento partidista obviamente golpeado por la derrota electoral que acabamos de sufrir los panistas, necesito ir más allá de ese nivel que pudiera resultar muy limitante para pensar con objetividad, porque tal como lo afirmé en alguna ocasión, antes que partidista soy chihuahuense y antes que chihuahuense soy mexicano, pero por encima de todo soy un ser humano comprometido en la búsqueda del bien y de la verdad.
Los golpes de la vida me han enseñado un poco de humildad, la suficiente como para reconocer que como individuo lleno de limitaciones, necesito de los demás para progresar en lo individual, pero sobre todo en lo social, que para generar ese mundo mejor al que aspiro, sería de mi parte una soberbia desmedida, rayana en un mesianismo irracional, el pretender convertirme en un salvador de toda mi generación, ese bien común al que todos aspiramos por instinto, no hay nadie que pueda conquistarlo por si sólo y menos para compartirlo con el resto de la sociedad si a esta ni siquiera le interesa tenerlo.
Hoy mi espíritu esta contristado porque veo muy lejana la posibilidad de que mi búsqueda sea alcanzable en el corto plazo, los hechos acontecidos en esta todavía reciente jornada electoral, me han dado un baño de agua fría en el entusiasmo que en determinado momento llegué a sentir cuando creí ver que estaban dadas las condiciones de que la ciudadanía con la que convivo diariamente y que se manifiesta harta de las condiciones en las que vivimos, ahora que estuvo ante la posibilidad de hacer algo para cambiar las cosas, simplemente se quedó inmóvil, mostrando una total y absoluta indolencia ante su obligación ciudadana de elegir entre una de las propuestas políticas que se le ofertaron hasta en el salero de su mesa.
No faltará quien me quiera rebatir bajo el argumento trillado de que la culpa la tienen los políticos por falta de cumplimento o por sus malos desempeños, esa queja a estas alturas ya ni siquiera tiene justificación en boca de alguien que se presuma con una pizca de inteligencia, ante la evidencia patente de la falta de compromiso de todos esos que usan la credencial de elector sólo como medio para reclamar las despensas que otorgan los programas asistencialistas, el reniego mal fundamentado resulta absurdo e improcedente, pues no pasa de ser un pretexto bajo el cual la parte indolente de nuestro pueblo excusa su pereza y su falta de responsabilidad patriótica.
Aunque me confieso profundamente dividido ideológicamente de los militantes y los directivos de otras corrientes partidistas, sin embargo quiero por este modesto medio hacerles llegar mi respeto y mi reconocimiento. El simple hecho de que muestren ambición y participen activamente en esta encarnizada lucha que es un proceso electoral, poniendo en juego todas sus capacidades para obtener el triunfo, ante los ojos de cualquiera que esté consciente de su responsabilidad como mexicano; se convierten por mérito propio en proactivos constructores de su propio destino. Ellos y nosotros deberemos aprender a respetarnos aunque sea sólo por eso, independientemente de lo acertados o equivocados que podamos estar en nuestras preferencias. Al dejar de lado esa actitud de bultos inútiles para nosotros mismos y para nuestra patria, nos merecemos el reconocimiento de invertir apasionadamente todos nuestros recursos, apostando por nuestro ideal; todo nuestro tiempo, nuestro esfuerzo físico, el económico, el anímico, hasta la propia salud y la integridad física cuando nos toca encontrarnos con algunos que ignoran que la política debe ser un ejercicio civilizado y decente por lo que se atreven a utilizar la fuerza física y hasta la de las armas para violentar a lo barbaján las reglas del juego.
En cambio otros - que desafortunadamente son la verdadera gran mayoría - no hacen absolutamente nada como no sea dedicarse a denostar y a criticar lo que los que si actuamos hacemos o tratamos de hacer.
Si hubiera que escribirse una obra de teatro en la que se representara la situación que vivimos, yo inventaría a varios personajes que le pusieran rostro a las actitudes que me toca atestiguar.
Se trataría de una familia en la que hubiera varios hermanos que no hubieran logrado ponerse de acuerdo en como se prepara la comida, Estaría por un lado un hermano vestido de azul, habría otro vestido de rojo, podrían haber otros ataviados de verde, o de amarillo o de naranja, estarían todos en la cocina discutiendo y hasta peleándose para imponer su forma de hacer la sopa de la que a fin de cuentas la familia entera habría de comer.
Más habría otro, uno que no tuviera vestido de ningún color, estaría indecentemente desnudo, recostado indolentemente en un sofá, revolcándose en su propia deposición, quejándose y llorando constantemente, como si fuera un niño recién nacido, pero sin serlo, haciéndose notar a fuerza de un griterío ensordecedor que sería la causa de que los otros no pudieran ponerse de acuerdo, sería un verdadero estorbo para que en esa familia reinara la paz, la armonía y la cooperación.
Porque en vez de poner su parte en el trabajo que hay que realizar, lo único que haría sería estar demandando la atención de todos los demás, que además no entenderían su clamor porque no lo quiere expresar inteligiblemente, porque en vez de utilizar el lenguaje acordado para el diálogo, lo único que haría sería sacar a todos de quicio a fuerza de estar renegando incoherentemente sin ton ni son.
Esta imagen es exasperante tan sólo de imaginarla, equivale a lo que quizá algunos hemos tenido el fastidio de vivir en alguna ocasión, sería una típica escena familiar de gran vulgaridad, donde algún borracho necio e irresponsable, - que nunca ayuda pero siempre estorba - , se siente con derecho de opinar nomás porque es de la familia y al hacerlo agrava el conflicto contagiando a todos de los efectos de su alcoholismo, ¡ah! Pero eso sí, se siente muy digno de ser tomado en cuenta y exige el respeto de los demás.
No creo que a usted que me dedica un momento de su ocio literario, le resulte muy difícil extrapolar las analogías y tomar consciencia de que algo muy parecido le sucede a nuestro país, sólo que aquí, ese personaje indeseable de la trama, es toda esa parte indolente de la ciudadanía que no es capaz de – literalmente- mover u-n s-ó-l-o d-e-d-o, para que la historia de la que se queja se escriba diferente, ese dedo que tiene que mover una vez sólo cada seis años en una acción que tendría el poder de tumbar a un mal gobierno y señalar un rumbo nuevo a nuestro destino.
En el borracho incómodo, el mal pernicioso y destructivo que lo enferma a él y al resto de la familia se llama alcoholismo, en nuestra inmadura, inconsciente e indolente ciudadanía mexicana el mal se llama “ABSTENCIONISMO”.
En esta ocasión – como en muchas otras - no ganó el PRI, no perdió el PAN, en realidad se salió con la suya el VALEMADRISMO, que como toda nefasta adicción, necesariamente es: incurable, progresivo y mortal... Dejemos al tiempo las conclusiones y las implicaciones.
Por esta y sólo por esta ocasión, conmovido hasta las lágrimas ante la contemplación del triste espectáculo que los mexicanos nos brindamos a nosotros mismos, quedó pendiente de una nueva oportunidad de enviar mi particular punto de vista tratando de encontrar eco en quienes de alguna forma se salvan de ser tasados con el deshonroso calificativo de abstencionistas incrustados como parásitos sociales en el dolido seno de una patria que clama, no por hipócritas actitudes de “yo no me mancho las manos con la política”, cuando lo que se requiere es todos metamos las manos en el lodazal, como cuando hay un desastre natural, para rescatar y limpiar nuestra maltrecha nación, imperativo y sin disculpa es que cada quien ponga su granito de arena, aunque sea con ganas de fastidiar, como yo que se lo pongo a usted justo en el ojo, ¡ ahí donde le moleste más y le impida cerrarlo para dejar de ver nuestra realidad!
¿Qué quién soy yo para decirle todo esto a usted Don Irresponsable Abstencionista?, usted que sólo quiere que se le hablen de sus derechos pero nada quiere saber de sus obligaciones. Respóndame primero ¿Quién se cree usted? como para que no se le puedan echar en cara su falta de participación en el trabajo común que debe realizar todo el que quiera merecer ser tratado como ciudadano en cualquier país del mundo.
Porque no basta ser habitante de un país para tener categoría y privilegios de ciudadano, si sólo eso fuera, sólo por vivir aquí, hasta los perros tendrían ese derecho, pero dese cuenta de que ya no se trata de ver con cual amo nos vamos, DE LO QUE SE TRATA ES DE DEJAR DE SER TRATADO COMO PERRO que tiene que suplicar por lo que es su derecho y además tener que mover la cola agradecido.